Usted está aquí: sábado 24 de septiembre de 2005 Opinión Carta a los ministros del Trabajo de las Américas

Arturo Alcalde Justiniani

Carta a los ministros del Trabajo de las Américas

Bienvenidos a nuestro país para participar en la 14 Conferencia Interamericana de Ministros de Trabajo, cuyo objeto es promover la cooperación hemisférica en materia laboral. Esta reunión adquiere especial trascendencia en la preparación de la cuarta Cumbre de las Américas, a celebrarse en Mar del Plata, Argentina, en noviembre próximo. Su lema es alentador: "crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática".

El resultado de esta conferencia es fundamental para reinstalar en la agenda regional la importancia del trabajo como un derecho humano esencial, de manera que nuestras poblaciones puedan vivir con dignidad. Resulta evidente que la política macroeconómica, centrada en la búsqueda de estabilidad como un fin y no como un medio, ha sido incapaz de generar empleos y asegurar un crecimiento económico sostenido. Seguramente ustedes valorarán la necesidad de seguir rumbos distintos, atendiendo a las diferentes experiencias regionales. Si algo hemos aprendido en estos años es que el empleo y el salario son creadores de riqueza, y una condición indispensable para fortalecer al mercado interno, cuando es claro que la vocación exportadora de nuestros países enfrenta límites insuperables en las políticas proteccionistas de los países altamente desarrollados. Por lo tanto, se requiere una política económica que coloque en el centro de la agenda la generación de empleos formales de calidad y que asuma que el mejoramiento del poder adquisitivo de los asalariados no es un costo inútil susceptible de ser sacrificado, menos aún un "resultado natural del comportamiento de las fuerzas del mercado".

Seguramente también formará parte de sus reflexiones el papel del Estado en el mundo del trabajo. Convendría advertir al respecto la importancia de recuperar su papel en el fortalecimiento de las instituciones laborales. En muchos de nuestros países se han reducido los recursos que debieron destinarse a la inspección y a la justicia laboral. Aunque son mayores los esfuerzos realizados en el campo de la capacitación, por lo general con la ayuda de los organismos financieros internacionales, estos esfuerzos siguen siendo insuficientes y no se han desarrollado las capacidades estatales necesarias para asegurar la efectividad de las normas laborales. Por ello, buena parte de nuestras carencias devienen de un marcado debilitamiento de los instrumentos con que cuentan los ministerios del Trabajo y las demás dependencias vinculadas con esta función para su desempeño, en condiciones marcadamente distintas a aquellas en las que se fundaron, y adversas para la defensa de los derechos de los trabajadores. Los temas laborales han quedado colocados en los últimos lugares de la agenda nacional, y ello se ha reflejado sensiblemente en los presupuestos respectivos. Para romper con este círculo vicioso se requiere, sin duda, voluntad política.

Es buen tiempo para valorar en su correcta dimensión los efectos de los acuerdos de liberación comercial en el mundo laboral. En primer lugar convendría reconocer que éstos han sido diferenciados. Si bien en algunas ramas las exportaciones han tenido incrementos sobresalientes, en muchas otras, precisamente en aquellas creadoras de empleo, y en las pequeñas y medianas empresas, los resultados han sido negativos. Los convenios laborales complementarios, como el Acuerdo de Cooperación Laboral de América del Norte, han demostrado su ineficacia para mitigar los efectos de una competencia desleal, lo que se debe a su diseño ambiguo, falta de coherencia entre medios y fines, y la ausencia de mecanismos prácticos para influir en nuestras realidades laborales.

Fortalecer la gobernabilidad democrática por la vía de la creación de empleos de calidad es una tarea en la que los sindicatos tienen un papel fundamental que jugar como interlocutores necesarios. Esto supone crear las condiciones para permitir la libre asociación, la contratación colectiva legítima y una justicia laboral imparcial y profesional. La presencia en México de más de 90 por ciento de contratos colectivos de protección patronal, producto de un sofisticado circuito de corrupción y una compleja red de complicidades, ha generado ya una gran preocupación internacional, particularmente en la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), la cual está promoviendo una iniciativa para denunciar y combatir esta nociva práctica que empieza a extenderse como un cáncer en la región. Un instrumento valioso para la toma de decisiones sería comparar los modelos laborales en nuestros países, a partir de su funcionamiento real, identificando nuestros vicios y carencias, pero también las buenas prácticas.

Poco ayuda el discurso grandilocuente, alejado de la realidad cotidiana, que caracteriza a muchos encuentros internacionales, actitud que explica lo limitado de sus resultados. El reto de esta conferencia estriba en reconocer la existencia de diferentes maneras de adaptarse a los procesos de globalización, a partir de nuestras realidades y tomando distancia de los dogmas neoliberales, que han demostrado su fracaso. Por el contrario, hoy debe discutirse cuál es la mejor forma de proteger a los más débiles estructuralmente, universalizando el derecho a la seguridad social y a la formación profesional, otorgando apoyos inmediatos a aquellos trabajadores que han perdido el empleo, para que puedan conseguir otro, y subsistir hasta que ello ocurre y, más en general, extendiendo la protección social hacia todos los trabajadores, tengan o no un empleo asalariado.

Nos alientan, sin duda, las ricas experiencias de países en las que los pueblos han optado por gobiernos más preocupados por construir un futuro de bienestar social y que reconocen al trabajo como un derecho humano. Confiamos en que sus voces sean claras y contundentes, compatibles con el reclamo popular de mujeres y hombres que sólo tienen como patrimonio su esfuerzo personal y que reclaman con urgencia un cambio de rumbo.

 
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