Usted está aquí: jueves 29 de septiembre de 2005 Cultura Celebra la comunidad judía ashkenazí un siglo de presencia en México

Inauguran exposición fotográfica que repasa su migración y desarrollo en el país

Celebra la comunidad judía ashkenazí un siglo de presencia en México

Margo Glantz, Jacobo Zabludovsky y Arturo Ripstein figuran entre sus integrantes

Se trata de mostrar cómo se generó una ''cultura judeo-mexicana'', dicen promotores

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Vendedor ambulante, 1924, una de las 200 fotograf� incluidas en la exposici�ue hoy se abre a las 19 horas en la galer�del recinto ubicado en Acapulco 70, colonia Condesa FOTO Cortes�Centro Nidjei Israel Foto: Cortes�Centro Nidjei Israel

¿Qué tienen en común la escritora y colaboradora de La Jornada Margo Glantz, el periodista Jacobo Zabludosky, el cineasta Arturo Ripstein, el economista Julio Boltvinik, la pintora Fanny Rabel, el antropólogo Jaime Litvak, el científico Marcos Moshinsky, el director teatral Ludwik Margules o la dramaturga Sabina Berman, entre muchos otros mexicanos?

Que todos son integrantes de la comunidad judía ashkenazí de México, que hoy celebra de manera oficial cien años de presencia en el país con una exposición de 200 fotografías y documentos provenientes del archivo Manuel Taifeld, compilador incansable que en 45 años ha reunido unas 40 mil imágenes.

Se trata de un acervo que refleja la historia de esta minoría proveniente sobre todo de países del este y el centro de Europa, como Alemania, Polonia, Rusia, Ucrania, Lituania y Hungría, y que en México ha llegado ya a su quinta generación.

Los ashkenazí conforman aproximadamente 50 por ciento de una comunidad judía mexicana diversa, que en su totalidad suma hoy más de 40 mil integrantes que buscan preservar su cohesión y cultura y, a la vez, integrarse al acontecer mexicano.

Amplia diversidad cultural

Hay otras dos variantes de la comunidad judía en México: la sefardí, originaria de España y que migró al Mediterráneo, sobre todo a Turquía, de donde vinieron al país, y la proveniente de Medio Oriente, en especial de Jerusalén y lugares aledaños, que a su vez se divide en la de los judíos de Alepo y los de Damasco, ambos lugares en Siria.

Es una sola comunidad con una rica diversidad cultural, dicen el propio Taifeld y Mardoqueo Staropolsky, quienes agregan que los judíos ashkenazí, junto con otros europeos, comenzaron a llegar en una cantidad importante a México en las postrimerías del siglo XIX, durante el régimen de Porfirio Díaz, aunque se tiene registro de arribos individuales al país desde la época de la Colonia.

La exposición, que se inaugurará este jueves a las 19 horas en la galería del Centro Comunitario Nidjei Israel, ubicado en Acapulco 70, colonia Condesa, entre Veracruz y Durango, es sobre todo un repaso visual de la migración y desarrollo de esta variante de la comunidad judía.

En la muestra se aprecian fotos de ju-díos en una estación de Varsovia, un muchacho despidiéndose de la tumba de un antepasado, su llegada a México en barcos como el Mexique o el Amerik y como ambulantes en el centro del Distrito Federal, vendiendo mercancías como pan o corbatas.

También, grupos de varones paseando en Chapultepec o Xochimilco, algunos vestidos de charros, su progreso económico, la llegada de sus familias, los primeros hijos nacidos en el país. Todo desde las primeras décadas del siglo XX hasta la actualidad.

Los ashkenazí -palabra bíblica que significa Alemania, de donde durante unos mil años los judíos se fueron moviendo hacia el este europeo- primero huyeron de guerras locales como la de Rusia y luego de la primera y segunda conflagraciones mundiales, así como del antisemitismo.

Importancia del idioma yidish

La vertiente azhkenazita, uno de cuyos patrimonios culturales más importantes es el idioma yidish, derivado de un dialecto del alemán antiguo y el hebreo, fue una de las más golpeadas de la comunidad judía internacional en la Segunda Guerra Mundial, pues durante el Holocausto el régimen nazi llegó a asesinar unos 6 millones de sus integrantes.

Según Taifeld y Staropolsky, empresario e ingeniero, respectivamente, los gobiernos de Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles invitaron a los judíos y a otros europeos a establecerse en México, y a principios de los años 20 llegó buen número de ashkenazís, sobre todo varones, pero que aún no dominaban el castellano.

''Comenzaron a trabajar como vendedores ambulantes y luego como aboneros en un país que les tendió la mano y les dio libertad y hospitalidad", se lee en información proporcionada.

''Con un profundo sentido de pertenencia a su comunidad, pero arraigados en su nuevo país, los ashkenazí, así como integrantes de otras comunidades judías, crearon a partir de 1912 organizaciones de apoyo que ayudaron a la emigración de muchos de sus paisanos, además de traer a sus esposas e hijos."

De aboneros a pequeños industriales

En 1921 fundaron la Young Men Hebrew Association, con la cual sentaron las bases para la organización comunitaria ashkenazita. En 1922 crearon la Beneficencia Nidjei Israel, con el objetivo de cubrir los servicios religiosos de los inmigrantes. Y para dar continuidad a la educación de sus hijos, en 1924 abrieron la primera escuela judía: el actual Colegio Israelita de México.

''El despegue económico que comenzó en el país en los años 30 permitió que muchos de los humildes aboneros se convirtieran en pequeños comerciantes y establecieran talleres de confección y pequeñas industrias, y cambiaron su residencia del centro de la ciudad a colonias que aún tienen su impronta, como la Condesa o Polanco."

En resumen, para Manuel Taifeld y Mardoqueo Staropolsky, uno de los objetivos de la exposición es mostrar cómo esa comunidad fue generando una ''cultura judeo-mexicana" a partir de su tradición y de lo que encontraron en el país que los recibió.

 
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