La Jornada Semanal,   domingo 9 de octubre  de 2005        núm. 553
El boom del
cine argentino

Natalia Blanc y Miguel Russo



Nueve reinas acumuló, en todo el mundo, la suma de 14 millones de dólares. Por la misma película, Ricardo Darín (el protagonista) habla japonés, chino y coreano en los videoclubes orientales. El aura, la segunda película de Fabián Bielinsky, recién estrenada en cincuenta y cuatro salas en Argentina, se vendió a diez países cuando sólo era un guión. Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer, fue vista en los cuatro primeros días de exhibición por 47 mil personas y compitió por el premio mayor en el Festival de San Sebastián. Papá se volvió loco, comedia con Guillermo Francella, lleva cerca de un millón de espectadores en cines argentinos.

Y hay más: Pino Solanas es ovacionado en la Mostra de Venecia por su documental La dignidad de los nadies (que se alzó con cuatro premios). El primer fin de semana de septiembre, el diario francés Liberation tituló que El perro, de Carlos Sorín, había convocado más de 31 mil espectadores, superando la recaudación de Charlie y la fábrica de chocolates y La isla. No sos vos, soy yo, está entre las diez películas más vistas de España, por arriba de La guerra de las galaxias III y Batman, el inicio. Algo parecido sucede en Francia con Whisky Romeo Zulú.

Premios, dinero, contratos, trabajo; cantidad y calidad. Argentina potencia. La realidad del cine argentino, una industria que causa furor en el mundo entero.

El récord de estrenos por año en la historia del cine argentino era de cincuenta y ocho. Claro, era 1950, época de escaleras de mármol, teléfonos blancos y una Mirtha Legrand que todavía no almorzaba en cámara. El año pasado, ese récord se superó con sesenta y cuatro películas. Títulos: Patoruzito (más de dos millones de espectadores), Luna de Avellaneda (más de un millón) y Peligrosa obsesión (casi un millón), entre las más vistas. Este año, en los primeros seis meses, no se queda atrás: Además de Papá se volvió loco, están Elsa y Fred con 400 mil espectadores. Whisky Romeo Zulú con 200 mil y Cama adentro cercana ya a los 100 mil. Este éxito del cine argentino arrancó después de la crisis de 2001. Tres años después, un noventa por ciento más de espectadores, con relación a 2003, eligieron películas argentinas. En 2004 se estrenaron diecisiete por ciento más de filmes que en el año anterior. Cifras que siguen el ritmo de aceleración en este 2005. Hasta ahora se estrenaron veintitrés películas nacionales, hay tres más en rodaje (Nacido y criado, de Pablo Trapero, es una de ellas) y seis en postproducción (Estrella y la niña, de Alberto Lecchi, Derechos de familia, de Daniel Burman, y Pedile a San Antonio, de Daddy Brieva, entre otras). Y eso que todavía falta lo que se viene en el segundo semestre: época que en el medio se conoce como la del "estallido cinéfilo".

"Nueve reinas ayudó a cambiar la idea de ‘cine argentino, no veo’ –señala Fabián Belinsky. Estamos arrancando. Nuestra industria todavía es pequeña frente a los grandes mercados. Pero podemos coparlos si seguimos apostando un poco más a la diversidad. Para formar una industria verdaderamente fuerte, hay que trabajar sobre todos los géneros, no tenerle miedo a hacer películas más personales y menos comerciales. Con diversidad, sostendremos el interés y construiremos una industria fuerte."

Causa y consecuencia de la meta alcanzada es la ocupación casi plena de los trabajadores de la industria del cine. En lo que va del año se filmaron más de mil avisos publicitarios, una de las ramas de esta industria, lo que generó empleo para 2 mil 700 técnicos. En todo 2004, el número de empleados fue de 2 mil 800. Por primera vez, en muchos años de historia cinematográfica, hay más demanda que oferta para cubrir la cantidad de puestos técnicos (camarógrafos, iluminadores, jalacables, etcétera) que se necesitan. "Con cuatro días de trabajo por mes en publicidad, se gana más que en cuatro semanas de rodaje de una película", dice Horacio Guisado, secretario adjunto del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (sica). El secretario general, Luis Colaso, profundiza la lectura de estas cifras y advierte sobre las dos realidades que conviven en la industria: "Hay disparidad entre la publicidad y el cine. Desde 2004 se consolidó la tendencia de que Argentina es una plaza económica en todos sus aspectos. A la calidad técnica de la mano de obra nacional, y a la múltiple oferta de locaciones naturales, se suma una coyuntura favorable por el tipo de cambio. Casi todas las productoras de publicidad nacionales ofrecen servicios de producción a la medida de las extranjeras, elevando los puestos de trabajo."

Para Juan Mario Rust y Jorge Ferrari (directores de arte de Roma y Tiempo de valientes), la demanda en publicidad crece por la cantidad de producciones del exterior que se realizan en el país: "Tenemos continuidad de trabajo durante todo el año gracias a que podemos combinar publicidad con largometrajes. La demanda de mano de obra por parte de productores extranjeros hace que suban los salarios de los técnicos argentinos."

Ya vinieron al país y filmaron con técnicos locales Spike Lee, Wim Wenders y el hijo de Francis Ford Coppola, entre otros. Estas demandas generaron que el Gobierno de la Ciudad abriera una dependencia específica para el rubro filmaciones. BAset es donde se reciben los pedidos (que crecen año tras año) para filmar en locaciones naturales. El setenta por ciento son avisos publicitarios extranjeros. Hasta ahora, para hacer el pedido, había un costo simbólico de diez pesos (menos de cincuenta pesos mexicanos). El gobierno estudia aumentar las tarifas y potenciar esta real fuente de ingresos.

"Es muy importante que el cine argentino esté conquistando mercados y con propuestas diferentes. Que películas como Iluminados por el fuego se vean en España es fantástico. Creo que El aura también va a funcionar muy bien, es fundamental que directores nuevos tengan su oportunidad de filmar. A quien no hay que defraudar es al público, hay que cuidar a la gente." Esta afirmación es de alguien que sabe del negocio, y mucho: Carlos Mentastu, productor de dos tanques: Papá se volvió loco y Patoruzito.

Por su parte, Octavio Nadal (responsable de mercados internacionales de Patagonik), señala que "películas como El aura tienen un costo que sólo es posible afrontar sabiendo que van a ser viables comercialmente en el exterior". Costó cuatro millones de pesos, pero ya se vendió a España, Italia, Inglaterra, Francia, Turquía, Grecia y Australia, a la vez que se acaba de cerrar un acuerdo con Celluloid Dreams. Otra producción de Patagonik, como Nueve reinas, se vendió en treinta y dos países, costó menos de dos millones de dólares y ya superó los catorce millones de ingresos. Claro que la fuente de ingresos que representa el público nacional tampoco se queda atrás. En 2004, los argentinos dejaron 34 millones de pesos en boleterías (más de 11 millones de dólares). Este año ya lleva 7 millones y medio recaudados hasta julio.

A contramano de otras disciplinas, en la cual los argentinos deben irse afuera y no volver para poder subsistir, la industria del cine exporta productos y permite que algunas de sus caras más conocidas vayan, filmen, sean aclamadas y vuelvan. Uno de esos casos es Ricardo Darín (Nueve reinas, El hijo de la novia y El aura), o Mercedes Morán, la actriz de La niña santa y Luna de Avellaneda, que volvió de filmar una producción española, Remake. Es ella quien brinda algunas claves de este éxito: "En los cuatro últimos años se hicieron muy buenas películas en Argentina con una diversidad grande de temas y miradas que lograron que el cine depare muchas expectativas en el extranjero. Se fueron abriendo mercados y las películas son cada vez más esperadas. La gente recibe de manera fantástica a los actores argentinos." Algo similar es lo que piensa Leonardo Sbaraglia, que planea volver a Argentina después de varios años de trabajar en España.

El director Eduardo Mignogna es otro de los que sabe largo esto de triunfar en España. "Asisto a este fenómeno desde Sol de otoño, la primera película que en mi caso se distribuyó en España, que tuvo éxito de crítica y público y con la que gané el primer Goya. Se terminó la época en que las películas argentinas no se entendían por el lenguaje porteño o por la mala calidad del sonido. Y está, claro, la profunda admiración hacia los actores argentinos. También hay que señalar que el cine nacional abordó géneros puros como la comedia dramática y el thriller. Esos géneros, atravesados por sentimientos, conforman obras que a los españoles les gustan mucho. Es el caso de las películas de Aristarain, Piñeyro o Campanella. Con El viento conseguimos una respuesta de público conmovedora para una película pequeña y sin concesiones. En España, después de las proyecciones, las personas se quedan en su sitio a charlas con nosotros, a veces durante una hora."

Pascual Condito, distribuidor de No sos vos, soy yo, resalta la singularidad de esa película: "En Argentina convocó 220 mil espectadores, mientras que en España ya supera los 500 mil. En muchos lugares del mundo hay un interés nunca visto por el cine argentino, lo comprobé en virtud de que películas argentinas se adquirieron para distribuir en China y Australia, gracias a la excelente repercusión que tienen en festivales."

Para Bielinsky, otro de los directores que triunfa adentro y afuera del país, el fenómeno se apoya en dos pilares contundentes: "Por un lado hay una generación de cineastas jóvenes que produjo una ruptura con formas anteriores de hacer cine y que tuvieron enorme repercusión en festivales del mundo. Y también está el hecho de las películas a las que les fue bien en términos económicos en el extranjero", asegura.

"Teníamos que generar salas suficientes para el cine argentino –dice el vicepresidente del Instituto Nacional de Cine, Jorge Álvarez–. Así surgieron los espacios incaa, el primer circuito nacional de exhibición. La mayoría de esas salas están en el interior del país, donde ya hay veinte y asistieron a sus funciones 220 mil espectadores." Álvarez se enorgullece, y con razón, de su reciente logro: la inauguración de una de estas salas en la Antártida. Esto es posible gracias a que, por primera vez en muchos años, el Instituto de Cine recupera parte del dinero que otorga a través de sus créditos y subsidios.

"Sin apoyo estatal, sin los subsidios del Instituto, sin las políticas de fomento, la industria no existiría. Espero que se sigan perfeccionando –agrega Bielinsky–, para encontrar la forma de que se beneficien todos. No podemos retroceder ni un poco del terreno ganado." Para Pablo Bossi, presidente de Patagonik, "que esto siga así es nuestra responsabilidad. Argentina tiene un nicho en cine y televisión que conquistó y hay que mantener. Que podamos lograrlo depende tanto de las productoras como del apoyo del gobierno. Seguiremos exportando cine y productos culturales; algo muy bueno tanto desde el punto de vista económico como desde el político, porque exportamos cultura." Mientras tanto, el cine argentino sigue creciendo.