La Jornada Semanal,   domingo 18 de septiembre  de 2005        núm. 550
 
El cine coreano

Alejandro Pérez Eyzell

El cine asiático se ha venido configurando como un fenómeno cultural, logrando en las últimas décadas una gran penetración y aceptación internacional, siendo alabado por los críticos y aclamado por audiencias. Traspasando temáticas bien asociadas con dicho cine, como los legendarios samuráis y sus códigos de honor de los maestros japoneses Ozu y Kurosawa; dicho cine se levanta hoy como una potencia artística en el campo cinematográfico de una alta calidad en producción y dirección, que reflejan fielmente aquellas culturas, aún exóticas para Occidente, a donde pertenecen. No obstante, la industria asiática, como suele suceder en otras cinematografías en el orbe, ha experimentado una involución en mercados internos; donde productos extranjeros, especialmente provenientes de Hollywood, superan en número a las producciones nacionales. Japón y Hong Kong constituyen un buen ejemplo, con una gran caída en su producción local y donde se ha reflejado un declive astronómico en número de espectadores y salas de cine. De esta forma, las "edades de oro" en la mayoría de los países de la región pertenecen al agridulce recuerdo de un pasado, cuando las producciones locales competían cara a cara con Hollywood.

A diferencia a sus mercados vecinos, desde fines de los años noventa el cine coreano reaparece como una nueva y novedosa industria, basada en una nueva generación de realizadores entusiastas, con planes de crear una industria competitiva local. Este cine, muy desconocido en Occidente y no tan apoyado en casa diez años atrás, abre caminos para su propio renacimiento hasta convertirse hoy en un mercado donde las producciones nacionales alcazaron sesenta por ciento de la taquilla anual en 2004. Producciones coreanas de calidad han estado presentes en importantes festivales internacionales como Cannes, Venecia, Berlín, San Sebastián, Tokio; y han participado con buenos frutos en mercados foráneos, como el asiático, europeo y norteamericano. De esta forma, se pone en evidencia el "milagro del cine coreano", sin lugar a dudas una de las cinematografías más excitantes del momento, comparada en diversas ocasiones con Hong Kong en los setenta y hasta con Francia en 1968.

SURGIMIENTO DEL NUEVO CINE COREANO

La nueva evolución del cine coreano no es un hecho aislado. Críticos y realizadores reflexionan sobre la nueva cultura de vanguardia con valores democráticos, después de años de autoritarismo (la ocupación nipona hasta 1946, seguida por regímenes dictatoriales hasta finales de los ochenta), como elemento fundamental para el desarrollo intelectual de la industria. Es cierto que este cine vivió la llamada "Primera Edad de Oro" durante los años sesenta, cuando Corea del Sur vio florecer a los pioneros de la casi inexistente industria (que vivió su virtual destrucción durante la guerra intercoreana en los cincuenta), los grandes maestros Hyun-mok Yoo, Ki-yuk Kim, Sang-wook Shin y el aún activo Kwon-taek Im (Chihwaseon, 2002). Empero, la constante censura y el control del Estado eran impedimentos para el surgimiento de un nuevo cine con validez social y personalidad propia. La entrada de la era democrática en los noventa fue el motor para una "revolución de cine independiente", con una nueva generación de cineastas formados profesionalmente e influenciados por diferentes géneros y estilos. Estos portavoces, conscientes de su importante rol, definen un nuevo cine progresista, variado, innovador y versátil, a través de producciones que reflejarían las nuevas realidades de una sociedad en cambio, las cuales se convirtieron en el impulso vital hacia la renovación conceptual y estructural de la industria coreana.

Políticas proteccionistas han sido otro factor favorable para el desarrollo y fortalecimiento de la industria, como el sistema de cuotas de pantalla (actualmente se exigen 146 días de proyección de películas nacionales en cines locales o cuarenta por ciento de todas la proyecciones anuales) y una amplia inversión del Consejo Coreano para el Cine o kofic (por sus siglas en inglés) para financiar a nuevos cineastas independientes. Igualmente, el kofic impulsa la creación de festivales (a un promedio de casi uno por mes) para la muestra de producciones comerciales e independientes: el prestigioso Festival Internacional de Cine de Pusan, capital del cine en Corea y unos de los festivales más reconocidos en Asia; el Festival Internacional de Cine de Chonju (el cual impulsa producciones en formato digital); el Festival Fantástico de Cine de Puchon, entre otros. Dichos factores permitieron surgir a muchos de los directores reconocidos en la actualidad, como Chan-wook Park (Cinco días para vengarse, 2003), Ki-duk Kim (Las estaciones de la vida, 2003), Joon-ho Bong (Memorias de un asesinato, 2003) y Sang-soo Hong (Turning Gate, 2000). Además, la aparición de una nueva generación de jóvenes espectadores, quienes consideran al cine como su principal medio de entretenimiento y cultural, ha afianzado una "cinemanía" en el país, lo cual asegura un gran mercado de consumo para las películas y crea una base clara para el surgimiento de generaciones futuras de directores, actores y otros profesionales de la industria.

Otro elemento novedoso se refiere a la participación de grandes conglomerados coreanos o chaebol en ciertas producciones. La participación de la desaparecida Daewoo y la Samsung, por ejemplo –hasta la crisis financiera asiática de 1997–, dio un empuje a ciertas producciones y contribuyó positivamente a la imagen de la industria a nivel local e internacional. No obstante, la falta de una estructura estable y un financiamiento seguro creaba un panorama incierto para los nuevos directores, quienes hasta finales de los años noventa no tenían asegurada la posibilidad de realizar una segunda película. Así, a pesar del optimismo proveniente de críticos extranjeros, existía una gran incertidumbre hacia el futuro de este cine en 2000.

NUEVOS PANORAMAS:
VENGANZA, AMORES E IMPOSIBLES

Estrellas de cine y directores coreanos tienen seguidores en mercados asiáticos y europeos; ciclos y festivales de cine coreano son esperados en diferentes ciudades del mundo; en Seúl, las salas de proyección se encuentran repletas los fines de semana y días festivos. En fin, el cine coreano se ubica plenamente en su "Segunda Época de Oro" y sigue en expansión, asumiendo un protagonismo impresionante en mercados y festivales locales e internacionales, y estableciendo bases para mantener su auge a futuro. Definitivamente, la diversidad de géneros y el cruce de los mismos, sumada a direcciones creativas y actuaciones destacadas, forman elementos de una fórmula atractiva y efectiva, que ha cautivado tanto a Corea como al resto de Asia y Occidente.

Dramas, tragicomedias, thrillers, películas de suspenso y terror; tantos los géneros como los triunfos cosechados por películas y sus directores son variados. Cinco días para vengarse (Oldboy), ganador del Grand Prix de Cannes en 2004 y parte de la trilogía de venganza del director Chan-wook Park, es una de las producciones más aclamadas en los últimos años. La película narra la historia de Dae-su Oh, un hombre común, raptado y encarcelado por quince años sin explicación alguna e inculpado por el asesinato de su esposa. A su liberación es retado por su raptor a descubrir la razón de su reclusión y del homicidio en cinco días. Esta película posee una fórmula de venganza atractiva, con personajes que revisitan el cómic en una compleja narrativa, excitante estética, novedosa cinematografía y espléndida actuación de su protagonista, Min-sik Choi. Área compartida de seguridad (jsa), de 2000, y la recién estrenada en Corea Simpatía para la Srta. Venganza (cierre de la trilogía y participante en el Bienal de Venecia) son otras películas recomendadas de este maestro del thriller.

La crudeza visual y perspectivas radicales de Ki-duk Kim, un gran exponente del cine de arte, se reflejan en violentos dramas que reflexionan sobre el ser humano en conflicto, que desafían a la audiencia y sus convicciones. Su variedad de estilos, impactantes puestas de escena y estimulantes producciones, se reflejan en sus últimas cintas laureadas: Por amor o deseo (premiada en Berlín 2004 al mejor director), relata el mundo de la prostitución juvenil en Corea, en el tema de amor imposible entre una prostituta y un músico; y Las estaciones de la vida (premio de la audiencia del Festival de San Sebastián, 2003), un bello y duro ensayo existencial con entorno budista, que relata las etapas de la vida de un hombre desde una cándida niñez, a la pasión y la tragedia de su adultez.

Una chica peculiar de Jae-yon Kwak, un gran éxito a nivel local e internacional, relata la relación casi sadomasoquista entre dos estudiantes universitarios; ella absolutamente excéntrica y él absolutamente ingenuo. Una comedia romántica que se desliza bruscamente al género del drama en un final insólito, con un astuto guión y actuaciones muy versátiles. De esta película se espera una versión de Dreamworks para el próximo año por Gurinder Chadha, directora de Yo quiero ser como Beckham.

Finalmente, la película comercial coreana más taquillera de todos los tiempos y recién estrenada en México, Hermandad de guerra de Je-gyu Kang (2004), relata la historia de dos hermanos separados por el conflicto de la guerra coreana, en un estilo cercano a Rescatando al soldado Ryan, donde técnicas cinematográficas efectivas e innovadoras consolidan el género y contribuyen a crear una realidad descarnada posiblemente cercana a aquella vivida por los coreanos hacia medio siglo.

La cinta de suspenso Dos hermanas (2003) de Ji-woon Kim; el drama policial laureado en San Sebastián Memorias de un asesinato (2003), y El perro de Flandes (2000) de Joon-ho Bong; la premiada en Venecia Oasis (2002) de Chang-dong Lee; la película histórica Chihwaseon (2002) del maestro Kwon-taek Im y premiada al mejor director en Cannes 2003; y Quisiera tener una esposa (2003) de Heung-shik Park, contribuyen a la extensa lista de ejemplos que demuestran la diversidad de este mercado y su aceptación internacional.

CINE: ¿ARTE O COMERCIO? RETOS A FUTURO

Aun tomando en cuenta todos los logros conseguidos por producciones coreanas en la última década, realizadores y críticos locales muestran su escepticismo sobre el futuro de la industria. Uno de los grandes temores lo constituye la posible liberación parcial o total de cuotas de proyección, ante la gran presión del gobierno estadunidense, que demanda la libre competencia entre producciones americanas y coreanas bajo la tutela de los nuevos tratados de libre comercio. El válido argumento coreano ante Estados Unidos y la UNESCO, es la necesidad de proteger producciones cinematográficas, de consideraciones comerciales, por ser "vehículos que transmiten valores culturales y benefician a la cultura global".

Así, las presiones crecen y el levantamiento de cuotas se hace inminente, a pesar de una lucha conjunta por portavoces de la industria contrarios a la medida, quienes temen, con razón, la reducción de admisiones en teatros en forma masiva. Además, ante el nuevo surgimiento de directores de renombre, la emergente generación de directores teme la creación de círculos cerrados y la reducción de financiamiento a producciones independientes por el gobierno o por algunas organizaciones privadas.

Por ahora, el cine coreano disfruta y experimenta diversos logros; las personalidades del medio y su creatividad siguen conquistando a su público dentro y fuera de Corea, dejando un sello que es sinónimo de diversidad y calidad. Indudablemente, el cine coreano forma un punto de referencia y un ejemplo para nuevas industrias emergentes, como la latinoamericana.