Usted está aquí: martes 27 de septiembre de 2005 Opinión Escenarios

José Blanco

Escenarios

El mundo vive un estado de incertidumbre poco conocido en el pasado. Alain Touraine recordaba hace unos días un pasado que parece remoto, pero que, en términos históricos, ocurrió "ayer", cuando se habló de los Treinta Gloriosos para denominar el periodo de desarrollo de capitalismo de economía mixta con fuerte intervención del Estado (1945-1975). Fue entonces que Alemania inventó la expresión "economía social de mercado" y cuando vimos surgir y desarrollarse lo que los ingleses, a partir del plan Beveridge de 1943, llamaron Estado del bienestar.

Aunque parezca increíble, hemos vivido ya un periodo de igual duración, simbolizado por el Consenso de Washington: 30 años de globalización neoliberal (1975-2005).

Los escenarios futuros son ciertamente inciertos, pero podemos bosquejar dos, que llamaremos pesimista y optimista respectivamente.

El primero no consiste sino en la continuidad de las tendencias actuales que iría conformando un futuro social cada vez peor para el mundo, y cuyo signo principal sería la continuación de la política internacional del Partido Republicano en el gobierno estadunidense, tratando de mantenerse como polo incontestable, apoyado en la tecnología guerrera y en su ya no tan nueva condición de ser el mayor deudor internacional, en unas condiciones que continuarían obligando a Europa, Japón y a China, a seguir financiando el gigantesco y creciente déficit externo estadunidense, mientras ese gobierno continuaría también creciendo como deudor interno, debido a su ascendente déficit fiscal. Una política que ha llevado a ese país a ir adquiriendo el perfil de país subdesarrollado desde el punto de vista de la distribución del ingreso: hoy más de una octava parte de la sociedad se ubica por debajo de la línea de pobreza y la distribución del ingreso es cada vez más desigual.

La visión optimista no consiste en un mundo feliz, donde la pobreza ha desaparecido y todos los habitantes del planeta reciben una dosis suficiente de salud, alimentación y educación. La que aquí proponemos supone tan sólo un modestísimo cambio de tendencia: un quiebre en las tendencias actuales a partir de algunos signos que ya forman parte del presente: hemos visto el no francés a la Constitución europea, que fue leída por los franceses como un paso más en el desmantelamiento del Estado del bienestar; hemos visto un empate técnico en la elección alemana: a última hora los electores alemanes leyeron la destrucción de Katrina, en Nuevo Orleáns, como un ejemplo contundente de lo que significa un Estado que abandona a su suerte a los ciudadanos, y así el alto número de votos con el que contaba Angela Merker -dispuesta a profundizar decididamente las reformas liberales y a comprometerse a fondo con el atlantismo- los hizo dar un vuelco, dejando en el limbo la formación de gobierno, pero expresando su indisposición a admitir la continuación del desmantelamiento del Estado del bienestar. Hemos visto al gobierno francés oponerse a la compra de Danone por Pepsi-Cola y al gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, oponerse a la adquisición de bancos italianos por entidades extranjeras.

Hemos visto cómo padres y madres de soldados muertos o heridos en Irak marcharon a la base de la fuerza aérea Dover el 14 de marzo pasado para demandar que Bush no esconda las pérdidas en Irak y regresen las tropas a sus casas. Ahora muchos se preguntan si Cindy Sheehan, que comenzó haciendo guardia cerca del rancho de Bush, solicitando audiencia, no representa el nacimiento de un nuevo movimiento antiguerra, tan poderoso como el que culminó con el retiro de las tropas estadunidenses de Vietnam.

Hemos visto la "cumbre" convocada por Clinton, con un millar de importantes líderes de diversas partes del mundo, organizada en paralelo al parto de los montes que fue la ultima reunión de la ONU, proponer al mundo examinar y dar salidas a las consecuencias económicas de la retirada israelí de la franja de Gaza; las ventajas y los problemas de la globalización; el precio del petróleo y las alternativas energéticas, y el debate interno en el Islam. Hemos visto crecer y afinar la puntería al llamado movimiento altermundista.

Hemos visto en México el profundo desencanto con el foxismo, y la probable redición, en términos actuales, de algún grado de economía mixta según qué partido sea el ganador en 2006.

Si éstos y muchos otros signos hoy presentes crecen y se multiplican, lo cual no parece remoto, podemos estar asistiendo a los prolegómenos del fin de la pesadilla de la globalización neoliberal. Pero salir de este túnel llevará mucho tiempo y un gran esfuerzo de los pueblos del mundo.

Estudiar, pensar, analizar, examinar, experimentar, tender puentes, evitar el maximalismo, por el flanco izquierdo, es más necesario que nunca. Entre el Estado del bienestar y la selva neoliberal parece volver a abrirse un debate mundial que puede fertilizar un día el debate por una sociedad humana libre de explotación e injusticias.

 
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