Usted está aquí: sábado 24 de septiembre de 2005 Mundo LOS DE ABAJO

LOS DE ABAJO

Gloria Muñoz Ramírez

LAS LUCES Y SOMBRAS del movimiento social en Argentina, los retos de nuevas formas de hacer política, el desafío de la organización ante un gobierno en el que no se ven representados amplios sectores de abajo, pero que no se presenta como un enemigo abierto, son algunos de los temas que se siguen debatiendo en un país que, sin la euforia de la movilización desatada por la crisis económica de 2001, continúa en resistencia.

El colapso financiero provocó nuevas formas de resistencia de los de abajo. Hoy, después de casi cuatro años, el desafío es mantener la autoorganización e ir más allá del cierre de rutas (piquetes), en un contexto en el cual, es cierto, la ebullición social que provocó la insurrección de diciembre está en una etapa que puede confundirse con el desaliento.

No son pocos los ejemplos concretos de la resistencia, y para hablarse y escucharse se reunieron en Río Cuarto, provincia de Córdoba, estudiantes de agronomía que realizan jornadas de trabajo comunitario con organizaciones campesinas y urbanas, niños de la calle o en situación de riesgo que tienen una revista que se distribuye en los semáforos, jóvenes de la Universidad Transhumante (proyecto de educación popular que se conjuga con actividades artísticas), trabajadores del campo cordobés e hijos y familiares de desparecidos políticos, que se desenvuelven no sólo en el terreno de los derechos humanos, sino en la búsqueda de una identidad y en la lucha contra el olvido y el silencio.

Se habla de las sombras del movimiento, de su desarticulación, de lo difícil que es reunirse y escucharse; de los grupos que se insertaron en la esfera de un gobierno de izquierda con el argumento de que "desde adentro se puede hacer más"; de los costos de pretender una organización horizontal en la que todos tengan cabida, de la falta de líderes, de lo fácil que es caer en la verticalidad de las decisiones cuando justo se busca lo contrario y de lo difícil que es el consenso; de la decisión de no buscar el poder ni la participación electoral; del reto de hermanar la lucha del campo y la ciudad y de cómo ir de lo local a lo nacional e internacional; de la fragmentación que da la sensación de soledad y el aislamiento que produce orfandad; de la represión que lleva al inmovilismo. Se habla también de lo complejo que resulta no visualizar un enemigo concreto con un gobierno de izquierda y de las nuevas formas que adopta el control y la represión.

Las luces: no son pocas las formas organizativas que nacieron y que se plantean la permanencia: bibliotecas y comedores populares, fábricas recuperadas, movimientos de trabajadores desocupados que pasaron a la autonomía barrial y la autogestión, organización campesina y estudiantil y un afortunado etcétera que continúa en la resistencia. La construcción es silenciosa, invisible, pequeña, pero real; hay una ruptura con las formas y el lenguaje partidista; se generan nuevos espacios de encuentro; se desvanece el concepto de vanguardia y nace la certeza de que se puede crear desde abajo, sin el permiso de los de arriba. En suma, la esperanza de elegir su propio destino.

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