Usted está aquí: domingo 30 de octubre de 2005 Capital Se tornó en bromas, alerta por supuesta presencia de la banda Sangre en el DF

La policía reportó "sin novedad" en relación con presunto grupo guatemalteco

Se tornó en bromas, alerta por supuesta presencia de la banda Sangre en el DF

La noche del viernes fue normal, salvo algunos chistes en alusión al rumor difundido

EMIR OLIVARES ALONSO

Los capitalinos salieron el viernes por la noche a las calles de la ciudad para reventarse y reírse del mito de la banda Sangre. La alerta emitida en el transcurso de la semana por Interpol en Guatemala, en relación con la supuesta asociación de delincuentes cuyo rito de iniciación es circular de noche en un automóvil con los faros apagados y balear al primer conductor que les haga el cambio de luces, surtió el efecto contrario en los habitantes de la ciudad de México: la burla, en vez de alarma.

Al ver detenciones de automovilistas por parte de elementos policiacos, otros conductores preguntaban con picardía: "¿traían las luces apagadas? ¿Son los sangrones?", era más la curiosidad y la risa que la preocupación.

Los policías desestimaban los rumores, estaban seguros de que nada sucedería. Y no se equivocaron, nada pasó.

José Felipe Romero, Búfalo, supervisor de la Región 7 de la Secretaría de Seguridad Pública, que abarca las delegaciones Benito Juárez y Alvaro Obregón, afirmaba que no se presentarían ni bromistas. Cual película hollywoodense, el radio no dejaba de escupir claves policiacas durante la noche, pero ninguna daba el reporte de automóviles con luces apagadas.

Ni maleantes ni bromistas apagaron las luces de sus automóviles, por lo que la advertencia resultó -en lenguaje policiaco- negativa y se comprobó que el borregazo fue afirmativo. Saldo del viernes: blanco en este asunto "mi comandante".

Fue una noche de viernes normal: las avenidas y centros de esparcimiento con gran afluencia de clientela, los acomodadores de autos no se daban abasto, las vialidades fueron tomadas como carreteras de alta velocidad, y los rincones oscuros eran de los enamorados.

El paso de los convoyes policiacos era lento: entre 20 y 30 kilómetros por hora, para reforzar la vigilancia, pero nada especial ante la amenaza.

La noche transcurrió en calma; en la patrulla se escucharon sólo tres llamadas por la frecuencia policiaca: "conductor alcoholizado invade el carril confinado del Metrobús sobre Insurgentes", a la altura de un teatro, al sur de la ciudad. Finalmente fue remitido al Ministerio Público.

Segunda eventualidad, a las 00:30 horas: alerta sobre un muerto en vía pública. Las sirenas se encienden, se recorre la ciudad a más de 140 kilómetros por hora, los topes no son obstáculo, adrenalina policiaca al máximo. El hombre falleció por insuficiencia renal cuando su familia lo trasladaba al hospital.

La noche continuaba. Cerca de las dos de la madrugada, nuevo aviso de alarma. Parecía la nota, la velocidad se incrementa y en menos de tres minutos se llega al lugar de los hechos. Más de una decena de patrullas, dos ambulancias y curiosos. Fue un asalto, con dos lesionados por golpes.

 
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