Usted está aquí: jueves 3 de noviembre de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Primer recuento

Ampliar la imagen En el Cuadril�ro, en Luis Moya, se puede encontrar la muy original torta gladiador junior, que trae huevo, salchicha, tocino, bistec, jam�quesos y vegetales FOTO Francisco Olvera Foto: Francisco Olvera

CUANDO ROCIO LLEGA a mi casa, Lula salta, se tira al piso, rueda, se sale al vestíbulo, llora, recoge un juguete y se lo tira a los pies o lo sube a la cama. Cuando se va, se queda un rato echada junto a la puerta, respirando fuerte. A veces se queda a dormir, y Lula se hace bola en medio de los dos. Otras, cuando despierta, me dice el final de aquel poema: "Tengo un hambre feroz esta mañana: / voy a empezar contigo el desayuno." Hoy, jueves 3 de noviembre, cumple veintiocho años.

EN EL CENTRO de la ciudad pasamos casi todo el tiempo. Le gustan, igual que a mí, las cantinas. En los Portales de Tlaquepaque (Bolívar pasandito Uruguay), por ejemplo, la mesera le dice que es bella y me felicita (¡a mí!) por eso: nos sirven vodkas con agua mineral o ron con coca de dieta, uno tras otro; nos dejan meter tacos de suadero de la taquería de afuera -los mejores de la zona, carnosos, grasosos y crujientes-; o comemos botana en la puerta de junto (la Dos Naciones) o volcanes en la sucursal grande del Huequito, que está en la misma cuadra. En la vieja Buenos Aires (Motolinía 21), Edgar el cantinero le pide una torta: chorizo. Cuando nos invade la nostalgia de Monterrey y extrañamos sus calores extremos, sus frijoles con veneno, su arquitectura horrible y, sobre todo, su cabrito: piel crujiente y aromática a tizne, carne suave, riñón enterrado como un tesoro, caemos al asador del Rincón de Castilla (Arcos de Belén 55), donde asan a las bestiecillas, como en Monterrey, al carbón y frente a la ventana... ¿Lo mismo de tomar? Sí. Hablamos de poesía y sacamos una hojita donde nos burlamos de Darío: "Las princesas primorosas / se parecen mucho a ti: / fuman mota, cortan coca, / chupan mucho. Son así."

LOS SABADOS VAMOS, a veces, al mercado de San Juan: en La Jersey, la mejor quesería de México, pedimos tapas de manchego semicurado y aceite de oliva acompañados de vasitos desechables de vino del más chafa; a la vuelta, sobre Luis Moya, pasamos por tacos de cochinita arquetípica: chiquitos, picosísimos, amarillentos o, de repente, al Cuadrilátero (Luis Moya 73) por una gladiador junior, que trae huevo, salchicha, tocino, bistec, jamón, quesos, vegetales, empacados en un bolillo respondón... (Un sábado me hizo ir a una boda, en Satélite, pero antes pasamos por tacos al pastor delicioso sabor tizne y a la salida por una burger con tocino, para compensar.) El domingo en la mañana desayunamos chocomilk frío con conchas en el hotel Gillow (Isabel la Católica esquina 5 de Mayo), donde los meseros -salvo uno- nos quieren. ¿Les traemos una botella de vino? Por favor, al fin que ya son las 11. Hablamos de películas (no las vemos, mucho menos en el cine), y pedimos el excelente club sándwich o las chistorras hundidas en queso fundido o calamares para mojarlos en tantita mayonesa y un chingo de limón. A la una y media nos vamos al Casino Español (Isabel 29), donde nos traen una orden de serrano, una botella de Lealtanza Crianza y, terminando, el debrayado lechoncito crocante... Nos besamos o fingimos que nos ligamos a alguien más o jugamos caras y gestos, y ella, cuando gana, se levanta de la mesa y hace el inevitable gesto de "¡A güevo, cabrón, a güevo!", mientras la gente se nos queda viendo, con alegría, con disgusto o con envidia. Caminamos por el centro, y ella me sigue o yo la sigo: hablamos de la noche anterior, de la fiesta donde hemos abrazado a nuestros amigos, a Isabel, a Gabriel, a Mauricio o a Saít (yo quisiera que todos la besaran pero no siempre lo hacen); caminamos por el centro fajando, es domingo, la gente ha empezado a irse ya, y a veces cogemos en el coche (ella resbala la mano por el vidrio porque dice que está en Titanic) o en el baño del Gillow ("¿otra vez por acá, muchachos?") o en el elevador. Y luego se va.

OTRAS VECES SALIMOS del centro: en Peces (Jalapa 237, en la Roma) trato de ligarme a la mesera preciosa mientras ella me toma fotos en el celular y comemos "jamón serrano" de atún o fish n chips; en Tierra de Vinos (Durango 197, Roma) nos quedamos horas en la barra, recibimos gente como si fuera nuestra casa, bebemos espumoso rosado y nos regalan tapas o todo; en Don Asado (Michoacán 77, Condesa) pedimos mollejas crujientes con vinos de tannat; en Lizarran, el inevitable montado de chistorra y huevito de codorniz con vasos de txakoli, ese vino blanco levemente espumoso que se sube como una rapidísima caricia interior, y en Pujol (Petrarca 254) nos dan a probar porcioncitas de mil cosas: mole de olla concentradísimo, carpaccio de pato con espuma, capuccino de flor de calabaza, esquites, gelatina de salsa mexicana con chicharrón, risotto con plátano, cebolla, chile verde... A veces, es la verdad, también peleamos: porque hay que irse, porque se acabó el varo, porque no hay vino, porque estamos cansados, porque la coca no agarró o el díler no contesta, porque llegan mensajitos al celular o porque los contesto.

QUERIDA ROCIO: QUIEN sabe qué sombras arrojarán estas líneas, escritas bajo el pequeño cielo rectangular de la ventana. No es secreto que todo avanza hacia su destrucción, y también las veces que voy a verte recargada ahí o asomada hacia la calle están contadas. Ojalá de repente en un día bello, Dios tendiera la mano y detuviera al mundo.

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