LA MIRADA DE GELMAN
RODOLFO ALONSO
Juan
Gelman,
Por una vez, al menos, me es dado coincidir con lo que afirma un editor en contratapa. Cuando en el reciente libro de Juan Gelman: Miradas se alude a su autor como "Gelman, lector apasionado", recuerdo de inmediato aquella oportunidad en que volvimos a encontrarnos personalmente, corriendo 1997, en el marco del legendario Festival de Medellín, y pude comprobar que en su mesa de luz lo esperaba un voluminoso tomo de ensayos de Montale. A quienes llegue quizás a sorprender esta bienvenida nueva entrega de otro de sus escasos libros en prosa (donde ha sabido reunir magníficamente, con solvencia y sensibilidad, en una trama tan bien urdida que no se percibe a simple vista, lo que él sugiere apenas como "miradas" pero que son en realidad, y por lo general, agudas y entrañables perspectivas sobre poetas, artistas y escritores en muchos casos emblemáticos), quizás cabría recordarles que, a lo largo de su vida, y sin dejar de ser poeta, claro, Gelman nunca dejó tampoco de ser simultáneamente periodista, de ejercer el periodismo como profesión. Como si a medida que su tiempo maduraba ambas vertientes tendieran a encontrarse, a confundirse, a reunirse, estas tocantes crónicas originalmente aparecidas en la última página de un diario porteño, vienen en gran medida a confirmarlo. No sólo porque sus protagonistas, y como suele ocurrir de manera especial los más desconocidos u olvidados, resultan casi siempre nombres clave, significativos cuando no paradigmáticos, sino que también –y al mismo tiempo– no sólo se trasluce aquí una voluntad de autor que los reúne y relaciona entre sí sino que, además, a mi modesto entender, se me hacen ligados de uno u otro modo con la propia cosmovisión de Gelman como intelectual y como artista, con su propio desarrollo humano y creador. De Safo a Colette, de Rimbaud a Rubén
Darío, de Kafka a Conrad, de Baudelaire a Katherine Mansfield, de
Paul Celan a Ingeborg Bachmann, de George Grosz a Franz Baermann Steiner,
de Melville a Beckett, de Ignatius Sancho a Hart Crane, de Wilde a Joyce,
de Thomas Mann a su hermano Heinrich, de D.H. Lawrence a Raymond Chandler,
de Heine a Supervielle, de D’Annunzio a John Wayne, de Giacometti a Elytis,
de Chéjov a Robert Lowell, de Charles Ives a Deng Xiao-ping, de
Pontecorvo a Ingmar Bergman, de Cole Porter a Tarkovsky, por citar sólo
algunos, pero también de Daniil Kharms a Nikolai Erdman, de Imre
Kertész a Gunter Kunert, de Mandelstam a Meyerhold, de André
Chénier a Primo Levi, todos ellos investidos con la cruz de su tiempo,
artistas que no sólo dan, sino que son testimonio por su
belleza y su dolor, por su tragedia y por su arte, acaso es posible leer
además, por debajo de cada una de sus vidas, también la historia
y la vida de quien ahora los evoca, el poeta Juan Gelman, comprometido
como siempre, sí, pero acaso esta vez con la amarga y saludable
dignidad de la experiencia propia, con la dolorosa y fecunda lucidez de
lo experimentado en carne propia: "un hecho que para muchos pasa inadvertido:
la ideología de un escritor es sólo una parte de su subjetividad,
de su experiencia y su vocación expresiva" •
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