Usted está aquí: domingo 30 de octubre de 2005 Mundo Debate nacional en EU por la acusación contra Lewis Libby

Conservadores intentan restarle importancia al caso

Debate nacional en EU por la acusación contra Lewis Libby

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Nueva York, 29 de octubre. El país pareció detenerse cuando un fiscal especial anunció el viernes que la mano derecha del llamado "vicepresidente más poderoso en la historia de Estados Unidos" mintió repetidamente para encubrir el posible delito de divulgar la identidad secreta de una miembro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

En las siguientes 24 horas estalló el debate nacional sobre las implicaciones e interpretaciones de lo que posiblemente continuará durante los últimos tres años que quedan del gobierno de George W. Bush.

Las tres cadenas nacionales de televisión interrumpieron su programación (telenovelas y otras cosas sagradas) para informar a la nación que se habían presentado cargos, y un par de horas después se trasmitió en vivo la conferencia de prensa del fiscal especial, Patrick Fitzgerald, quien detalló los cargos de obstrucción de la justicia, perjurio y testimonio falso contra Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney.

Hoy, por supuesto, fue la principal noticia en todos los periódicos nacionales, y comentaristas, analistas, ex funcionarios, "expertos", abogados y editorialistas trabajaron horas extras para tratar de explicar qué significaba esto para la vida nacional.

El consenso gira sólo en torno a lo que se anunció (y lo que no): que el fiscal no presentó acusaciones del delito bajo investigación -filtración deliberada de la identidad secreta de una agente de la CIA- sino sólo ilícitos relacionados con un aparente intento de encubrir el delito. Pero más allá de eso, todo está en debate.

The New York Times, el rotativo más influyente del país, en su editorial principal considera hoy que los cargos describen "un patrón de comportamiento distintivo y preocupante entre funcionarios de muy alto rango, incluyendo a Libby y al vicepresidente Cheney, quienes sabían que estaban tratando con una oficial encubierta y usaron su acceso a información clasificada en una campaña de relaciones públicas sobre las justificaciones, que se estaban desintegrando rápidamente, para la guerra con Irak".

Agregó el periódico que las acusaciones indican que la Casa Blanca sí utilizó la información sobre la agente de la CIA "como arma contra un crítico de la investigación, para dañar su reputación o como advertencia contra otros disidentes".

Joseph Wilson, el ex embajador, quien con su esposa la agente Valerie Wilson (Plame) están en el centro de este caso, publicó hoy un articulo de opinión en el diario Los Angeles Times dando la bienvenida al inicio de la justicia, pero recordando que hay un crimen mayor en esto.

"El gran jurado ahora ha concluido que por lo menos uno de los hombres del presidente cometió delitos", con el propósito de castigarlo por atreverse a denunciar que la Casa Blanca había usado información falsa para justificar la guerra contra Irak.

"Esto llegó a ser asesinato de carácter. Altos funcionarios del gobierno usaron el poder de la Casa Blanca para hacer de nuestras vidas un infierno durante los últimos 27 meses", afirmó Wilson.

Pero subrayó que lo más importante es "que lo hicieron como parte de un esfuerzo claro para encubrir mentiras y desinformación que emplearon para justificar la invasión de Irak. Ese es el crimen supremo".

Concluyó Joseph Wilson: "No esperamos un mea culpa del presidente por lo que nos hicieron sus asesores de alto rango. Pero sí le debe a la nación tanto una explicación como una disculpa".

Para los editores del Los Angeles Times, la acusación demuestra una "campaña deliberada" de la Casa Blanca para "desacreditar a los críticos de la guerra en Irak".

Señalan que es casi seguro que Fitzgerald conoce la identidad del funcionario que filtró la identidad de Valerie Plame a los medios de comunicación -que muchos sospechan fue Karl Rove, asesor de Bush-, pero que la ley requiere que se demuestre la intención deliberada de revelar la identidad secreta de un agente para ser delito.

Libby, afirman, fue acusado por haber impedido a investigadores determinar si el delito ocurrió. Sin embargo, opina el rotativo, dañó la imagen de una Casa Blanca que llegó al poder prometiendo superar los escándalos "éticos" de sus antecesores, y que sabía manejar mejor que otros la seguridad nacional del país.

Pero el Wall Street Journal desechó lo anterior, al señalar que no hubo crimen. El influyente rotativo opina que Libby sólo "estaba defendiendo la política del gobierno contra un ataque político, y no cometió un delito". Agregó que las acusaciones del fiscal giran sólo en torno a "inconsistencias" entre las versiones de Libby y de reporteros sobre quién dijo qué y cuándo hace dos años, o sea, son fallas de memoria.

Afirmó que Libby fue un miembro del gobierno de Bush que "sólo intentó revelar la verdad sobre Wilson, crítico del gobierno que estaba mintiendo a la prensa sobre su papel en la misión a Níger y la naturaleza de la inteligencia que resultó de eso".

El Wall Street Journal, al ofrecer lo que serán algunas de las líneas del argumento de defensores de este gobierno y su política bélica, señaló que todo el asunto no es más que "una disputa sobre política entre un gobierno electo y críticos del manejo de la guerra contra el terror del presidente", y advierte que si el fiscal no puede comprobar que Libby estaba mintiendo con algún motivo nefasto, "la acusación parece ser un caso de criminalizar la política".

Añade que Libby "no ha sido acusado de intentar encubrir algún delito mayor o menor por el gobierno de Bush. La acusación resulta ser sólo un alegato de que un funcionario mintió sobre lo que sabía de un crimen de fondo que no fue cometido".

Desde hace semanas, republicanos y conservadores habían preparado sus versiones para defender a la Casa Blanca, con muchas de las líneas de argumentación ofrecidas hoy por el Journal y otros medios.

Durante la ultima semana, prácticamente todos los comentaristas conservadores repitieron, casi como mantra, que la investigación al alto funcionario de gobierno era un intento por "criminalizar una disputa política". Además, señalan ahora varios conservadores, no se logró comprobar el delito bajo indagación y, por tanto, estas acusaciones son secundarias.

El New York Times comenta sobre este tipo de argumento que "los intentos de los republicanos de minimizar los cargos son notables, considerando que muchos de esos políticos felizmente ayudaron a impugnar al presidente (demócrata) Bill Clinton sobre acusaciones parecidas pero en un contexto mucho menos serio".

Estas primeras reacciones son buena indicación del debate político nacional que se prolongará tal vez hasta el fin de esta presidencia. Habrá mucha chamba para los estrategas de relaciones publicas y los expertos en controlar el spin -mensaje elaborado- entre las diferentes facciones que están envueltas en esta crisis política.

Mientras tanto, el juego de las especulaciones se intensificará, en particular en torno a las preguntas que hace unos 30 años destruyeron a un presidente: ¿quién sabía, qué sabían y cuándo lo supieron?

 
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