Usted está aquí: viernes 28 de octubre de 2005 Cultura Botero blande el pincel contra la tortura en Irak

Botero blande el pincel contra la tortura en Irak

Realizó el colombiano serie de pinturas sobre Abu Ghraib; ''espero exponerlas en EU"

FRANCOISE ESCARPIT ESPECIAL PARA LA JORNADA

Ampliar la imagen Fernando Botero posa junto a sus pinturas inspiradas en los abusos de soldados estadunidenses contra prisioneros iraqu� en la c�el de Abu Ghraib, en una exhibici�n el Palazzo Venecia, en Roma FOTO Ap Foto: Ap

Ampliar la imagen El Palazzo de Venecia, en Roma, present� exposici�e Fernando Botero con las pinturas que el artista colombiano cre�partir de los abusos cometidos por soldados estadunidenses contra prisioneros iraqu� en la prisi�e Abu Ghraib FOTO Ap Foto: Ap

Un perro guardián gris, de hocico enorme, somete a un hombre tumbado en una celda. Piernas que se enlazan, nalgas al desnudo, amontonamientos impúdicos. Hombres encapuchados, atados, ojos vendados, pies esposados detrás de las barras de una celda. Totalmente desnudos o semidesnudos, con llagas como de Cristo, goteando sangre, colgados de un pie o una mano, exhibiendo el sexo. Sombras matizadas de rojo, marrón, naranja y caqui. Vendas grises, azules, rojas, verdes. Hombres con ropa interior femenina en posturas grotescas, bajo la mirada feroz de perros monstruosos. Hombres forzados a realizar una felación. Otros violados con un palo de madera. Barbudos, sangrantes, de cuerpo poderoso, torcido por el dolor y la vergüenza. Verdugos que sujetan a sus víctimas por los cabellos y orinan sobre su cuerpo macerado. Incontenibles, tres perros apenas sostenidos por una mano enguantada de azul se encarnizan sobre un hombre cuyos ojos están cubiertos con una venda roja. Dramático, el color de la sangre rodea a un hombre sin rostro pero con botas que, rodilla en tierra, somete a un prisionero.

Son 15 telas inmensas y una treintena de dibujos de Fernando Botero, consagrados a las torturas perpetradas en la prisión de Abu Ghraib, en Irak: obras sin nombre, simplemente numeradas, para subrayar el anonimato de las víctimas y reforzar el sentimiento de barbarie que exhalan.

Nos encontramos atrapados en el universo del colombiano Botero, perturbador en sus redondeces inmóviles e impenetrables, cuya retrospectiva de 15 años de trabajo fue expuesta este verano en el Palazzo Venecia, en Roma. Por primera vez se expone una muestra que quiso mezclar obras muy recientes con otras clásicas, trabajos que hacen tambalear al visitante de mirada escéptica, enfrentado de este modo a la sociedad del terror.

A partir del 10 de noviembre, el museo Wurth, en Kuenzelsau, cerca de Stuttgart, Alemania, colgará en sus muros las pinturas y dibujos de Botero sobre la tortura. Por primera vez se expondrá la serie completa, 80 cuadros, el último concluido apenas hace una semana.

¿Por qué decidió Botero representar en sus pinturas y dibujos las humillaciones infligidas por militares estadunidenses a presos iraquíes?

El artista colombiano responde en entrevista:

"Como todo el mundo, vi en los diarios las fotografías de Abu Ghraib y reaccioné con indignación ante las injusticias y la evidencia de una barbarie que no puede tener cabida, en esta época, en el país más rico y poderoso del mundo, un país que se nos presenta como modelo de civilización. Con el paso de los meses nos llegaba más información sobre lo ocurrido en esa prisión y yo me sentía cada vez más horrorizado por esta guerra. Un día, a bordo de un avión, terminé de leer un nuevo artículo sobre estas torturas y sentí un deseo imperioso de dibujar. Ahí mismo empecé a trazar algunos bocetos y, apenas llegué a mi estudio en París, me metí de lleno al trabajo. Eso fue hace ya un año. La semana pasada todavía terminé un cuadro más, con lo que suman 80 obras sobre el tema de las torturas."

En la retrospectiva de Roma, junto con la obra reciente sobre la tortura en Irak, se mostraron otros ángulos de Botero: escenas de calle, de bares y burdeles. Músicos y prostitutas. Mujeres ensombreradas, maquilladas, enguantadas. Otra, de cabellos revueltos, desgarrada por la muerte de su hijo. Futbol, corridas de toros, el presidente y su esposa, el cardenal, un Cristo enorme y grotesco. Plátanos verdes e insólitos sobre una silla; sandía y cereza en blanco y negro; bosquejos de obras de formato mayor; un nuncio apostólico, ensimismado en su jerarquía, paseándose por una plantación bananera mientras un monaguillo negro lo abanica; un toro y un torero solos frente a frente, ajenos a la multitud que los rodea. De los personajes emanan el abatimiento y la resignación, la arrogancia o la autocomplacencia, rara vez la alegría o el placer.

Pero en la serie de Irak, el pintor invita al espectador a introducirse en la celda y después vuelve a conducirlo a los corredores de la prisión para observar el papel del carcelero y el voyeur. Por estos maltratos, junto con ocho de sus compañeros, la soldado estadunidense Lynndie England fue declarada culpable por su participación activa en estos hechos y sentenciada a tres años de prisión.

-En sus cuadros sólo vemos hombres. Sin embargo, tenemos muy grabada en la memoria la imagen una militar estadunidense que participó en la humillación a los presos.

-Las fotos que yo vi son las mismas que vio todo el mundo. No tenía sentido reproducirlas tal cual. Yo me inspiré en la atmósfera que proyectaban esas imágenes. Las recreé, las reinventé utilizando la técnica que uso habitualmente: óleo, dibujos a lápiz, sanguinas, acuarelas, carboncillo. Me interesaron mucho más las víctimas que los verdugos. No sentí la necesidad de representar a esa mujer. Dicen que tenía una actitud de provocación sexual hacia los prisioneros; eso hubiera resultado demasiado explícito, pude haber caído en el estilo de Playboy. Preferí mantener cierta dignidad. Por eso consideré más eficaz representar a los verdugos a través de ciertos detalles, manos, piernas, botas. En este trabajo enfrenté un doble compromiso: el respeto por el tema y el respeto a la pintura.

-Hace algunos años realizó una serie sobre las masacres en Colombia. Los colores eran diferentes. Para Colombia, colores frescos, francos, vivos, claros; para Irak, tonos violentos, oscuros. Estas dos series rompen de alguna manera con la imagen que se tenía de usted, de un pintor poco comprometido.

-Efectivamente hice una serie de cerca de 75 cuadros, que se titula Masacres. Doné la totalidad de los lienzos al Museo Nacional de Colombia, en Bogotá. Creo que la pintura, en general, se construye más sobre la representación de momentos amables. Rara vez representa temas trágicos. Pero es cierto: la situación de Colombia y la tortura en Irak me golpearon de manera muy especial. En el primer caso, porque se trata de mi país, y eso explica la gama de colores que utilicé, la cual marca el contraste entre el horror de la violencia y la belleza del paisaje dulce y atractivo. En el segundo caso me parece que se trata de una barbarie intolerable, de prácticas inaceptables. Eso fue lo que me llevó a emprender esta obra porque, repito, en la historia de la pintura no abundan los cuadros tristes o dramáticos. Pongo al impresionismo como testigo de lo que digo.

-¿Puede decirse que en los años recientes ha pasado de la sátira social a la denuncia?

-En mi obra pueden encontrarse temas de naturaleza más agradable que la tortura y las masacres. Pero hoy día la situación es tan dramática que me condujo a expresarme así, si bien no hay una ruptura en lo que concierne a la forma: pinté estos cuadros con el estilo que he mantenido toda mi vida. Pero la violencia siempre ha estado presente en mi trabajo, de una u otra forma. Hace varios años doné a la ciudad de Medellín unas esculturas monumentales, entre otras la de un ave de la paz. El día que se inauguró sufrió un atentado. Alguien puso una bomba entre las patas del ave y la cubrió de flores. Fue horrible, en pleno domingo, poco después de mediodía. Hubo 22 muertos y decenas de heridos. Tiempo después le pedí a la alcaldía que mandara volver a soldar la escultura y la restituyera en su pedestal. ¡Quedó como si fuera un pescado cubista! Entonces realicé otra escultura de las mismas dimensiones, otro pájaro que fue instalado a corta distancia del anterior. Hoy esas dos aves son el símbolo de la paz y la violencia en Colombia.

-¿Y sus proyectos actuales?

-Por el momento creo que voy a concluir la serie de Irak. Ya logré lo que me propuse. A partir del 10 de noviembre estará expuesta en Stuttgart y después en la Pinacoteca de Atenas. Después quiero exponerla en Estados Unidos. Un museo de Washington manifestó interés, pero hay voces que ya se levantaron para oponerse e impedirlo. Si no consigo llevarla a Washington se hará en Nueva York. La galería Malbourough está interesada. Tengo muchas esperanzas. Y después quiero donar estas obras a algún museo. Todavía no sé cuál, pero lo que no quiero es ganar dinero a costa del sufrimiento humano.

Traducción: Blanche Petrich

 
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