La Jornada Semanal,   domingo 2 de octubre  de 2005        núm. 552
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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 DOS DE PILÓN

La programación del vigesimoquinto Foro Internacional de la Cineteca incluye dos documentales mexicanos, titulados respectivamente Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras del peligro, y Farmingville. El primero de ellos puede verlo hoy mismo y pasado mañana en la Cineteca, y el segundo será exhibido el miércoles y el jueves. Posteriormente, harán el recorrido por la sala Julio Bracho de la UNAM, los Cinemex Masaryk, Altavista, Insurgentes, el Lumiére Reforma, la Escuela Superior de Medicina y el tradicional "Queso" del IPN.

PRIMER PILÓN

Uno se ve positivamente impelido a repensar su idea de la "tolerancia" luego de ver Muxes: auténticas, intrépidas y buscadoras del peligro, cuyo sugerente título no es fruto de la imaginación de Alejandra Islas, guionista y directora. La definición ha sido creada por ellos/ellas (pequeño paréntesis gramático-intolerante: me niego a sustituir por una arroba la letra que indica género en la palabra, porque con ello solamente se empobrece el lenguaje y porque la dizque solución carece de correspondencia oral: ¿cómo lo dicen a fin de cuentas los que ponen arroba?, ¿"elloas", "ellaos", "ellos y ellas"? ).

Islas, experimentada documentalista egresada del CUEC que ha dirigido, entre otros, el memorable Campamento dos de octubre —en compañía de José Luis González Ramírez y Jorge Prior—, en 1979, así como Cerca de lo lejos: Elías Nandino, en 1982, y Eisenstein en México: el círculo eterno, en 1996, sale muy bien librada del desafío que implicaba la documentalización sin folclorismos ni enamoramientos excesivos de su objeto de análisis de los Muxes, un organizado grupo de homosexuales de Juchitán, Oaxaca. Inteligentemente, Islas organizó su pietaje de tal modo que sean los Muxes quienes expliquen, cuenten, describan su propia realidad: el inicial rechazo familiar y social, la resistencia en solitario, la organización incipiente que deviene en sistemática; la aceptación ganada poco a poco, la participación en las actividades de la comunidad e incluso su poder de convocatoria... como buen director de orquesta, Islas organiza este coro de voces y le confiere un sentido para aquellos que todavía no despegan de su primitiva idea de que al diferente "hay que tolerarlo".

SEGUNDO PILÓN

En cuestión de premios la unanimidad suele ser garantía, y el año pasado Farmingville puso de acuerdo a los jurados de al menos cuatro festivales que le otorgaron reconocimientos: Sundance, San Diego, Carolina del Norte, San Antonio, y este 2005 el Council of Foundations USA.

Verlo y coincidir es una sola cosa. Carlos Sandoval y Catherine Tambini, codirectores, se acercaron a la pequeña ciudad homónima en el norteamericano estado de Nueva York e hicieron un registro inclusivo, comprehensivo y claramente orientado, de la difícil relación que se establece entre los inmigrantes ilegales, la mayoría de ellos de origen mexicano, y la población local. Entre las virtudes más importantes del documental destaca el punto de vista elegido: no es, como podría uno imaginarse y como quisiera ese visible o soterrado chovinismo que obliga a pensar la realidad siempre a favor del que es como nosotros; no es, digo, un alegato justificatorio sin más de la presencia de ilegales en suelo estadunidense, ni mucho menos se trata de un tendencioso registro de los inconvenientes económicos, sociales y culturales provocados por los grupos, cada vez más numerosos, que eligen una ciudad como Farmingville, tan lejos en todos sentidos, como destino. En palabras de Tambini, todo consistía en "realizar una película que ayudara a las personas a verse unos a otros como seres humanos [...] intentamos presentarle a la gente quiénes son los que se encuentran del otro lado de su miedo. Hicimos que dialogaran entre ellos en vez de satanizarse mutuamente".

Ubicarse en el justo medio y, consecuentemente, ser el fiel de una balanza, es tanto más difícil cuanto el fenómeno que se aborda está hecho de disparidades, prejuicios, radicalismos y nula disposición a escuchar al menos a la contraparte. Sandoval y Tambini lo consiguieron dándole la voz a miembros de los dos grupos antagónicos que, a pesar de sí mismos, tienen que encontrar formas de convivencia. Otra cualidad de Farmingville es que no se limita a documentar la naturaleza de los hechos en esa comunidad, como si se tratara de un asunto aislado. Por el contrario, su inserción en un contexto mucho más amplio da herramientas para lograr la comprensión integral de un fenómeno de complejidad aparentemente inabarcable.