Usted está aquí: martes 11 de octubre de 2005 Política Desigualdades educativas (2)

José Blanco

Desigualdades educativas (2)

A principios de septiembre escribí un artículo con este mismo título. Mostré entonces la correlación estrecha entre los años de escolaridad formal de la población económicamente activa (PEA) por deciles de población y sus ingresos. Hablé de la extrema polaridad social a que da lugar, y al mismo tiempo mostré la baja escolaridad de la PEA en general: la más alta escolaridad se alcanza por supuesto en el decil 10, con sólo dos años de licenciatura en promedio. Una sociedad con muy baja escolaridad promedio, dato al que es preciso añadir los bajos índices de calidad de la misma revelados por las evaluaciones internacionales. Enfoco el mismo tema, ahora desde el ángulo de la educación en relación con la pobreza rural.

De acuerdo al Banco Mundial, con datos procesados provenientes del INEGI, en 2004 la pobreza extrema urbana es de 39.3 por ciento, mientras la rural alcanzaba una proporción de 60.7 por ciento. Lo que hemos sabido siempre: la pobreza extrema en México es con mucho principalmente rural y en el extremo del extremo se ubican los grupos indígenas. Nada nuevo, por supuesto. Y nada nuevo tampoco que los gobiernos, uno tras otro, hagan muy poco para superar esa situación inadmisible. ¿Piensa usted que el próximo gobierno va cambiar significativamente esta situación estructural, de injusticia social, y que introduce una gigantesca ineficiencia económica al país?

Vea usted lo que ocurre con la escolaridad de la pobreza rural extrema: 71.8 por ciento tiene primaria incompleta; 17.4, primaria completa; 9.7, cuenta con un ciclo de escuela secundaria; 1.1 con dos ciclos de secundaria y sanseacabó. La escolaridad de la pobreza rural moderada: 61.9 por ciento tiene primaria incompleta; 21.7, primaria completa; 14.5, un ciclo de escuela secundaria; 1.7 por ciento, dos ciclos de secundaria y, extraño pero cierto: 0.1 por ciento con estudios de licenciatura completos.

Anécdota: hace tres semanas circulaba en el tramo de Puebla al Distrito Federal y un objeto de fierro sobre la tira asfáltica, que no logré librar, me deshizo una llanta. Saqué llanta de refacción y artilugios de la cajuela, cuando un muchacho de unos 25 años (bicicleta totalmente desvencijada y oxidada, pedazos de zapatos, sin calcetines y gran cantidad de mugre en los empeines, pantalones con mil parches, deshechos y sucios, y un olor de quien no se ha bañado en semanas; en suma, evidentemente una persona del primer decil en la distribución del ingreso) me ofreció cambiarme la llanta.

Mientras se aplicaba al trabajo, comenzó a interrogarme y saltó con ello a la vista que su habla no se correspondía con su aspecto miserabilísimo: me contó -mientras se me cerraba la garganta- que había estudiado dos años en el Colegio Salesiano y había terminado la carrera de filosofía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Un ejemplo vivo del dato extraño que he referido.

La probabilidad de que los pobres del medio rural salgan del estado socioeconómico en el que están ha sido estimado por el Banco Mundial en el estudio La pobreza en México, 2005, formulado con datos de INEGI. Las siguientes cifras muestran, para 2002, el aumento de la probabilidad de ser empleado en el sector no agrícola, respecto a quienes no cuentan con ninguna instrucción escolar, por nivel educativo. Los datos se suministran para dos sectores: empleo no agrícola de baja productividad, y empleo no agrícola de alta productividad.

Para quienes cuentan con la primaria completa, la probabilidad de emplearse en el sector no agrícola de baja productividad había aumentado en 6 por ciento, y en 8 por ciento de emplearse en el sector no agrícola de alta productividad; para quienes contaban con secundaria completa, los porcentajes de aumento de la probabilidad de emplearse en uno u otro sector eran de 8 y 14 por ciento; para quienes contaban con bachillerato completo, los porcentajes respectivos eran de 7 y 22 por ciento; para aquellos que habían cursado la licenciatura completa, los porcentajes eran de -21 por ciento y de 54 por ciento respectivamente; finalmente para quienes contaban con alguna educación técnica, los porcentajes respectivos eran de -9 y 37 por ciento.

Es abrumadoramente claro que en la era de la información y del conocimiento, la escolaridad formal de alta calidad es requerimiento insoslayable de la productividad y de la competitividad económica internacional, de todo lo cual depende, en gran medida, el bienestar de la sociedad. Pero lo es también, con el mismo grado de importancia, porque la educación escolar forma mejores ciudadanos y el saber y el conocimiento mejores humanos.

Requerimos educación, educación y educación mediante un acuerdo nacional de largo plazo a través de una forma de compromiso que se vuelva insoslayable y no dependa de los estériles e insufribles vaivenes nuestra paupérrima política.

Tome nota de este cálculo del PNUD: "5 por ciento del ingreso de la quinta parte de los hogares más ricos de México serviría para sacar de la pobreza a 12 millones de mexicanos". Usted dice qué hacemos.

 
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