La Jornada Semanal,   domingo 25 de septiembre  de 2005        núm. 551
MUJERES INSUMISAS
Angélica Abelleyra

ANA THIEL: DE FUEGO, VIDRIO Y RENACIMIENTOS

Tiene una relación visceral con el fuego. Le atrae su poder, tanto destructivo como de transformación y renacimiento. Por eso, desde que estuvo en una fábrica donde éste daba origen al vidrio, Ana Thiel (DF, 1958) se conectó tanto con el material que lo eligió como sendero creativo que trasciende su hermosura intrínseca y busca los contenidos conceptuales que le ayuden a comunicar sus inquietudes internas sobre el lenguaje y sus códigos, la libertad, lo impermanente, lo desconocido, lo oculto.

Ligada a la música por el placer de escuchar a su padre tocar el piano en casa, Ana también creció con el gusto por la lectura y las artes visuales. Su madre, amante de la pintura que aún ejercita, le ponía a la mano muchos materiales para hacer collages o cualquier obra tridimensional. Ese fue el germen de su vocación pues sin demasiadas dudas se inscribió en la carrera de diseño industrial mientras sus talleres libres siempre eran de escultura. Pero ni la piedra, la madera o el barro le habían generado tal "amor a primera vista" como el que le surgió en una fábrica de vidrio. Los hornos, el calor, el fuego y ver a los artesanos soplando el vidrio, le generaron un sentimiento que no se parecía a ningún otro. Por eso, al terminar la carrera, fue a estudiar a Estados Unidos.

De hecho, su tesis giró en torno del vidrio y estuvo seis meses en un despacho de diseño en Nueva York para corregir aquel trabajo. Luego, su maestro escultor le transmitió tanto entusiasmo que en ella creció la pasión por la escultura en vidrio que con los años pasó de ser un objeto puramente visual, con acabado y técnica impecables, a piezas conceptuales donde este material ofrece más de un mensaje.

Dos condiciones propiciaron este cambio de enfoque en la obra de Ana: la muerte violenta de su padre y el nacimiento de un horno en San Miguel Allende, Guanajuato —que ella misma construyó con la ayuda de sus amigos— donde logra volcar su creatividad con total y absoluta libertad. Fue —asume— querer unir fuerzas contrarias, poderes que se repelen y atraen: por un lado, la destrucción que el fuego conlleva y, por otro, involucrar en sus esculturas ciertos objetos abandonados como maderas viejas, fierros oxidados y libros a punto de ser reciclados para, juntos, darles una nueva vida a partir del vidrio. Una tarea de pérdida y recuperación.

Aunque en México existen varios colegas de Thiel haciendo escultura en vidrio, ella se considera afortunada de contar con la infraestructura necesaria para la alquimia. Un horno que maneja altas temperaturas, otro horno para enfriar las piezas lentamente y evitar que se rompan y otras máquinas para grabar. Y si bien cada especialidad tiene sus propios retos, Ana subraya que esta implica gran dificultad técnica y escasas oportunidades de formación en México. "Se están abriendo muchos lugares donde ofrecen cursos, pero me encantaría ver una escuela dedicada a la escultura en vidrio pues eso ayudaría a incrementar el número de personas dedicadas a esta labor".

Además de su formación en EU con Bertil Vallien (sueco, profesor de escultura en vidrio en la Escuela Pilchuck), Ana ha integrado la Glass Artist Society y continuamente es invitada a talleres en Egipto, España y México. Su obra forma parte de colecciones en la Biblioteca de Alejandría y en museos de Portugal, Finlandia, Francia y Dinamarca. A eso hay que sumarle su instinto viajero que añade conocimientos sobre este material con el que dialoga en sus esculturas y ambientaciones —el término instalación le choca por lo que lleva consigo de moda— como las reunidas en su exposición reciente en el Seminario de Cultura Mexicana donde hace convivir el vidrio con libros antiguos, llaves, jaulas sin aves y un sin número de códigos para entendernos a pesar de la globalización.

Admiradora de Helen Escobedo por sus aportaciones artísticas y capacidad lúdica, Ana Thiel acepta que su concepción de la escultura en vidrio se ha ampliado notablemente. En ella caben no sólo las formas utilitarias y perfectas que alimentan la fascinación que siente por el material mismo; también la búsqueda juguetona de significados en cada pieza que refleja sus pasiones: la música, la lectura, la ciencia, la mística. "Entre más personal se vuelve uno en la obra, más universales los contenidos", asienta esta autora de objetos que son espejo de su interior meditativo y orgánico a partir de ese elemento que genera llama, incendio, humareda, aureola, alquimia.