Usted está aquí: sábado 5 de noviembre de 2005 Opinión La voz profunda de Córcega

Juan Arturo Brennan

La voz profunda de Córcega

La reciente y rica avalancha de buena música que cayó, en buena hora, sobre la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, concluyó (al menos por el momento) con un conmovedor recital de polifonía vocal de Córcega, a cargo del grupo más emblemático entre sus intérpretes actuales, el Coro de Sartène, fundado y dirigido por Jean-Paul Poletti. Desde tiempo inmemorial, la bella y misteriosa isla mediterránea de Córcega (hoy uno de los departamentos franceses) ha sido objeto de conquista, dominación y rapiña, y su compleja historia geopolítica ha generado profundos conflictos de identidad y pertenencia que hasta la fecha no han sido resueltos. Como ha ocurrido, y ocurre, en casos análogos, la expresión de las manifestaciones de la cultura local de Córcega es uno de los vehículos más importantes para abordar y confrontar esos conflictos, y sin duda la más poderosa de esas manifestaciones es la hermosa, apasionada, dolorida y fascinante polifonía vocal de la isla.

Mediante un sencillo pero efectivo contingente de ocho voces masculinas, ancladas y dirigidas por el potente y colorido timbre de barítono de Jean-Paul Poletti, el Coro de Sartène realizó una sesión musical que bien puede ser catalogada como uno de los mejores (y más importantes) conciertos vocales realizados en los años recientes en los espacios universitarios.

La propuesta original de Poletti y su grupo consistía en la presentación de la música contenida en su más reciente cd, titulado Cantu di a terra. Al momento del concierto, sin embargo, los cantores corsos decidieron tomar otra línea de conducta y ofrecieron en cambio una breve y compacta, pero completa, travesía por los diversos géneros, estilos y épocas de la polifonía vocal de Córcega. Gracias a esta decisión, el concierto resultó no sólo una joya musical, sino también una velada muy entretenida, instructiva e iluminadora.

El ancla de esta sesión panorámica de la polifonía corsa fue la conducción sobria, educada, elocuente y evidentemente apasionada que hizo Jean-Paul Poletti, demostrando su vasto conocimiento de lo más profundo de esa tradición y, sobre todo, su vocación de comunicar esa pasión a sus oyentes. Así, el coro corso ofreció ejemplos de la más arcaica monodia, seguidos por el organum a dos voces y más tarde por la tradicional paghjella corsa a tres voces, para transitar más tarde por formas más actuales (y hasta cierto punto estilizadas) del canto vocal de la isla. En estas formas recientes destacaron de manera particular las composiciones y arreglos del propio Poletti, que son ejemplo cabal de la posibilidad de hacer actual lo que es tradicional, sin quitarle su esencia.

Faltaría espacio para reseñar a detalle las innumerables riquezas ofrecidas por Poletti y sus colegas, pero bien vale la pena destacar algunas piezas particularmente atractivas. Entre ellas, por ejemplo, la emotiva canción tradicional A violetta, o la pieza U purgatoriu, basada en la Divina comedia, de Dante Alighieri y cantada sobre la añeja melodía de las Terzini guagnesi. Ejemplar, asimismo, la emotiva y apasionada interpretación del Lamentu di Gesù, como también lo fue la de la canción Sott'a lu ponte, piezas creadas y transformadas por importantes cantores corsos de diversas épocas.

De particular atractivo también, la música surgida de la fascinante interfase musical entre la polifonía tradicional europea llevada a Córcega por los franciscanos, y el canto popular de la isla. Desde el punto de vista de la pertenencia y la identidad, destacaron las conmovedoras ejecuciones de Terra mea (explícita por sí misma) y de Dio vi salvi Regina, canto polifónico ancestral que es como el himno local de Córcega. A lo largo de todo el recital, fue evidente la pasión, entrega y conocimiento de causa con que los polifonistas de Sartène (''la más corsa de las ciudades corsas") cantan este fascinante repertorio.

La presentación misma del concierto fue también ejemplar: ni una palabra de más para explicar la música y los textos, ni un gesto de más para cantarlos. Por medio de su exacta narración, su dirección del coro y su participación vocal en esta ofrenda polifónica corsa, Ghjuvan-Paolu Poletti (tal es su nombre en corso) demostró que no sólo es gran músico y gran musicólogo, sino también un gran humanista. Es triste señalar, para oprobio de nuestros supuestos melómanos, que este gran concierto del Coro de Sartène fue escuchado por un público, si bien conocedor, muy escaso. Parece confirmarse que si no les ofrecen el Va pensiero y el Aleluya, nada quieren saber de música coral. No tienen (ni tendrán) idea de lo que se perdieron.

 
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