Breve panorama de
la literatura argentina
contemporánea
Diario de vida e ideas
Macedonio Fernández
(1874-1952)
La
argentinidad es hoy el caso de mayor felicidad de tipo humano nacional.
Las características ibéricas vienen acentuándose (lo
que garante la perduración de la actitud de "grandeza-individual",
camino más cierto, y menos expuesto a uso de crueldad, del bien
universal que el humanismo organizante de los alemanes) sin la solitariedad
y con la religiosidad pura y segura como ninguna de los españoles
pero más amorosa que respetuosa, mejor por tanto como es nuestro
hogar. Concluyo que esta Nación Argentina es el grupo nacional con
más feliz aptitud para desnacionalizar a la humanidad si pudiera
suceder, y por acción de cordialidad. Para lo cual deberá
previamente presentar en su seno el ejemplo de la gran paz: la paz Trabajo-Capital
en la que hay todavía que gastar mucha buena justicia.
El escritor argentino
y la tradición
Jorge Luis Borges
(1899-1986)
Por
eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio
es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo
argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad
y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera
afectación, una máscara.
Creo que si nos abandonamos a ese sueño
voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos
y seremos, también, buenos o tolerables escritores.
Los lanzallamas
Roberto Arlt
(1900-1942)
En
realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en
serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas
las horas de sus días y sus noches.
De cualquier manera, como primera providencia,
he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica
literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para
que un señor enfático, entre el estorbo de dos llamadas telefónicas
escriba para satisfacción de las personas honorables:
"El señor Roberto Arlt persiste
aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc."
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro,
por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando
continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros
que encierran la violencia de un cross a la mandíbula. Sí,
un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta
y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos
fatigadas, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de
fatiga, pero... mientras escribo estas líneas, pienso en mi próxima
novela. Se titulará "El amor brujo" y aparecerá en agosto
del año 1932.
Y que el Futuro diga.
Oda a un soldado
Ricardo E. Molinari
(1898-1996)
A veces la patria duele tristemente, igual
a una veste
sucia y ardida;
la juventud es lo útil,
lo entrañable ofrecido al
error.
Otros son los que llevan las hierbas,
el humo de la
historia,
los laureles, el orgullo de las
familias.
Por allí, quedará
alguna madre tirando
de la pobreza. Aguaitando por una
puerta.
¡Ninguna razón vale
un hombre muerto!
Yo me entiendo con mis enemigos bebiendo
un vino,
u oyéndoles cantar. ¡No quiero
la sangre de un
congénere!,
ni su pobre tierra, su ropa trabajada,
ni su mujer, que
se quedan
/mirando tanta luna,
el gran espacio y siempre
olvido.
Los otros recibieron los campos y pusieron
estacas,
los árboles espinosos, los alambres,
y marcaron las haciendas chúcaras,
y los demás, el
abandono, las
/voces deshechas y los perros.
Y en las salas llenas de ancianas
damas que hablan de
la patria, del
/honor, de la gran estancia que
es la nación,
arrogantes,
que nunca limpiaron una venda,
ni lloraron a los
degollados tirados
a un bañado, al cangrejal
hambriento,
pasan la vida.
A los argentinos nos gustó la sangre,
terminar
pronto y llevar los ojos al horizonte,
a la infinita sombra del ocaso,
a la limpieza de estar vivos todavía,
y apagamos la llama de los fogones con
la bota,
y la flor maldita con la montura.
Y allá en Dolores, quedó
la cabeza de Castelli,
volteando en el vacío,
y el viento trotaba por los cuartos perdidos,
silbando.
En la plaza de Tucumán hay una
piedra y unas letras,
allí estuvo la de Marco
/Avellaneda,
Con la noche acantilada en sus cabellos,
aturdida
y sola.
Veinte poemas para ser
leídos
en el tranvía
Oliverio Girondo
(1891-1967)
¿Un
éxito eventual sería capaz de convencernos de nuestra mediocridad?
¿No tendremos una dosis suficiente de estupidez, como para ser admirados?...
Hasta que uno contesta a la insinuación de algún amigo: "¿Para
qué publicar? Ustedes no lo necesitan para estimarme, los demás...",
pero como el amigo resulta ser apocalíptico e inexorable, nos replica:
"Porque es necesario declararle como tú le has declarado la guerra
a la levita, que en nuestro país lleva a todas partes; a la levita
con que se escribe en España, cuando no se escribe de golilla, de
sotana o en manga de camisa. Porque es imprescindible tener fe, como tú
tienes fe, en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos,
quienes hemos oxigenado al castellano, haciéndolo un idioma respirable,
un idioma que puede usarse cotidianamente y escribirse de ‘americana’,
con la ‘americana’ nuestra de todos los dias..." Y yo me ruborizo un poco
al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética
acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón... y me
quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto
de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse
a los cuartos de hotel.
No, no es posible...
Juan L. Ortiz
(1895-1978)
No, no es posible.
Hermanos nuestros tiritan aquí,
cerca, bajo la lluvia.
¡Fuera la delicia del fuego, con
Proust entre las manos,
y el paisaje alejado como una melodía
bajo la llovizna
en el atardecer perdido del campo!
¡Fuera, fuera, Brahms flotando sobre
los campos!
No, la muerte mágica de la música,
ni la turbadora sutileza
mientras bajo la lluvia
hombres sin techo y sin pan
parados en los campos,
vacilan al entrar a la noche mojada!
Luz de provincia
Carlos Mastronardi
(1900-1976)
Un fresco abrazo de agua la nombra para
siempre;
sus costas están solas y engendran
el verano.
Quien mira es influído por un destino
suave
Cuando el aire anda en flores y el cielo
es delicado.
La conozco agraciada, tendida en sueño
lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas
distancias,
Sus ofrecidas lomas que alegran este verso.
su ocaso, imperio triste, sus remolonas
aguas.
Requiem
Jacobo Fijman
(1898-1970)
Olores de amarillo.
Aliso de silencios
cual colgaduras tiesas
en la flor negra de mi estancia.
Sonrisa azul y blanca.
Gritos desesperados de los trenes
que doblan imprevistos horizontes
de lluvias y de fríos.
Otoño–
taburete desolado;
tabaquera de días rubios,
lánguidos y descalzos
y oscuras tardes de Rosario.
Un rebullir de sillas me despierta;
sabor de infancia; olores de amarillo.
El poeta político
Edgar Bayley
(1919-1990)
El
poeta era también político. Se interesaba por los problemas
pequeños y grandes de las gentes y era capaz de encontrar y aplicar
soluciones. Su generosidad era eficiente. Podía sostener una empresa.
Podía dominar los pequeños detalles. Podía enunciar,
exponer. Su elocuencia había superado la impostura, y entre las
gentes sencillas y buenas el poeta había logrado ser uno más.
Pero si el poeta atendía a las cosas del mundo, más allá
de la palabra, sintiéndose simplemente vivir, también sentía
la urgencia de la palabra misma. También experimentaba la necesidad
de demorarse, de interrumpir la fluencia entre el mundo y él. Entonces
el poeta empezaba a hablar para sí mismo en un intento de hablar
mejor, más hondo a todos los hombres. Y perdía su voz y rompía
su instrumento. Así era, así será siempre.
Los árboles
Manuel J. Castilla
(1918-1980)
Ahora digo
limpio de corazón, los ojos puros,
el nombre de los árboles de la
tierra que habito,
su alta serenidad, su lenta sombra
y su resina cristalina y triste.
Yo voy a la madera y de ella vengo
doblado en luz, quemado en arenales,
con una sombra más entre los brazos
como quien se recuerda con el alma del
aire.
Voces
Antonio Porchia
(1886-1969)
La verdad tiene muy pocos amigos y los
muy pocos amigos que tiene son suicidas.
Mi pobreza no es total: falto yo.
Si yo fuese como una roca y no como
una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría.
Los poetas oficiales
Francisco Madariaga
(1927-2002)
¿Amoldáis
vuestra esfera a lo más íntimo del porvenir?
Perros enanos entecos, tenéis a
vuestro servicio los escribientes nacionales, pajarracos de la patria.
Canasteros de los frutos del odio, no estoy
arrepentido de tener a mi servicio las joyas y los frutos del deseo.
Principitos destronados de toda sangre
de composición en la naturaleza.
Eugenios, Equis, Clauditos, perritos de
ceniza.
Misión
Raúl Gustavo Aguirre
(1927-1983)
Estos pantanos, estos yermos,
nos pertenecen, son nuestra heredad:
también nuestro destino.
No los maldigas, joven
Laertes. No maldigas
las puertas inseguras,
la indigente morada,
los soles de los tuyos.
¡Ah, sobrevive y desespera!
Sabes
que morirás aquí,
que justamente por tus méritos
no serás relevado.
El farmer
Andrés Rivera
(1928)
Urquiza,
que aprendió ser estanciero a mi lado, en una carta que puso lágrimas
en mis ojos, aquí, en tierras de otros, y que dirigió a Your
Excelency, general Rosas, promete a Your Excelency, general
Rosas, la devolución de su rango, de sus bienes, de la patria.
Miré, digo, como nunca miré,
la cobardía de los porteños. No la vi, ni siquiera el 6 de
diciembre de 1829, cuando fui electo, por primera vez, gobernador de Buenos
Aires, para ejercer el mal sin pasión.
Demoré una vida en reconocer la
más simple y pura de las verdades patrióticas: quien gobierna
podrá contar, siempre, con la cobardía incondicional de los
argentinos.
Incompletamente
Juan Gelman
(1930)
las aguas de tu vientre cantan al fondo
del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/
¿dónde escribís tus
estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/
¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigás compañías
que empiezan en tu piel!/
¡como penumbras del furor!/
¡así a tus pechos viene el
ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados!/
Lo nacional es la infancia
Juan José Saer
(1937-2005)
Esta
observación empírica es también de orden político.
Lo nacional, separado de la experiencia individual, consiste en una serie
de abstracciones propias del léxico de los poseedores. Es la traducción,
en el plano ideológico, de una suma de intereses. Como todo absoluto,
se autodetermina como valor supremo, ante el que deben inclinarse todos
los otros. ¿Quién encarna lo nacional? El poder político.
Las contradicciones más groseras pretenden siempre justificarse
con el comodín de lo nacional. Yo pienso, como Samauel Johnson,
que la patria, en tanto que abstracción, es el último refugio
del sinvergüenza.
Nos la presentan como absoluto, pero es
por excelencia contingente. Del lugar en que nacemos no brota ningún
efluvio telúrico que nos transforme automáticamente en deudores.
No hay ni lugar ni acontecimiento predestinados: nuestro nacimiento es
pura casualidad. Que de esa casualidad se deduzca un aluvión de
deberes me parece perfectamente absurdo.
[...]
Y sin embargo estamos constituidos en gran
parte por el lugar en donde nacemos. Los primeros años del animalito
humano son decisivos para su desarrollo ulterior. La lengua materna lo
ayuda a constituir su realidad. Lengua y realidad son a partir de ese momento
inseparables. Lengua, sensación, afecto, emociones, pulsiones, sexualidad:
de eso está hecha la patria de los hombres, a la que quieren volver
continuamente y a la que llevan consigo donde quiera que vayan. La lengua
le da a esa patria su sabor particular.
Por lo tanto, la patria pertenece a la
esfera privada. Los que la invocan como un imperativo abstracto incurren,
como en tantas ocasiones, en un abuso de confianza.
Crítica y ficción
Ricardo Piglia
(1941)
Yo
estaba en quinto año del secundario y Martínez Estrada vino
a Mar del Plata, donde tenía parientes. Fuimos a verlo y me impresionó
encontrarlo tan enfermo y tan frágil, se sostenía de las
paredes con la palma de la mano para caminar. Se conversó mucho,
toda una tarde, pero yo sólo recuerdo nítidamente una frase:
"La Argentina se tiene que hundir. Se tiene que hundir y desaparecer, no
hay que hacer nada para salvarla, si lo merece volverá a reaparecer
y si no lo merece es mejor que se pierda." Era en 1959.
[...]
La calidad literaria es algo tan raro y
difícil de encontrar que nos hemos acostumbrado a buscarla allí
donde la crítica y el mercado niegn los textos o los silencian.
[...]
(Pareciera que Sur solamente ha
influido a los escritores que formaban parte del grupo, pero esa influencia
quizás deba atribuirse a Borges, lo que es otra cuestión.)
En lo que podemos llamar los años de mi formación yo buscaba
y leía otras revistas, en especial Contorno, pero también
Centro,
Poesía Buenos Aires. Comparada con esas publicaciones (o
incluso con otras anteriores como Martín Fierro o Claridad)
se ve que la marca de Sur es el eclecticismo: en sus páginas
circulaban textos diversos, de calidad e interés muy desparejos.
Por lo demás el carácter "antológico" de Sur
ya fue criticado por el mismo Borges.
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