Jornada Semanal, domingo 18 de septiembre de 2005        núm. 550

HUGO GUTIÉRREZ VEGA

ACERCAMIENTOS A MANUEL JOSÉ OTHÓN (V de IX)

"La noche rústica de Walpurgis" según Joaquín Antonio Peñalosa se llamó originalmente "La noche de las selvas". Othón lo cambió al entusiasmarse con las mitologías germánicas y los ritos adivinatorios. En sus veintidós sonetos busca la comunión con las cosas y los seres de la nocturnidad. Quiere escucharlos y siente que en el bosque profundo hay un lenguaje que debemos interpretar, un sonido al cual no está acostumbrado nuestro oído: "Sube al agrio peñón, y oirás conmigo lo que dicen las cosas y la noche." La naturaleza es maternal y nutricia, pero también misteriosa. Sus amenazas rodean a quien se atreve a comulgar con ella. Acaricia y castiga. Sus vigores son ciegos y nada podemos hacer para detenerlos: "noche profunda, noche de la selva,/ de quimeras poblada y de rumores, sumérgenos en ti:/ que nos envuelva el rey de tus fantásticos imperios/ en la clámide azul de sus vapores/ y en el sagrado horror de tus misterios". Los druidas, los germanos, los pastores de todas las mitologías, se unen en la admiración y en el pavor. Del bosque sale un canto y se eleva para celebrar la creación: "la más grande oración que desde el mundo se ha alzado hasta las cúpulas del cielo". En el poema se combinan las palabras consagradas y propias del lenguaje poético que podríamos calificar de canónico, con otras de timbre novedoso capaces de ensanchar los significados y de tocar una música rara y con nuevas sugerencias. "chorro garrulador, sobre la honda cóncava quiebra,/ rómpete en jirones..."

De clara estirpe romántica es el soneto "Los muertos" en el que se dan la mano la gravedad más sincera y el estilo directo, claro, sin concesiones, pues el tema exige desnudez y eficacia expresiva: "Mas no podéis imaginar los otros tormentos que hay bajo la losa fría:/ la falta, la carencia de vosotros; la soledad, la soledad impía..." Bécquer influye sobre el poema, pero hay también una premonición existencialista: Gabriel Marcel pensaba que "decir a alguien, yo te amo, significa, tú no debes morir". La noche de Walpurgis se llena de brujos y demonios de todas layas y colores. El aquelarre es multinacional, pues a él acuden nahuales y coyotes, el diablo campirano conocido con el mote de "El Vaquero Marcial", las brujas europeas que andan "sin Dios y sin Santa María" y las macbethianas con sus víboras y sapos: "no cese, no cese el trabajo aunque pese,/ que hierva el caldero y la mezcla se espese", cantando en los llanos gélidos de Escocia. En el bosque othoniano giran de manera parecida: "Hijas sois de la víbora y el sapo:/ de vuestro hediondo seno sacad presto las efigies rídiculas de trapo"... y los nahuales danzan alrededor del brujerío.

Termina la noche y "la madrugada va a empaparse en el agua sonrosada/ que ya muy pronto vertirá la aurora", y sus sortilegios se deslién en la "blancura inmaculada" del alba. El poema termina con un saludo y un homenaje al médico, senador, poeta y dramaturgo, José Peón Contreras. Othón lo saluda "desde el rincón oscuro de mi aldea" y le entrega uno de los más hermosos poemas de nuestro luminoso y horrendo siglo XIX que, a su manera, fue Walpurgis y Lumen.

"Poema de vida", "Salmo de fuego", "Procul Negotiis", "Pastoral" y otros poemas como "Una estepa del Nazas", completan la "Rusticatio" othoniana (sirva esto para recordar al Padre Landívar).

De los poemas sueltos debemos rescatar la hermosa "Elegía" escrita a la memoria del maestro Rafael Ángel de la Peña: "De mis oscuras soledades vengo/ y tornaré a mis tristes soledades/ a brega altiva, tras camino luengo...", así dice el primer terceto que homenajea al clásico y define las creencias de Othón: "y endulzo el amargor de mi ostracismo/ en miel de los helénicos panales/ y en la sangrienta flor del cristianismo": Eliot se definía de manera similar: "Monárquico en política, clásico en literatura y anglocatólico en la religión." El homenaje termina con un sonoro ditirambo: "¡Cuánto envidio a los muertos/ cuya estela marca en los mares el camino luengo que dejará su nave de áurea vela!/ Y con esas envidias que yo tengo,/ abandono el rumor de las ciudades. De mis desiertas soledades vengo/ y torno a mis oscuras soledades."
 

(Continuará.)