Usted está aquí: jueves 3 de noviembre de 2005 Opinión A 19 años del CEU

Martí Batres Guadarrama

A 19 años del CEU

El pasado lunes 31 de octubre se cumplieron 19 años de la creación del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Ese movimiento estudiantil cimbró la UNAM y a la ciudad de México, e influyó decisivamente en muchos cambios políticos universitarios, en la cultura política y en diversas transformaciones generales de la sociedad.

El CEU surge en respuesta a las reformas promovidas por el rector de la UNAM en aquel entonces Jorge Carpizo, quien pretendía establecer un aumento general a las cuotas de los estudiantes de la UNAM, eliminar gradualmente el pase reglamentado del bachillerato a la licenciatura de la universidad, e imponer un modelo único de evaluación a los estudiantes, afectando la libertad de cátedra de los profesores. Dichas reformas, aprobadas el 11 de septiembre de 1986, constituían una amenaza de elitización de la Universidad Nacional, que dejaría fuera del beneficio de la educación superior a miles y miles de jóvenes de bajos recursos.

La protesta ceuísta ocurre bajo el manto de terror que había dejado la represión sangrienta de 1968. Cualquier protesta estudiantil tenía sobre sí el fantasma del 2 de octubre. "¿Y si ocurre otro 2 de octubre?", se preguntaban los estudiantes de cada movimiento ocurrido después de 1968. El CEU logró vencer el miedo, luchando con alegría. Los estudiantes salieron primero en una marcha de varios miles con antorchas del monumento a Alvaro Obregón hacia rectoría; después varias decenas de miles del Parque Hundido a rectoría. Y más tarde, se movilizaría del casco de Santo Tomás hacia el Zócalo desbordando la principal plaza del país de jóvenes y adolescentes que reclamaban un espacio de esperanza y de futuro.

Apenas unas semanas después, repetiría la hazaña de llenar el Zócalo capitalino con cientos de miles. El CEU venció el miedo de los estudiantes a la movilización.

Aun cuando nace como un movimiento contestatario, que rechaza el más emblemático de los proyectos educativos neoliberales, logra mirar hacia adelante y construir un horizonte propositivo. Así reivindicó el diálogo público por el que lucharon los estudiantes del 68, obligó a la rectoría de la UNAM a sentarse en la mesa en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía, y con la transmisión de Radio UNAM se lograron los famosos diálogos públicos entre una comisión de estudiantes y una comisión de la autoridades de la UNAM. El CEU ganó el debate, y con ello dio naturaleza intelectual a su lucha. Derrotó a las autoridades universitarias en su propio terreno. Terminó por convencer a los estudiantes indecisos. Se ganó a la opinión pública. Así dio la más grande legitimidad a su lucha. En ese marco, propuso la realización de un congreso universitario, para discutir y resolver en él, con todos los sectores de la universidad, la reforma académica que se necesitaba, sin exclusiones ni imposiciones. Con ello demostraba que no sólo estaba en contra de algo injusto, sino que también estaba a favor de hacer transformaciones y cambios, pero decididos entre todos.

Entre enero y febrero de 1987, las dos grandes marchas al Zócalo, el triunfo de los diálogos públicos y la huelga estudiantil de dos semanas, dieron la victoria al movimiento. Las contrarreformas de Carpizo fueron suspendidas y se aprobó la realización de un congreso universitario. El 3 de diciembre de 1987 el CEU pasa la prueba de las urnas, siendo el primer movimiento estudiantil que logra su legitimidad no sólo en la movilización, sino también en la votación. Ese día se elige por voto universal, directo y secreto a la comisión organizadora del congreso universitario, y la planilla del CEU obtiene 75 por ciento de los votos.

En mayo de 1990 se realiza finalmente el congreso en el cual se acordó la más amplia reforma académica que haya tenido la UNAM: consejos académicos por área, reformas de planes de estudios, diversificación de formas de titulación, posgrados basados en líneas de investigación, etcétera. Sin embargo, no se avanzó en la reforma de los órganos de gobierno.

El congreso fue un pacto al que las autoridades se vieron obligadas por la comunidad, pues sus resoluciones se tomaron con las dos terceras partes de los votos. Eso dio garantía a todos y estabilidad a la universidad.

El CEU también marchó por las calles apoyando la huelga del Sindicato Mexicano de Electricistas en 1987. Y en 1988 abrió las puertas de Ciudad Universitaria a Cuauhtémoc Cárdenas, forjando un pacto entre los universitarios y la izquierda, que perdura hasta nuestros días.

En el CEU se recrearon los valores de una izquierda con capacidad de triunfo. La movilización, el sentimiento de victoria, la alegría de cambiar la vida, el debate de las ideas, el pensamiento universitario, la negociación, el diálogo, la reforma académica, la solidaridad, el proyecto nacional, la resistencia, el ejercicio reflexivo, el voto, todos esos elementos configuraron su identidad.

El CEU ganó en las calles, ganó en las urnas, ganó en el debate, ganó en la negociación. Hoy la UNAM, esencialmente, sigue siendo una universidad pública y gratuita. Se lo debemos en buena medida al CEU y a quienes después siguieron defendiendo una educación para todos sin discriminación de clase. Los dirigentes, los activistas, los militantes de ese movimiento, hoy comparten muchas responsabilidades en diversos ámbitos de la vida de la sociedad. Muchos como legisladores, otros como funcionarios públicos, otros más como dirigentes partidistas, otros en los órganos electorales ciudadanos, en los medios de comunicación, en las organizaciones humanitarias, en los movimientos populares, también muchos en la vida cultural y, por supuesto, en la academia y en las estructuras universitarias.

La generación del CEU en su momento ayudó a la educación pública, a la izquierda mexicana, y hoy influye decisivamente en el cambio político que está viviendo México.

 
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