Jornada Semanal, domingo 18  de septiembre de 2005                   núm. 550
LAS ARTES SIN MUSA
Alonso Arreola

FÁBULA DE JOE ZAWINUL Y LA MOSCA
 

Cayó una mosca en una olla llena de carne.
A punto de ahogarse en la salsa, exclamó para sí misma:
"comí, bebí y me bañé; puede venir la muerte,
no me importa ahora".
Esopo

 En situaciones como ésa uno sabe lo que es ser mosca, hacer mosca. Medir distancias, no estorbar, insinuar presencia, cruzar miradas, provocar el encuentro, saludar confiadamente y seguir de largo como si tras el "hola" hubiera algo más que frotar la piel erizada; portar un cometido que regale certezas aunque nadie comprenda nuestra función tras bambalinas. Ser mosca vaya, pero mosca discreta. Ya luego, sometiendo a las ignotas leyes de la casualidad, estar en donde el camino se hace tan angosto que sucede lo inevitable: nace el fuego vibrante que marcará nuestra memoria.

En el proscenio del Teatro de la Ciudad, el 6 de septiembre, esta mosca sobrevolaba a Joe Zawinul durante su prueba de sonido. Invisible, quería comprobar si la noche de hacía diez años había valido la pena tanto como recordaba (otra antorcha en fuga). Sí: una leyenda, sí: el fundador de Weather Report, sí: el autor de "In a Silent Way" y "Birdland", sí: mitos, leyendas, historias… Mierda para la mosca. Palabras. Nada importante cuando lo único que quiere es aterrizar en esa mano, sentir falanges y cartílagos; cables, poleas y mecates del demiurgo trascendental.

Acechando el plato de carnes frías, minutos después, la mosca por fin escucha esa voz que se aproxima preguntando si alguien quiere tequila. Henchida y en plena mutación, la casi libélula aterriza en la mesa… Lástima que ahora no recuerde cómo surgió el tema del boxeo.

"La gente no sabe lo que se vive en el vestidor de un boxeador justo antes de la pelea", dice Zawinul. "Yo sí. Estuve en las esquinas del ring por muchos años. Yo he visto ese miedo… un miedo que te cala hasta el fondo."

–Hace un momento dijo que el box era como la música…

Son lo mismo. No hay diferencia. La vida como músico nos enseña eso. Uno siempre tiene que pelear por una mujer, golpear a alguien y terminar la noche [risas].

–¿En qué momento viene la transformación del miedo en magia?

En el túnel que sale a la arena, en el que te lleva al escenario. Ahí es donde todo cambia, cuando debe llegar la calma... También en los primeros treinta segundos del combate.

En este punto la mosca-libélula descubre sus primeras plumas. Se felicita por tener aquellos ojos múltiples; da gracias porque ese hombre de la realeza austriaca haya preferido sumergirse en las calles de Nueva York. ¡Cómo disfruta su tequila!

–Seguro que tuvo encuentros con Miles Davis en el ring…

–Claro. Él era muy bueno, el problema es que era mucho más delgado y ligero que yo. Pegaba muy duro… se hizo famoso cuando noqueó a Max Roach de un golpe… uff… pero bueno, yo siempre fui más fuerte… sigo siéndolo, entreno tres veces por semana, diez rounds por vez. Mi entrenador es el mismo de Alí. Mira: así se cubre uno de los rectos ¿ves? La clave está en el hombro izquierdo… así, así… Los mexicanos son los mejores en eso aunque casi no muevan las piernas. Ahí están Julio César Chávez, Morales, Barrera… todos geniales.

–¡Vaya que sabe de box!

–¡Yo crecí con eso! Primero está la familia, luego el box y después la música. Luego tal vez esté el futbol… De verdad. Al percusionista de este Zawinul Syndicate lo contraté al verlo jugar futbol [ríe]. El partido de México contra Estados Unidos lo vi hace unos días en Detroit… ¡Imagínate si me gusta o no el soccer!

–Entonces conoce bien a los mexicanos…

¡Claro! Aquí he estado en muchos lugares… En Puebla toqué con Cannonball Adderley en una plaza de toros hace muchos años… Pero lo mejor fue cuando me presenté en Bellas Artes. Miles Davis viajó aquí y se compró un traje nuevo para verme con mis sintetizadores, pero se quemaron por el cambio de voltaje y no pudo más que escucharme con el piano. Así se quedó con su traje nuevo en Bellas Artes, bien acompañado por una bella mexicana [ríe].

Claro, la mosca-libélula es ya una golondrina deshaciéndose en su verano fugaz cuando otra voz interrumpe su transformación.

"Mr. Zawinul… Ten minutes to go", dice la coordinadora. "A mí avísenme cuando tenga que salir al escenario", contesta el músico. "Yo no tengo que prepararme para dar un concierto. Tengo sesenta y nueve años tocando, no hay diferencia: tocar y vivir, es lo mismo… Una vez platiqué de eso con Dizzy Gillespie y con Johnny Cash mientras esperábamos en un camerino… Yo ya no pienso cuando toco, sólo vivo, respiro…".

¿El concierto? Vuelta de tuerca. Terremoto. Catorce asaltos y un knock out.