La Jornada Semanal,   domingo 25 de septiembre  de 2005        núm. 551
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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INMERSIÓN CINERA (III Y ÚLTIMA)

El vigesimoquinto Foro Internacional de la Cineteca incluye En el mundo a cada rato (España, 2004), una producción desacostumbrada en varios sentidos, comenzando con su inclusión misma en un evento de esta naturaleza o, mejor dicho, con el formato de su realización —los 35 milímetros—, que hace más que posible, pertinente dicha inclusión. Es decir, conceptualmente no es algo que no se haya hecho antes, particularidades más o menos, además de que el formato en que suele realizarse un trabajo de esta naturaleza lo destina, desde su propio origen, a la televisión o, en ciertos casos, a la exhibición restringida en video.

Producido por UNICEF, el filme se compone de cinco partes, tituladas El secreto mejor guardado (Patricia Ferreira), La vida efímera (Pere Joan Ventura), Las siete alcantarillas (Chus Gutiérrez), Hijas de Belén (Javier Corcuera), y Binta y la gran idea (Javier Fesser). Su cometido es explícito: la difusión masiva de los derechos de los niños. Así, cada una de las cinco historias aborda uno de los siguientes temas: la lucha contra el VIH/sida, la inmunización contra enfermedades, el desarrollo integral en la primera infancia, la protección de la infancia contra todo tipo de violencia, explotación y discriminación, y por último el derecho a la educación, aquí en particular, y dada la naturaleza de la historia que se cuenta, el de las niñas.

Un elemento común a todas las partes, fundamental de la propuesta toda, es que cada una es rubricada con el dato duro, la cifra que indica la cantidad de niños en el mundo que padecen el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, los que desempeñan labores mal o no remuneradas antes de la edad indicada por los derechos universales de los niños, etcétera.

El formato elegido es eficaz: la información penetra, funciona, sacude con mayor contundencia, dejando de ser sólo un dato estadístico, después de la puesta en escena de lo que Patricia Ferreira define a la perfección: "es real, nada es inventado; la ficción del guión sólo es ficción en su estructura cinematográfica. Esos niños realmente existen y viven". Ella lo dice respecto de El secreto mejor guardado, el corto que le correspondió dirigir, pero su aseveración vale lo mismo para los otros cuatro.

DE ÁSPERA TERSURA

La impresión de conjunto es agridulce pues lo que se ve, desde una perspectiva estrictamente cinematográfica, es un conjunto equilibrado, armónico y con balance de cinco cortometrajes con un hilo conductor temático que imbrica diversas soluciones formales, estructuras narrativas y estilos fílmicos. Pero al mismo tiempo estamos viendo la ficcionalización de la realidad pura y dura, ésa que realmente viven los seres de carne y hueso que le dan cuerpo al número estadístico. El goce estético, que lo hay, tiene como corolario la información escueta, exactamente como si se tratara del agente activo de un medicamento y el excipiente para introducirlo al organismo.

Sirva la primera historia para ejemplificar. En El secreto mejor guardado se testimonia la natural y cotidiana dificultad de establecer prioridades, exacerbada por una situación límite: viviendo en el borde mismo de la miseria, una anciana a cargo de la crianza de su nieto, habiéndose enterado de que éste padece sida, debe decidir qué será más importante: ¿gastar el dinero duramente ahorrado para comprar medicinas, o cumplir el anhelo del nieto, que sobre todas las cosas quiere comprarse el uniforme escolar para no sentirse excluido de la comunidad de estudiantes? Toda tentación de abrocharle al corto el adjetivo "sensiblero" desaparece, hay que insistir, cuando la historia termina, aparece el dato en pantalla y uno se imagina que, como la recién vista, debe haber miles y miles de historias similares, acaso más cursis o lugarcomunescas, pero todas, siempre, reales. Pere Joan Ventura lo explica bien, acudiendo precisamente a una de las frases hechas más trilladas: "Comprobamos que la realidad supera a la ficción, y que es difícil llevarla a la pantalla. En una semana vimos tres muertes infantiles, pero sólo una está en la película" —el subrayado es mío.

Se comprende bien, finalmente, que En el mundo a cada rato haya sido hecha para exhibirse, al menos en primera instancia, en el cine y no en televisión o de manera restringida, pues la masa televidente deglute y expulsa, sin digerirla, una cinta como ésta como lo hace con el resto del alud que suele consumir, mientras el cine posee, todavía, un poder de convencimiento basado en la eficacia y no en la acumulación.