Usted está aquí: domingo 30 de octubre de 2005 Opinión Que se queden todos

Guillermo Almeyra

Que se queden todos

Las elecciones del 23 de octubre confirmaron que, desde diciembre de 2001 hasta ahora, las cosas han cambiado mucho. El "¡Que se vayan todos!" radicalizado de la clase media empobrecida de Buenos Aires de hace cuatro años ha dado, en las urnas, el resultado de que se han quedado todos, los que se debían ir y los otros. Es más, en la capital federal argentina ganó el menemista y derechista Mauricio Macri, presidente del club Boca Juniors (por quien, sin embargo, Maradona no votó, en señal de repudio), y la derecha, en general, obtuvo casi 40 por ciento de los votos. Además, en la rica y estratégica provincia de Neuquén ganó el gobernador menemista, que aparece como líder natural de la derecha para las elecciones presidenciales de 2007. El mismo Carlos Saúl Menem fue elegido senador en su provincia natal, La Rioja, si bien en representación de la minoría. Por otra parte, el peronismo sigue siendo el principal partido, aunque esté ahora dividido, y la Unión Cívica Radical, ese partido liberal nacido hace 105 años, sigue siendo el segundo. En el centro izquierda, otro partido demoliberal del siglo XIX, el Socialista, empieza a aparecer como oposición de izquierda de un establishment de derecha. En cuanto a las izquierdas (comunistas, socialistas de izquierda, grupos que se dicen trotskistas), si uno suma sus componentes (cosa imposible, porque se odian y combaten entre sí con gran saña), la adición no permite llegar al 5 por ciento, tanto en la capital federal como en la provincia de Buenos Aires, o sea en la principal concentración estudiantil y en la principal concentración industrial del país. Muchos de los que sacaron 0.5 por ciento dirigen grupos piqueteros que no los votaron...

Dentro de esta continuidad hay, sin embargo, novedades. La esposa de Kirchner obtuvo no sólo votos peronistas sino también gran cantidad de votos no peronistas, al igual que el canciller Bielsa, en la capital, como se ve comparando sus votaciones respectivas con las del peronismo en la última elección. Y la importante provincia de Santa Fe, donde los socialistas ya gobernaban Rosario, ahora dejó de ser mayoritariamente peronista, ya que allí ganó una alianza entre aquéllos y los radicales más progresistas. De modo que Kirchner se ha fortalecido políticamente, pero a costa de un duro golpe al peronismo y de su "contaminación" por votos no peronistas. Además, aunque la derecha ganó en la capital, los votos del centro y del centro izquierda, sumados (los de la Carrió, violentamente antikirchnerista, pero no derechista, más los del oficialismo, representado en este caso por Bielsa) superan de lejos a los de Macri, lo que hace que la capital sea conservadora, pero no reaccionaria.

El golpe sufrido por el peronismo clásico en la provincia de Buenos Aires (con su aparato clientelar, su policía corrupta y delictiva, sus lazos con la droga y las mafias) sin duda enfrentará aún más a Kirchner con el ex presidente Duhalde, secretario actual del Mercosur, y provocará reacomodamientos en el aparato político peronista. El ministro de Economía, Lavagna, artífice de la política económica del gobierno y garante de las empresas nacionales y extranjeras, es un hombre de éste y, por otra parte, podría ser el candidato del sector conservador para la disputa de la presidencia de la república en 2007, enfrentándose a Kirchner, de modo tal que probablemente ya ha comenzado la cuenta al revés para su remplazo en el gabinete ministerial. Por otra parte, seguramente se producirá un efecto de "cargada", es decir, de atracción de los oportunistas por el vencedor, de transformación de gobernadores y diputados o senadores menemistas en kirchneristas, y habrá que ver, después de todos los chaqueteos, cómo queda la relación de fuerzas en las cámaras y, por consiguiente, cuál ha sido el fortalecimiento institucional del presidente. Además, el hecho de que la base piquetera haya votado por la esposa de Kirchner en la provincia de Buenos Aires, o se haya abstenido (la abstención y el voto nulo equivalen más o menos al 10 por ciento), en vez de seguir a sus dirigentes "ultras" del Polo Obrero, MST, MAS, PST y otros, dará a Kirchner una mayor base de maniobra en el campo social, donde el eje de las luchas, ahora, pasa sobre todo por los trabajadores ocupados y sindicalizados, que empiezan a recuperar salarios y conquistas. El fracaso estruendoso de esa izquierda sin duda será aprovechado por el gobierno para presentarse como única alternativa viable ante la gente, y también ante el capital imperialista, al cual muy probablemente hará bajo cuerda nuevas concesiones, pero presionará públicamente de palabra.

En la Argentina, es cierto, se acabó el bipolarismo (peronismo vs. antiperonismo, peronistas vs. radicales), porque tanto el peronismo como el radicalismo se han hecho papilla y disgregado, aunque sigan siendo las mayores confederaciones de tribus, y el antiperonismo "gorila" clásico tiene escaso arrastre y se localiza sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. Pero las direcciones políticas de los diferentes sectores capitalistas ahí están, aún sin enterrar. La sacudida de diciembre de 2001 no sirvió para "que se fueran todos" ni para construir una izquierda de masas sino para debilitar aún más a ésta (que no es capaz ni siquiera de hacer un frente electoral y social) y para que todos los que debían irse aprendieran algo de habilidad y de hipocresía para seguir quedándose. Pero ¿hasta cuándo?

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