La Jornada Semanal,   domingo 25 de septiembre  de 2005        núm. 551


HUGO GUTIÉRREZ VEGA

ACERCAMIENTOS A MANUEL JOSÉ OTHÓN (VI de IX)

Dice Joaquín Antonio Peñalosa que a Othón "se le despertó el interés por el cuento en 1878, cuando frisaba en los veinte años, y escribe ‘Blanca de nieve’, un cuento en verso que posteriormente incorporó a su libro Poesías, publicado en 1880". Los cuentos fantásticos: "Encuentro pavoroso", "Coro de brujas" y "El nahual", mezclan los elementos del estilo gótico con los temas clásicos de las leyendas mexicanas y las historias de espantos de origen prehispánico cristianizadas por la colonización española. Esta serie, dedicada a José López Portillo y Rojas, autor de La parcela, tiene como fundamento las consejas populares, pero también algunas aventuras vividas por el propio Othón en sus constantes viajes, o escuchadas de boca de amigos en las tertulias de las boticas de los pueblos y las pequeñas ciudades en las que el escritor ejercía su profesión legal. Aparecidos, brujas y nahuales giran incansablemente en estas narraciones escritas, según le cuenta Othón a Delgado, "a vuelapluma", en un estilo directo y sencillo. Sin embargo, hay momentos en los que la prosa adquiere tonos líricos y el escritor goza con el sonido de las palabras y sus acertadas combinaciones: "¡El tigre!, el sanguinario huésped de las selvas de tierra caliente, dice el jinete nocturno al sentir que su caballo se encabritaba ante la presencia de un ser aterrador."

En "Coro de brujas" describe los conjuros de la brujería mexicana: la saliva, el huevo de gallina prieta, las limpias con ramas de pirú, los sahumerios, las oraciones católicas dichas al derecho o al revés, según el caso, las predicciones, los rezos a San Antonio Abad o San Isidro Labrador —"quita el agua y pon el sol"—; las recomendaciones del utilísimo calendario de Galván, el mal de ojo, la medicina basada en conocimientos botánicos de origen prehispánico y todos los conjuros hechos para que el enfermo "recupere su centro"; los amuletos y el conjunto de supersticiones que, por razones moralizantes, ridiculiza y combate. El cuento tiene relación con el poema que ya hemos comentado: "Noche rústica de Walpurgis" y recuerda las reuniones de Brooken, la montaña del Harz donde la leyenda alemana ubica los grandes aquelarres con la presencia del macho cabrío, cuyos genitales y ano recibían el beso ritual de las delirantes brujas adoradoras.

Sus cuentos realistas siguen las pautas del realismo mexicano en el cual Rafael Delgado adaptó las reglas del europeo a las costumbres y tradiciones locales. Influyen en su obra, además, su admirado José María de Pereda, el novelista santanderino autor de Peñas arriba, El sabor de la tierruca, Sotileza y Don Gonzalo González de la Gonzalera, y el escritor jalisciense José López Portillo y Rojas con sus escenas típicas y campesinas. Pero la adoración mayor es el Cervantes de las Novelas ejemplares. Admiraba al autor del Quijote, novela que conocía muy a fondo y que viajaba con él de pueblo en pueblo. Algunos de estos cuentos son verdaderas crónicas, producto de sus vivencias, recordadas y escritas con fidelidad, sin adornos ni añadidos.

Otro aspecto interesante de sus narraciones breves es la presentación de cuadros costumbristas con fines meramente descriptivos, propósitos moralizadores o el puro placer de recordar y dar testimonio de su tiempo histórico. En este apartado, las fiestas, bailes y comilonas típicas ocupan un lugar preferente, y son descritas con lujo de detalles: "comimos la clásica sopa de arroz con rebanadas de huevo cocido en nauseabundo maridaje con la de pan, adornada ésta de tornachiles en vinagre y bolas de chorizo. Vino enseguida un estofado de pollo que, en obsequio a la verdad, súpome a gloria, como ‘entreés’ dos platones de guacamole y sardinas condimentadas con cebolla picada, queso rallado y piquines encurtidos". Seguía el mole, "mar de manteca y chile con arrecifes de miembros pavunos"; llegó el "turco" (platillo cuya receta se atribuye a la madre Juana Inés de la Cruz, tesorera del convento de las Jerónimas y que se forma con más de treinta elementos culinarios); lo siguieron los chiles rellenos y el plato de frijoles para "llenar huequitos". Todos bebieron agua fresca, cerveza, y con el mole un milagroso pulque curado de almendras y plátano. Estas prolijas descripciones gastronómicas recuerdan a las de Payno (los banquetazos de Relumbrón, Lamparilla o el notario) y a las de Facundo y su "baile y cochino en la casa del vecino..." En fin, la vida decimonónica con tiempo para todo, comidas interminables y las "dulces charlas de sobremesa" del Duque Job, con fresas, perro faldero y la presencia de las muy ilustres "entretenidas" que no eran ni españolas ni yanquis ni francesas.