Usted está aquí: martes 27 de septiembre de 2005 Sociedad y Justicia Joven seropositivo sufre golpiza por familiares políticos de su madre

Los agresores de Julio son militares; está a punto de perder la vista

Joven seropositivo sufre golpiza por familiares políticos de su madre

MARIO ALBERTO REYES NOTIESE/ ESPECIAL PARA LA JORNADA

Julio Alejandro es un joven gay de 25 años de edad. El y su madre, Verónica, se han enfrentado a los prejuicios sociales que rodean al VIH/sida porque es seropositivo. Debido a complicaciones generadas por el virus y a la falta de un medicamento ha quedado ciego. Hace meses, los familiares de su padrastro lo golpearon por temor a infectarse al hacer uso del mismo sanitario. Ahora Julio recibe atención en la clínica 25 del Seguro Social en espera de que los médicos puedan salvar su vista.

Fue en enero de este año cuando las agresiones verbales se convirtieron en golpes. Esa tarde, Julio visitaba a su madre y por un malestar estomacal acudió al sanitario de uso común, lo que molestó a los cuñados de Verónica, quienes lo golpearon. Los militares, pues son integrantes del Ejército Mexicano, ya antes habían dado muestras de intolerancia al gritarle de manera constante: "ahí va el maricón".

Lo anterior revela que en materia de información sobre la epidemia aún falta mucho por hacer. A más de dos décadas de su aparición, aún hay quienes piensan que el virus se transmite por usar el mismo sanitario, utensilios de cocina, por saludar de mano o besar las mejillas, e ignoran que el VIH/sida sólo se contagia a través de relaciones sexuales desprotegidas, transfusión de sangre contaminada o vía perinatal.

Los primeros años

Transcurría el año de 1980 cuando la vida de Verónica y sus familiares cambiaron por completo, el nacimiento del primer hijo, sobrino y nieto de la familia, los llenó de regocijo: era Julio. Fue madre soltera y cuando decidió contraer matrimonio los abuelos decidieron llevárselo a vivir a Puerto Vallarta. "Sin embargo mi madre nunca me olvidó y siempre me acompañó en los momentos importantes", revela Julio en entrevista con NotieSe.

Al fallecer los abuelos, Julio no quiso regresar al DF; su trabajo de electricista lo hacía sentir bien. Además prometió a su madre estar en contacto por medio de unos familiares. Cada vez que lo visitaba, Verónica se percataba de "ciertos ademanes", pero siempre los atribuyó a una buena educación. No obstante, intuía que era gay por la forma en que hablaba y se vestía, pero nunca le preguntó ni él dijo algo al respecto.

El matrimonio no funcionó y Verónica decidió terminar la relación. Tiempo después conoció a Miguel, policía de profesión, se enamoró y actualmente es su pareja. Viven en la colonia Arenal de la delegación Venustiano Carranza.

En 2004, la salud de Julio comenzó a deteriorarse; fiebres nocturnas, diarreas continuas y una súbita pérdida de peso fueron los síntomas. Evitó comentarlo a sus tíos, pero ellos decidieron informar a Verónica para que acudiera a su lado.

Al regreso, comenzó el peregrinar por varios hospitales; en ninguno de ellos les dieron un diagnóstico acertado. En el Hospital General le practicaron la prueba Elisa; salió positiva. "Lo primero que vino a mi mente fue que mi hijo moriría, y me pregunté: '¿por qué él?' Tuvo que pasar un año para digerir la noticia", comenta Verónica.

El hostigamiento

Gabriel y su esposa María Elena pertenecen al Ejército Mexicano. El es cuñado de Verónica y habitan la misma casa, por lo que comparten el patio, los pasillos y el sanitario. Aunque Julio no vivía en ese lugar, solía visitar a su madre. Cada vez que cruzaba la puerta escuchaba: "ahí va el maricón", alzaba la vista y se percataba de que quienes vociferaban eran Gabriel y sus familia.

Para sortear la situación Verónica quiso abrir una puerta que diera a la calle. No se lo permitieron y siguieron los insultos; su esposo intentó conciliar posiciones, nunca lo logró. Se trataba de antecedentes que posteriormente desembocarían en golpes.

La tarde del pasado 19 de enero, Julio estaba en casa de su mamá; el efecto de algunos de los medicamentos contra el VIH le ocasionó una fuerte diarrea, por lo que tuvo que ir al sanitario. En esos momentos una de las cuñadas de Verónica se alistaba para bañarse. El llegó primero y se encerró. Eso motivó el descontento y comenzó la bulla, empezaron a golpear la puerta. Gritos y jaloneos hasta que lograron sacarlo.

"Uno de mis tíos le dijo a Gabriel que soy homosexual. Ahí comenzaron los problemas. Al notar mi delgadez, sospecharon acerca del VIH y me prohibieron entrar al baño y a la casa de mi madre; me decían que yo no era un buen ejemplo para mis hermanos", dice Julio.

Madre e hijo decidieron interponer una denuncia en la delegación; sin embargo, en el trayecto fueron interceptados por Gabriel, su esposa e hijo, quienes comenzaron a golpearlos. Julio recibió fuertes golpes en la cabeza, rasguños y moretones.

Al día siguiente se levantó la averiguación previa VC-5T1/48/05-01 por el delito de lesiones dolosas en contra de Gabriel Colín Garcés, pero el documento no se consignó dos meses después.

Las presiones se agudizaron para Verónica, no sólo se enfrentaba al diagnóstico de Julio, sino que su suegro amenazaba con desalojarla de la vivienda a menos que mediante el proceso de conciliación otorgara el perdón al inculpado.

En tanto, el estado de salud de Julio se deterioraba: la vista empezó a fallar, hasta el punto en que sus ojos ya no perciben la luz. Los médicos del IMSS estudian el caso, aún no saben si la ceguera fue consecuencia de los golpes recibidos o de la falta de ganciclovir, medicamento para atacar el citomegalovirus que padece y que no le proporcionaron en la Clínica Especializada Condesa debido a que el fármaco no está en la lista de medicamentos gratuitos del Gobierno del Distrito Federal.

"En la Condesa siempre argumentaron que no había, ponían un montón de pretextos y en otros lugares fue imposible conseguirlo. Requería de la aplicación de 21 dosis, solamente pude obtener tres, pues aparte de que no había son muy caras; cada una cuesta mil 400 pesos", comenta Julio.

Cabe recordar que no es el primer caso registrado al respecto. En junio pasado un grupo de personas seropositivas interpuso una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal en contra del programa de VIH/sida capitalino por no proveer medicamentos específicos para prevenir infecciones oportunistas como el citomegalovirus oftálmico, causante de la ceguera. El ganciclovir tiene un alto costo, por lo que personas de escasos recursos no pueden adquirirlo.

La atención de Julio en el IMSS comenzó tras conseguir, después de una ardua búsqueda y poco antes de que perdiera la vista, un empleo de electricista en una empresa que le brindó prestaciones sociales. Por este motivo, el tratamiento en la Clínica Especializada Condesa se inició antes que en el Seguro Social.

Julio fue diagnosticado en mayo de 2004. Regresó a Vallarta para notificar a su pareja y debido a problemas de depresión empezó el tratamiento cuatro meses después. "Sentí culpa por mi estilo de vida, me deprimí, pensé en suicidarme, pero recapacité y tomé medicamentos. Llevo siete meses bajo atención médica y he recuperado los 30 kilos que en algún momento llegué a perder.

"Estoy ciego, pero decidí no deprimirme más y echarle muchas ganas. Siempre me ha gustado hacer ejercicio, en Vallarta corría y nadaba. El futbol es mi deporte favorito, incluso alguna vez fui reserva del Atlas, no llegué al primer equipo por desesperado. Ahora pienso en la posibilidad de participar en los juegos paralímpicos y aprender escritura braille", agrega.

Para Verónica no ha sido una situación fácil y señala que, pese a que su esposo apoya a Julio, legalmente no la respaldó. "He pensado en mudarme de casa. Toda mi familia está afectada, mis hijos salieron bajos en sus calificaciones. Si se comprueba que la pérdida de la vista fue por falta de ganciclovir, interpondré una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal", revela.

Hace días otorgó el perdón a los inculpados, pues las amenazas de su suegro de sacarla de su casa se agudizaron. Sin embargo, señala que no piensa quedarse "cruzada de brazos" y está dispuesta a acudir a instancias de justicia militar para que se castigue a Gabriel en caso de que se compruebe que los golpes propinados a Julio fueron determinantes para dañar su vista.

"El VIH cambió mi vida drásticamente; en los grupos de autoapoyo algunos dicen que se trata de una bendición que ayuda a modificar comportamientos. Para mí no lo es, soy más realista porque una enfermedad no puede ser eso; creo que es una segunda oportunidad de vida", exclama Julio.

Se dice convencido de que los derechos de las personas que viven con el virus deben defenderse, por lo que no comparte la decisión de su madre de perdonar a Gabriel y familiares, pues eso podría significar impunidad a actos de homofobia, por lo que analiza la posibilidad de acudir ante los tribunales militares para que sean sancionados. "Ahora mi mayor deseo es recuperarme y trabajar. De nada vale deprimirse; seguiré en busca de que se me haga justicia pues los seropositivos no tenemos por qué ser discriminados; hay que eliminar prejuicios sociales. No me deprimiré más, pues eso en vez de ayudar afecta a toda la familia", finaliza.

 
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