Usted está aquí: jueves 20 de octubre de 2005 Economía Desarrollo y democracia

Orlando Delgado Selley

Desarrollo y democracia

La reciente cumbre de Salamanca ha recordado al mundo que América Latina es la región más desigual del planeta, lo que es un dato ya viejo, y que la democracia, relativamente nueva entre nosotros, no ha ayudado a corregir esa desigualdad. De allí el planteo de Kofi Annan y de Rodríguez Zapatero de luchar contra la desigualdad "en democracia". Al propio tiempo en nuestro país se promueve consolidar la democracia, coincidiendo con el planteamiento del llamado Acuerdo de Chapultepec. En esas visiones hay una misma idea de democracia realmente restringida. Se entiende como el reconocimiento de que los ciudadanos son los que eligen a sus gobernantes y a los diputados y senadores a través de los procesos electorales. Luego estos elegidos deberán cumplir con la ley, funcionar con honestidad y transparencia.

En esa restringida concepción cuidar la democracia y consolidarla es respetar el resultado electoral, reconocer la validez y legitimidad del árbitro, no importa que haya sido nombrado sin permitir la participación del partido político que pudiera resultar ganador en 2006. De modo que refrendar la democracia tiene un sentido político específico. Sin embargo, el tema de la democracia implica asuntos de mayor calado. Cada vez resulta más aceptada la idea de que la democracia es algo más: la extensión de la igualdad jurídica, de la ciudadanía. Es, para decirlo con Ocampo, "la extensión efectiva de los derechos humanos en su doble dimensión de derechos civiles y políticos... y de derechos económicos, sociales y culturales que responden a los valores de la igualdad, la solidaridad y la no discriminación" (Reconstruir el futuro, p. 155).

Así definida la democracia no tiene existencia cabal en nuestra región. Y no la tiene porque esa democracia restringida ha aceptado que la economía debe ser ordenada por los criterios del liberalismo económico. Se ha construido en 25 años una región con ricos que compiten con sus pares del primer mundo, y una enorme masa de pobres que viven en condiciones lamentables. En este proceso de construcción de una economía de mercado se han instrumentado gran cantidad de reformas legales que han sido decididas por los elegidos que, por supuesto, no han consultado a sus electores. De modo que el Fobaproa, el rescate carretero, la venta de Telmex, el desmantelamiento de la industria estatal fueron votados por diputados y senadores del PRI y de Acción Nacional. Los elegidos han decidido en función de sus intereses partidarios y no de los ciudadanos.

En este nuevo proceso electoral les asusta ya no sólo la victoria de López Obrador. Ahora les empieza a aterrar que esa victoria sea de carro completo, ya que -según Krauze- "la tentación de restaurar el viejo sistema político sería irresistible" ("Refrendar la democracia", Letras Libres, octubre 2005). De modo que una victoria que otorgue al PRD una mayoría parlamentaria implicaría "poner en riesgo la democracia". Esa posible mayoría permitiría revertir algunas de las reformas neoliberales, como el mandato al Banco de México de controlar exclusivamente la inflación, para convertirlo en un propósito que busque consolidar el mayor nivel de empleo posible, con precios estables, Así que de la democracia sin adjetivos, estamos pasando a la democracia con asegunes.

Buscar construir una democracia ampliada, una democracia fuerte, requiere que la equidad social sea objetivo central, no sólo discursivo, que permita la cohesión social necesaria para llevar a nuestro país a un sendero de desarrollo. Ello, por supuesto, obligará a que los acuerdos políticos que afectan a los grupos sociales sean tomados por los actores económicos y sociales, no solamente por los políticos, de modo que los propósitos a alcanzar sean el producto de la reflexión y de esos acuerdos sociales. El resultado tendrá que ser un nuevo pacto social con un importante capítulo fiscal que establezca las metas que sea posible realizar.

El nuevo pacto social puede plantear un camino distinto al actual. Puede abandonar el "fetichismo de las reformas" basado en el fundamentalismo del mercado, para establecer una nueva agenda centrada en la educación y en el reconocimiento de las responsabilidades sociales del Estado, aceptando otorgarle los recursos necesarios para cumplir con ellas. La experiencia de los países asiáticos es central en la formulación de reformas cuyo objetivo sea el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Así que ésta es la democracia que hace falta. Refrendar sólo la otra no tendría mayor sentido.

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