La Jornada Semanal,   domingo 25 de septiembre  de 2005        núm. 551
 

En los ojos del que mira

NUEVOS VALORES PLÁSTICOS
(1938)

Manuel Rodríguez Lozano

Es desde luego, Carlos Alvarado Lang, nuestro mejor grabador, precisa un ojo experto para recorrer la finura de sus tonos, la categoría que da a sus valores y la delicadeza con que juega el claroscuro.

Es un artista pudoroso por excelencia y sus expresiones las concreta dentro de su técnica que va enriqueciendo día a día, pues es hombre que ya descubrió que el artista sólo puede llegar a las grandes creaciones por sus propios medios.

Como decía, es placer para el ojo habituado, ver las relaciones que va estableciendo Carlos Alvarado Lang en su trabajo. Contento como los maestros renacentistas domina su oficio y gusta de transmitirlo a sus discípulos; justo es aclarar de una vez por todas a la falsa crítica, a la crítica literaria que todo gran artista es, se lo proponga o no, un Maestro; sólo se enseña lo que bien se sabe y si esos falsos artistas romanticones que se creen que enseñar es una condición inferior, no están haciendo sino exhibir en su obra y en su dicho su incapacidad técnica. No se crean artistas, eso es una verdad de Perogrullo, pero si se enseña la técnica, un medio de expresión que es denominador común a todo Arte, a sabiendas que después cada artista, si verdaderamente lo es, crea su propia técnica. Bien ha dicho Paul Valéry, "no hay genio sin técnica", son los politiquillos de Arte, son los demagogos los que constantemente interponen una columna de humo a los verdaderos valores mexicanos.

Es un real placer poner la columna de humo hacia abajo, y la excelente obra de Carlos Alvarado Lang a la vista de los que no intoxicados por los ridículos "ismos a la moda" buscan la expresión a que tiene derecho todo aquel que tiene algo que decir.

ALVARADO LANG,
MAESTRO DEL CLAROSCURO
(1947)

Antonio Rodríguez

Carlos Alvarado Lang ha podido dar cima a un propósito nobilísimo en que ha puesto, abnegadamente, los mejores de sus desvelos. Nos referimos a las ediciones, bastante amplias, que ha hecho de los grabados originales de varios artistas mexicanos, levantados por él del olvido.

Entre éstas cuentan, la "reimpresión de 24 planchas originales existentes en el Archivo de la Escuela de Artes Plásticas", que él, Alvarado Lang tiró a mano. Los Grabados Populares Mexicanos, que dio a estampa, en pulcra edición, en el año de 1943 y otros trabajos de divulgación en que ha puesto el mayor empeño.

En la actualidad trabaja en la edición de obras originales de grabadores mexicanos de los siglos XVIII y XIX entre los cuales se hallan José de Nava, Galicia, Peña, Antonio de Castro, Troncoso y muchos otros.

No se limita la abnegación de Alvarado Lang a descubrir las planchas, seleccionarlas y darlas a la estampa sino también, trabajo ignorado, a restaurarlas poniendo toda su refinada sensibilidad y hondo oficio, al servicio de las obras que llevan firmas ajenas. A pesar de este trabajo ímprobo que le roba tiempo para sus propias obras, Carlos Alvarado Lang se siente satisfecho por dar a conocer y contribuir a la valoración del grabado mexicano de otras épocas.

Debemos incluir también en su obra, aunque pertenezca a otro aspecto, el trabajo que escribió sobre "El Grabado en México en el Siglo XIX".

Virtuosismo insuperable

Esta actividad de investigador, innovador y divulgador —a la que habrá de añadirse la de maestro, pocos han sido los grabadores mexicanos que no hayan recibido de él alguna desinteresada enseñanza—, ha limitado, naturalmente, la extensión de su obra.

En efecto, los doscientos grabados que salieron de su mano —junto a la ilustración de algunos libros: Fragmentos de Heráclito, de José Gaos; Poesías, de María del Mar; Edición Monumental del 50 aniversario del Banco de México— parecen poco si se tiene en cuenta que Alvarado Lang lleva cerca de veinticinco años consagrado a su arte.

Pero en arte, la cantidad cuenta poco y a veces no cuenta nada; con frecuencia, una sola obra basta para dar cabal idea de lo que vale un artista.

El grabado a buril sobre cobre que Alvarado Lang presentó a la Exposición para el Premio Nacional de Artes Plásticas bastaría, si no tuviera más obras, para presentarlo como uno de los más finos artistas, verdadero virtuoso del claroscuro que posee el grabado contemporáneo de México.

Marcando un lugar aparte en el conjunto del actual grabado mexicano, el director de la Escuela de Bellas Artes no usa jamás el lenguaje grandilocuente, vigoroso, combativo y no pocas veces excelso de sus colegas de la Gráfica Popular.

No hay en él, por supuesto, la fuerza de expresión de un Leopoldo Méndez, a través de cuyo vigoroso lenguaje plástico transmite grandes mensajes.

El suyo es un lenguaje íntimo que corresponde más a la música de cámara y a los pequeños preludios de Bach (compositor que el artista prefiere, de lejos, a todos los demás músicos) que a la gran música orquestal de Beethoven, de Wagner o de Shostakovich.

Tal vez la falta de pasión por el dibujo que creemos advertir en la mayor parte de sus obras impida el uso de un lenguaje más elocuente y la plasmación de ideas que enriquecen los trabajos de otros artistas.

Lo cierto es que en los grabados al buril de Alvarado Lang y en algunas de sus puntas secas hay una riqueza plástica y una gama de matices tan extensa como difícilmente podrá observarse en cualquier otro grabador contemporáneo.

Las mismas limitaciones antes observadas, al empujarlo hacia la expresión abstracta y hacia el virtuosismo, le abren un campo de posibilidades en donde difícilmente puede encontrar competidores.

El manejo habilísimo del buril —forma por excelencia noble del grabado—, el dominio de los valores y de las luces, dan a sus pequeñas obras maestras, particularmente las de los últimos tiempos, una calidad estética sólo accesible a gustos refinados por la selección.

EL GRABADO EN MADERA
(1954)

Paul Westheim

Un maestro que se ha mantenido aparte, independiente de todos, independiente también de las corrientes que predominan en la pintura mexicana, es Carlos Alvarado Lang (nacido en 1905). Grabador de asombrosa habilidad, domina igualmente todos los procedimientos gráficos. La palabra domina está empleada aquí con toda intención. En el caso suyo no es la técnica la que determina el estilo de expresión; más bien es la actitud anímica o la visión del grabador la que se refleja en su técnica, aunque por otra parte aprovecha todos los recursos y posibilidades que brinda. Lo característico en él es su imaginación genuinamente gráfica, que se deleita en el juego de los blancos y negros. Al contemplar estas estampas se nos comunica algo de la fruición que sintió el maestro al contrastar los valores, al crear con matices muy delicados, movimiento, profundidad y, digamos, colorido. En las composiciones gráficas de este artista artesano, hay que penetrar pautadamente, sosegadamente, hay que verlas con amorosa devoción, lo que por cierto no está en consonancia con una época en que el sosiego y la devoción por las cosas del espíritu son cada vez más raros.

HOMENAJES
(1958)

Enrique F. Gual

En el tercer piso del flamante Museo, hay una sala destinada a la obra grabada por Carlos Alvarado Lang. Es una sala entrañable, repleta de labor, de sensibilidad y de culminación de oficio. En nuestra época regida por prisas e impaciencias, esa sala es como una invitación a la reflexión y al análisis. La obra es lenta y paciente, meditada, bella. Tras ella se vaticina un taller con muchas y pequeñas herramientas, menudas planchas brillantes, legión de frascos con ácidos; entre todo ello, el grabador se reviste del carácter medio taumatúrgico del viejo creador artístico. Nada le apresura; tras una incisión debe incidir de nuevo; el talco pone de relieve el efecto logrado, y vuelta al buril. Surco tras surco la plancha parece una telaraña salpicada de una vaga escritura que el tórculo revela en toda su magnífica hermosura. Con una sola tinta, ha conseguido el artista multitud de medios tonos visuales, ha dado profundidad y corporeidad. Y sobre todo ha conseguido ofrecer un poco de ensueño al amante de las láminas, al hombre para el cual la estampa en blanco y negro devota y minuciosa, significa un apartado trascendente en la historia del arte.