Usted está aquí: jueves 3 de noviembre de 2005 Opinión Cartas a un joven médico

Claudia Gómez Haro

Cartas a un joven médico

Ampliar la imagen Ejercicio de la buena muerte, obra de Arturo Rivera FOTO Claudia G� Haro Foto: Claudia G� Haro

Arnoldo Kraus (DF), médico, profesor de posgrado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México e integrante del Colegio de Bioética, lleva publicados cuatro libros, entre ellos Una lectura de la vida (2002) y Enfermar o sanar (2003). Columnista de La Jornada, así como de diversas revistas culturales y médicas de México y el extranjero, y autor de textos indispensables en el debate nacional en torno de la bioética, nos ofrece su nuevo libro Una receta para no morir. Cartas a un joven médico, en el que hace una revisión integral y sucinta sobre saberes, conjeturas y dudas que ha debido enfrentar y resolver a lo largo de su ejercicio profesional. El sustento de estas reflexiones es la experiencia práctica, innumerables lecturas y una posición de compromiso ético.

Este pequeño libro es un ''pretexto", como él mismo menciona, por medio del cual regresa a sus tiempos mozos y confronta al Arnoldo joven con el maduro para explicarse por qué estudió medicina.

A la manera de Rainer Maria Rilke en Cartas a un joven poeta, Arnoldo Kraus realiza este notable epistolario y nos invita a recorrer los caminos de la vida, en los espejos del ser y con los ''pretextos" que sostienen la existencia.

Cada una de las 11 cartas dirigidas a un joven médico ¡Qué mejor lugar que la mirada y la escucha de los jóvenes! nos revela algunas de las caras de la medicina.

En la actualidad, expresa Kraus, nos enfrentamos ante la deshumanización de la medicina. Somos testigos de las maravillas de la biotecnología y espectadores impotentes de sus decapitaciones. Sabemos de la otrora inconcebible clonación y asistimos todos los días a las muertes por hambre o por enfermedades prevenibles en la mayor parte del mundo.

Nos deslumbramos al enterarnos de los trasplantes de órganos y nos aterramos con la (casi) desaparición de algunas poblaciones en Africa a causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Estos y muchos otros importantes temas son obsesión dolorosa para Arnoldo y un entramado muy ligado a la medicina. Para el escritor estas inmensas contradicciones se viven todos los días en todos los rincones del mundo y le parece inconcebible que tanta inteligencia se mezcle con tanta maldad y que la magia de la creación, sea médica, artística o científica se contamine por el odio y la destrucción.

En la carta número dos, Kraus reflexiona sobre los vínculos entre medicina y sociedad. Hace no muchos años, el médico tenía un papel importante en la sociedad, antes de que las ciudades grandes se volvieran intransitables y antes de que la mayoría de los médicos generales o internistas hubiesen casi desaparecido, algunos doctores tenían la costumbre de visitar a los pacientes en casa. Esto permitía la compenetración íntima y humana con el enfermo. Cuando se establece entre médico y paciente una relación empática el resultado es magnífico, no en balde Hitler entendió perfectamente esta dinámica dirigiendo sus primeros discursos, hacia 1933, a sociedades médicas. Conocedor, como pocos, de la sicología y la sicopatología de las masas, se acercó a los doctores. Sabía que el pueblo confiaba y creía en ellos. De igual manera menciona algunos médicos como Ernesto Che Guevara o el doctor Strockman, comprometidos con la verdad, la justicia y la sociedad. Lo mismo podría decirse del médico protagonista de La plaga, obra de Albert Camus. Arnoldo Kraus, lector ''macho" como diría el gran cronopio Julio Cortázar, observa el panorama social del mundo actual y le invade el escepticismo.

Nacer y morir son ámbitos que pertenecen a la medicina, pero también a la filosofía. En la Grecia antigua, los médicos estudiaban el cuerpo y reflexionaban sobre él. Así a lo largo de 140 páginas, el escritor entra en terrenos tan delicados que mucho tienen que ver con temas filosóficos: ¿Debe el doctor opinar acerca de la eutanasia? ¿Debe el médico ayudar a un paciente a bien morir, si éste lo solicita? ¿Es el suicidio un tema médico o es meramente filosófico? ¿Tiene que denunciar el médico las abusos que se hacen en países pobres donde acuden pacientes ricos a comprar órganos? ¿Es el aborto un tema que pertenece al rubro de la medicina? Estas y muchas otras interrogantes encontramos a lo largo del libro sin ofrecer respuestas, simplemente motivando a la libre reflexión porque no existen, advierte Arnoldo Kraus, respuestas universales a problemas tan complejos e individuales.

Sin embargo, creo que la preocupación medular de Kraus a lo largo de las 11 cartas estriba en preguntarse si es posible deslindar el humanismo de la profesión médica. La respuesta es no. Palabras como compasión, misericordia, empatía, servicio, sensibilidad, solidaridad, afecto, deben ser referencias vitales para el galeno, piedras angulares que sostengan los pilares de un edificio ético cuyos cimientos son los múltiples vínculos entre medicina y humanismo.

Un médico éticamente correcto es aquel que ve al paciente como a sí mismo. Cuando Kraus escribe del enfermo como ''el otro", lo hace pensando en las ideas de alteridad o de otredad descritas magistralmente por Emmanuel Lévinas, filósofo judeo-francés, quien hablaba sobre la responsabilidad para con el otro.

Decía: ''Soy yo quien soporta al otro, quien es responsable de él. Mi responsabilidad es intransferible, nadie podría reemplazarme". Estas aseveraciones denotan el compromiso de un ser humano hacia otro.

Otro asunto de vital importancia en las reflexiones de Kraus se refiere a la ''sociedad y el mundo", eso que Nouwen denomina la ''socialización del sufrimiento" y denuncia abiertamente sucesos como la contaminación ambiental y la negativa de Estados Unidos para comprometerse a detener el daño ecológico. Sabemos hoy, más que nunca,

acerca de los dolores y del sufrimiento del mundo y, sin embargo, somos menos capaces de responder a ellos.

También reclama la forma en que se ha comercializado la medicina. Con las Organizaciones Proveedoras de Salud los seres humanos y su esencia desaparecen. Tanto para galenos como para pacientes ésta es la máxima forma de despersonalización y una de las vías para aniquilar el poco humanismo que le queda a la medicina.

Otra problemática de la profesión que Kraus denuncia es la falta de ética de las compañías farmacéuticas -en México se tendría que agregar el término trasnacionales-, ya que éstas delinean sus metas sin plantearse qué es lo que más conviene, qué es lo que más urge, qué es lo que requiere la mayoría de la gente, qué fármacos deberían abaratarse y cuáles no. Son muchas las situaciones insanas que traducen esas políticas y son pocas las protestas de los médicos contra esas actitudes.

Por último vale la pena mencionar el interés que Kraus muestra en el debate sobre la bioética, ciencia relativamente nueva. El término fue acuñado en 1971 por U.K. Potter.

Los diccionarios la difunden así: ''Disciplina científica que estudia los aspectos éticos de la medicina y la biología en general, así como de las relaciones del hombre con los restantes seres vivos".

''Etica médica", de acuerdo con Ruy Pérez Tamayo, brillante patólogo y pensador profundo, significa ''el conjunto de valores, principios morales y de acciones relevantes del personal responsable de la salud dirigidas a cumplir con los objetivos de la medicina".

La vejez, la eutanasia, el aborto, la clonación, la fertilidad, el genoma, el suicidio, la medicina para ricos y la medicina para pobres, el sida, los trasplantes y venta de órganos, la fertilidad in vitro son algunos de los temas de la ética médica que Kraus aborda desde una perspectiva secular o laica para invitar al lector a adentrarse en ellos.

Los asuntos tratados en este pequeño, pero ''gran" epistolario, son mostrados como parte del abanico que todo médico y ser pensante debe confrontar y la aventura termina, no porque se haya agotado el material sino porque de acuerdo con la máxima que suelen repetir los ingleses, less is more, Kraus denota la habilidad de quien economiza en espacios pequeños ideas grandes.

¡En-hora-buena Arnoldo!

 
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