La Jornada Semanal,   domingo 30 de octubre  de 2005        núm. 556
Juego de cartas 
correspondencia 
de Juan García Ponce

De Juan José Gurrola

Querido Juan:

Como quien dice: "el escorpión golpea otra vez" con esta expo-homenaje para orgullo de tu sagaz inteligencia. Otra medalla en tu larga carrera de triunfos en la que demostraste una fuerza sobrehumana, una pasión bestial por la literatura, una lealtad inequívoca para con tus amigos y una relación constante con la pintura, tus pinturas y las postales en tu cuarto. Fue muy significativo ver los cambios que hiciste en tu última temporada con nosotros. Te trajiste de tu estudio las fotos de Proust en su lecho de muerte, a James Joyce sentado en una piedra y Musil con sombrero. En el escritorio, frente a tu cama, con los gatos encima, te quedaste atravesando con la mirada a La toilet, de Balthus. Luego sigue El baño de Diana, de Cranach. Después un pequeño cuadrito de un amuleto con un ojo. Lugo viene Santa Teresa, de Bernini. Enfrente más abajo está la Crucifixión, de Grünewald. Después estaba también, que no sale en la foto que tomé, un Pintor y su modelo, de Picasso. Y en el muro las fotos de tus hijos y demás.

Antes estuvo Adán y Eva, del mismo Cranach y la Venus, de Boticelli que recuerdo que Rosa (mi mujer, la muy detallista) le vio seis dedos en un pie y la quitaste. Cierto o no, tuviste siempre muchos desnudos clásicos que atravesabas, como Klossowski, las pinturas de Tonerre. Él mismo escribe en La Revocación...: "la emoción que buscaba era la de la vida dándose en espectáculo a sí misma, la vida permaneciendo en suspenso, afirmando una realidad que se derrumba. A través de todas sus diversas interpretaciones, como afirmación de la vida o como puente hacia la muerte, elijo el desnudo en la pintura porque nos regresa una vez más al sentido verdaderamente profundo del arte: la imagen del hombre en su búsqueda de sí mismo y del mundo, el mágico encuentro entre el yo y la apariencia, el carácter y el destino, para llegar al misterio de la realidad". Igual tú.

Bueno, tú escribiste tanto y más sobre pintura que se te llenó la casa de regalos de pintores que admiraban tu fina mirada en las artes plásticas. Prueba de ello son tus libros sobre Claussel, Michel, Tamayo, el majestuoso Soriano y tantos otros y tus ensayos en los años sesenta sobre:
 

1.- Georges Braque, La azucarera

2.- Pablo Picasso, Noche de pesca en Antibes

3.- Paul Klee, Cerámica mística

4.- Paul Klee, Naturaleza muerta

5.- Wassily Kandisnky, Composición

6.- Gustav Klimt, Judith-Salomé

7.- Lucas Cranach, Venus y Eros

8.- Wilhem de Kooning, Mujer

9.- Casimiro Castro, Las cadenas en una noche de luna

10.- Rufino Tamayo, El hombre

11.- Manuel Felguérez, La cintura de la Andreida

12.- Vicente Rojo, Señal con marco

13.- Fernando García Ponce, Imagen superpuesta

14.- Roger von Gunten, Río tropical

15.- Alan Glas, No. 2

16.- Juan Soriano, Retrato de Lupe Marín y tres cerámicas

(recuerdo la exposición en la Zona Rosa)
 

Lo anterior lo copié de "La aparición de lo invisible" como te habrás dado cuenta.

Era un lujo pasar tardes y noches con J. Vicente tomando los incomparables martinis de Eugenia y mirando los cuadros que nunca cambiaron de lugar. Recuerdo uno con una mariposa negra y los gatos de Von Gunten, el de Vicente Rojo (una especie de bandera), y Felguérez. Lilia Carrillo reluce como un faro de luz. Los libros en perfecto orden. Los tuyos en primer lugar haciendo una larga fila con la que ponías verde de envidia a Pepito de la Colina. Todos dicen que eras un maniático del orden. Yo pienso que usabas esa disposición espacial como trampa para hacer caer, con una paciencia admirable, a la que fuera. Nunca te pudiste distraer de la competencia, ya fuera intelectual o romántica. Y tu memoria sobre cualquier tema era fascinante.

Los cuadros mostrados aquí en las salas de Bellas Artes estaban en lo que en ese entonces era la casa de Michèle. Recuerdo haberlos visto alguna vez sin mucho entusiasmo; quizá porque estaban mal colgados, o les daba mal la luz. Ahora se ven mucho mejor.

Debo confesarte que yo nunca te vi enfermo. Por eso menos ahora pensar o verte muerto. Y reflexionando, no es nada de lo que me pueda sentir orgulloso. Es la naturaleza egoísta que siempre he llevado. "Nomás piensas en ti, en ti. No te importa nadie más", decía mi madre. El único consuelo es que, pienso, así han de haber sido Nietzsche y Woody Allen u Orson Wells, for all I know. Y sus madres también. No hay escape.

Otra prueba de tu fidelidad a la pintura fue que tomaste parte en el equipo de "Pincel y Fibra" compuesto de pintores (incluyéndome a mí) en el encuentro contra "La Canalla", compuesto por asiduos al Perro Andaluz o los hijos de la alpargata, como les llamábamos. Recuerdo que tú eras el capitán del equipo (siempre fuiste el capitán del grupo desde Peyton Place a Alberto Zamora) y no dejaste entrar a Arnold Belkin por mal pintor teniendo que llamarlo a jugar a los diez minutos porque ya ibas dando el bofe corriendo. Fernando nos apantalló como portero y les ganamos gracias a las amistades de Manuel Felguérez que eran jugadores de segunda división y pintores de brocha gorda. Juan Carvajal, el gran poeta, escribió un genial artículo sobre el tema.

En la Casa del Lago también capitaneabas las exposiciones. La de Tamayo, de Soriano y tantos otros. Melo organizaba la música y yo, Héctor Mendoza y J. L. Ibáñez el teatro. Quién iba a decir que Gastón García Cantú iba a correr de la unam al multi-premiado García Ponce, al veracruzano ilustre Juan Vicente Melo y a mí: Premio Nacional de las Artes. Aquí, off the record, supe que fuimos víctimas de las envidiosas intrigas de Albertito Dallal y Ruiz Saviñón que fueron con el chisme a Difusión Cultural acusándonos de un comportamiento impropio en la Casa del Lago que tantos buenos recuerdos nos trae. En realidad, comparado con hoy, éramos unos inocentes con inclinaciones etílicas normales. Quién iba a decir que todas las mañanas tomo mi café en una taza con tu nombre y también mi librito de teléfonos especiales que compré en la librería que lleva tu nombre en Mérida. Gracias al Gobierno de Yucatán y a Carlos, tu hermano, seguramente.

La Casa del Lago y Poesía en Voz Alta fueron escuela para mí. Revisé la magnífica colección de la Revista de Literatura con entregas de Tomás Segovia, Elizondo, José Emilio y después la publicación de Sábado con Benítez y después con el nunca bien ponderado, gran amigo tuyo, excelente albañil: el incomparable y fiel Huberto Batis que no sé por qué no quiso venir a departir con nosotros en esta afectuosa muestra de amor de tus amigos. En un número de la heroica revista encontré el poema de Pavese del cual sólo leeré las primeras líneas:

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Esta muerte que nos acompaña
Desde la mañana hasta la noche,
Insomne, sorda, como algún viejo
Remordimiento o algún vicio absurdo.
Tus ojos serán una palabra vana,
un grito ahogado, un silencio.
Así los ves tú cada mañana,
Cuando sobre ti sola te doblas
En el espejo. Oh cara esperanza,
Ese día sabremos también nosotros
Que eres vida y eres nada.
Hasta ahora nos acusan de rebeldes (claro, para no ver su realidad que de tener conciencia nuestros detractores se suicidarían); todavía soy un enfant terrible y voy a cumplir setenta. Es un logro y un orgullo habernos mantenido fuera del stablishment y la verdad es que trabajábamos mucho. Tajimara, Los exaltados, Doce y una Trece, Catálogo razonado (que trata sobre el pintor y su modelo), La hermosa gente, Los poseídos, etcétera, y la Revista de la Universidad y tantas otras actividades que compartimos.

Para no caer en la fascinación de contar al respetable las mil y una noches de anécdotas y travesuras que en nuestra larga vida pasamos: muchas de ellas inconfesables pero divertidas... como cuando te cacharon en el baño, un fin de año en la casa de tus padres -doña Monina y don Juan- fajando a no sé quién. O cuando el marido de la hija del gobernador de Puerto Rico casi te mata por salirte de la fiesta con su mujer, mismo que convenciste de regresar a la fiesta tan campante. O cuando te perseguía James Baldwin, famoso escritor afroamericano en el hotel Barranquitas mientras tomábamos Pink Gins en la barra con William Styron, Torre Nilson, Sábato, José Luis Cuevas, Rockefeller (David), Marta Traba, Lillian Hellman, Jaime García Terrés, etcétera. O dando una conferencia en el Waldorf Astoria diciendo que las pirámides mayas te parecían unos buenos Mondrian.

¡Ah! Y en Washington, persiguiendo a la hija del Representante de la Cámara en el Congreso, bueno, en su casa, no en el Capitolio; monumento donde hicimos de las nuestras contra Hubert Humphrey después de conocer a Jack en la Casa Blanca, a Roberto en el Departamento de Justicia (donde denunciábamos que no le daban visa a ciertos intelectuales como Carlos Fuentes y nos contestó: "En EU puede entrar todo el mundo con tal de que no vengan a asesinar a mi hermano." ¿Recuerdas? Al otro día lo balacearon en Dallas. Ya ni fuimos a la cena con Robert Kennedy. A mí no me dejan tener visa ni a mi hija por llamarse Gurrola porque practiqué golf frente a la embajada la madrugada que invadieron Panamá. (Que por cierto, Pancho Villa fue hijo ilegítimo de Luis Germán Gurrola, un rico hacendado cuyo padre fue un inmigrante de origen judío austríaco, y de Micaela Arámbula de Arango, sirvienta casada con un peón, de orígenes colombianos... Gurrola, con razón, ¿no?), ¡en fin! me despido leyendo un artículo* que te escribí en 1981 que nunca salió a la luz. Sólo la parte final que me gusta.

* Publicado por La Jornada Semanal
núm. 548, 4/IX/2005.


de Inés Arredondo

Montevideo, a 6 de diciembre de 1963

Queridos Meche y Juan:

¿Siguen bien, felices y hermosos? Me alegro. Aquí llegó el verano, la única estación verdadera, digan lo que digan: las otras, las llamadas espirituales, vienen tan mojadas que le reblandecen a uno todo, empezando por los sesos. Ahora hay necesidad de desnudarse, todo huele, se ve, y zumban las moscas: como debe de ser.

Juan, "Imagen primera", el cuento, me entusiasmó. Ya te lo imaginabas, supongo, y te lo imaginabas, supongo también, malignamente. Pues sí, tienes razón: si es un cuento endemoniado, cuya trampa es "la revelación y aceptación del mal" (como dice la contraportada), yo caí en él como un condenado, porque el mal no lo sentí. Una cosa es saberlo pre-juiciosamente, y otra que se le revele y uno lo acepte. A mí esas cosas no me sucedieron, y es, o porque tú eres muchísimo más retorcido de lo que tus comentaristas sospechan (espera, retorcido no es la palabra, tan vez haya alguna en la teología, que yo desconozco, para denominarte, como un sapientísimo tentador, un serio y activo especialista del mal) o porque mi alma está tan corrompida por la pureza que ya no tiene olfato. En Thomas Mann uno tiene la defensa de que la decadencia al menos, cuando no un pecado más palpable, lo pone en guardia y lo inquieta: uno comprende, pero no acepta. En cambio, en tu cuento todo es transparente y fresco como el agua, y eso es terrible, porque el lector ayuda, empuja, a los hermanos al incesto, no ve en ellos más que el amor, la realización, ¡al fin!, de un amor perfecto. Porque lo que a ellos les pasa les sucede a todos los verdaderos amantes (ustedes), que cierran su mundo y lo hacen intocable, consiguen la intimidad, y llamo intimidad a la desnudez total y al ámbito que esa desnudez crea, y la defiende. Bueno, para qué lo explico si ustedes lo saben mejor que yo. Y se tiene la sensación de que con ello no contravienen ninguna ley divina ni humana, sino que cumplen el anhelo de la perfección, simplemente y con grandeza. La escena de amor no es "a lo bestia", como habías anunciado en tu primera carta, sino todo lo contrario. No, lo monstruoso o enfermizo no lo sentí ni un solo momento, ningún aire sofocado, nada sospechoso. Únicamente el final me pareció terrible. ¿Por qué condenados a desaparecer sin dejar huella, rastro, recuerdo? Lo primero que percibí fue la injusticia, y después sí, el misterio, el dolor de esa injusticia, la seguridad de que la perfección es efímera. Pero por ello mismo seguimos aspirando a ella, al supremo equilibrio de un instante. Y bien, creo que vale la pena. ¿Estoy endemoniada?

Ya sé que estoy escribiendo muy mal, que no me expreso, pero en medio del párrafo anterior tuve que darles el té a los niños, y siguen por aquí gritando y estorbando, estoy con un ojo al gato y otro al garabato, pero espero que ustedes que son buenos entendedores descifren mis muchas palabras.

Mando eso: un cuento y una noticia (sobre mí). Me interesa que me digan algo sobre el cuento (lo mando sin corregir siquiera los errores de máquina, confiada a la bondad de ustedes para que al irlo leyendo lo corrijan, porque yo, de veras, si espero a tener tiempo se termina el año sin mandarlo), en cuanto a "La extranjera", quise intentar una forma diferente de contar porque la mía propia me fastidia. Es una aspiración a la frivolidad, seguramente degradante, pero me refresca. Lo único que pido es que me digan si es absolutamente impublicable, porque sigo sin tener las páginas necesarias para el libro (¡ay! qué Penélope me sentí aunque me revienta esa señora). Bueno, sigo pidiendo favores: "Olga", una vez leído, corregido, criticado, si creen que está pasable, quiero que se lo manden a Sergio Galindo para su revista. Nunca he publicado más que en revistas de pueblo, en la Mex. De Lit. y en la de la unam, y quisiera probar fortuna en otras partes. A Sergio le pienso escribir a la Universidad Veracruzana y decirle que no se lo mandé directamente porque como no sé su dirección exacta temí que se perdiera, aunque la verdad sea que quería que ustedes lo leyeran antes de aventurarme en el proceloso mar de la publicación.

Tomás ya les contará que por fin tiene amigos, víctimas (léase conversos), y empieza a respirar. También llegó Bergamín y ya lo saludamos, aunque apenas podremos invitarlo la semana entrante porque está de compromisos hasta las narices. Así que, como ven, con el verano todo surge sobre la tierra. Hace un día tan maravilloso que me da rabia tener que escribirles en lugar de que estuviéramos sentados en esta preciosa terraza tomando un refresco o hasta un whisky, hablando. Los niños chorreando agua de mar, estorbarían mucho menos. Siempre recordamos a Merceditas y la situamos perfectamente aquí con su bikini.

El recorte que mando les va a parecer absurdo, pero lo tienen que leer hasta el final para saber de qué se trata. Me dio gusto cuando lo encontré y también cuando vi en un noticiero francés un cuadro de Alberto en la Bienal de París.

Escríbanme pronto sobre el cuento, estoy impaciente.

¿Fue Leñero el que ganó el premio Biblioteca Breve? Aquí publicaron la noticia diciendo "el mexicano Leñero", pero espero que se trate de él, y si es así, que le des un abrazo de mi parte, Juan, cuando lo veas en el Centro de Escritores. ¿Qué es de José de la Colina? Me preocupa, porque como la revolución cubana sigue adelante sospecho que lo fusilaron.

No puedo más con toda la plebe encima de mí. Saludos, besos a los niños, abrazos, muchos, y le comparten a Consuelo.
 

PS No tengo dirección porque el día 15 nos tenemos que ir de esta casa y todavía no sabemos a dónde, así que les pido me escriban a casa de mi única amiga: Marina Lacoste – Bolivia 1526 – Carrasco. Ciao.

PD Vinieron ayer los Roma, Ángel Roma, crítico, y su mujer, Ida Vitale, poetisa. Cultísimos y sociales imposibles. Tan simpáticos que hoy tengo el alma dolorida. Sentí que cuanto más hablábamos menos nos entendíamos, que todo no parecía sino era, una tontería todo.

Vale


de Pierre Klossowski

69 rue de la Glacière
Viernes 21 de mayo de LXXXV
65013 París



Muy querido Juan García Ponce,

Hace ya más de diez días que me llegó el manuscrito de la versión francesa de su largo comentario: sepa usted de inmediato que comencé la lectura de este testimonio de una comprensión tan apasionada como mis propias elucubraciones. Lo primero que llama la atención es la forma sorprendente en que usted describe las ramificaciones múltiples en que un tema se prolonga en otro. Un autor sólo siente que existe realmente a partir del momento en que da lugar el despliegue de otro intelecto que tal y como sucede con el suyo, se complace en habitarlo. (¡Y cuán justa me parece la aproximación que hace usted con Musil!) Hoy sólo quiero agradecer a usted muy débilmente una manifestación tan sorprendente de íntima solidaridad. Yo hubiese querido desde ahora comunicarle algunas observaciones relativas a ciertas partes de interpretación, si no fuese por el inquietante estado de salud de mi mujer, que me llega a privar de la concentración necesaria para escribirle a usted de manera más circunstanciada. En cuanto termine mi relectura, someteré el manuscrito a nuestro amigo Louis René des Forêts –no sé si tiene usted el conocimiento de este maravilloso escritor– quien es un consejero por demás eficaz en las ediciones Gallimard.

Estaría yo muy orgulloso si llegara a ver aparecer en Francia su bella meditación. "Orgulloso" hasta el punto de poner en cuestión lo que pensemos el uno y el otro –perdón, en lo que hace al menos a "mí mismo",– del principio de identidad... Ya me es un gran consuelo saberme comentado por usted y ser presentado así en México. Eso significa que para mí usted es una de las sonrisas que me dirige el destino. Que estas pocas líneas puedan transmitirle a usted, mi muy querido Juan García Ponce, el afectuoso y admirativo pensamiento de su agradecido

Pierre Klossowski

Traducción de Adolfo Castañón



Pierre Klossowski a Juan García Ponce

69 rue de la Glacière
Viernes 21 de mayo de LXXXV



Una fiesta de la amistad más rara, eso es lo que me reserva cada nueva carta suya, mi querido Juan García Ponce, ese testimonio reiterado de su devoción cada que sus propias pruebas (¡yo sé cuales!) le dejan algún respiro –y estoy tanto más emocionado y confundido cuanto que no le puedo hacer a usted justicia por el hecho de que mi ignorancia del español (exagero un poco), me impide leerlo a usted salvo –demasiado egoísticamente– por esa excepcional monografía, gracias a la traducción al parecer excelente del encantador Rafael Segovia: en efecto los Cahiers du Chemin (Gallimard) publicaron una parte importante (la representación plástica de Roberte en su número de julio –(Gallimard) se reservaría el derecho de editar integralmente la obra en una fecha ulterior.

Naturalmente, estoy de acuerdo en todo lo que usted pide (tanto por lo que hace al sorprendente proyecto de Gurrola de poner en escena Roberte (Monnai vivant) en su propio libro, sólo le ruego que mencione entonces el nombre de Pierre Zucca. Debe usted saber que Pierre Z y yo estamos preparando el rodaje de una cinta inspirada en La Révocation de l’Edit de Nantes, y esta vez este proyecto emprendido e interrumpido más de una vez, tiene serias posibilidades de llegar a buen término, puesto que es obedeciendo la instigación de un productor que debemos poner manos a la obra a partir de junio o julio.

En fin, ¿y cómo no estaría yo encantado con la amable idea de su hermano Carlos de exponerme en México? Rafael me anunció su llegada inminente a París: podría ver mis obras más recientes tanto en mi propia casa como en la Galerie de la Abbaye (en la calle de l’Abbaye), entretanto los dos lienzos de mis composiciones a color siguen siendo visibles en casa de nuestro amigo Aldrovandi, mi manager que dirige la Librería Einaudi (40, vía Manzini). Sólo temo que no lleguemos a coincidir con el Sr. Carlos Ponce, cuando llegue, pues debemos salir a la provincia la semana que entra para las vacaciones de Pascua. Ya había yo aplazado la expedición de estas palabras tardías con el único propósito de oír sus palabras por teléfono: finalmente Rafael no pudo venir la noche prevista para establecer la comunicación a la hora parisina (21 hrs.) concordando con la tarde mexicana. Una vez más, créame usted, muy amado señor Ponce de todo corazón su Pierre Klossowski. 


Traducción Adolfo Castañón