Usted está aquí: sábado 17 de septiembre de 2005 Opinión 30 Festival de Toronto Alucines y sentimientos importados de Asia

Leonardo García Tsao

30 Festival de Toronto Alucines y sentimientos importados de Asia

Toronto, Can., 16 de septiembre. Hace unos días mencionaba a la minoría actual de cineastas capaces de imaginar mundos fantásticos. En ese sentido, pocos se comparan actualmente al irrefrenable y prolífico Takeshi Miike, objeto de culto como varios otros colegas japoneses dedicados al género, aunque en el caso de Miike está justificado. Su más reciente Yôkai daisensô (La gran guerra de los Yokai) ha sido programada en la sección Midnight Madness (Locura de medianoche) y el nombre no podría ser más acertado.

Delirante hasta para los estándares de Miike, Yôkai daisensô narra las aventuras de un niño tímido que, en un festival aldeano, es escogido para tomar la espada mágica de una montaña para enfrentar con ella el espíritu maligno que ha reunido el rencor de los objetos desechados por el ser humano para atacar Tokio. El villano tiene una aliada -una doble de Christina Aguilera en una mala noche- que comanda a varios seres biomecánicos. A su vez, el niño es ayudado en su lucha por un grupo selecto de yokai, seres entre monstruosos y fantásticos del folclor nipón, en particular una mascota que parece un hámster de peluche de Sanborn's. Todos esos elementos dan como resultado la gran guerra titular, que una muchedumbre de yokai -quizá la más abundante reunión de horripicosas en pantalla a la fecha- aprovecha para celebrar un reventón.

Esa absurda premisa es aprovechada por Miike para ejercer su peculiar sentido del humor y parodiar las leyendas tradicionales, ciertos programas infantiles, los ataques de monstruos gigantes sobre Tokio y hasta la reciente moda de las legiones de superhéroes con poderes particulares (aquí, uno de los yokai posee la facultad de limpiar frijoles... que resultan fundamentales en la acción climática). Se dice que se trata de la primera película del cineasta apta para público infantil. Eso sería cierto, si uno conociera niños aficionados a las drogas alucinógenas.

En el extremo opuesto del espectro está la sobria película coreana Wae chul (Nieve de abril), del director Hur Jin-ho, quien mostró su aptitud para el melodrama en su anterior Un buen día de primavera (2001). En este caso, Hur narra el dilema de un par de jóvenes cuyos respectivos cónyuges han quedado en coma tras sufrir juntos un accidente automovilístico, hecho que pone al descubierto su amasiato. La confusión y rabia de los afectados pronto conduce a una atracción mutua y el previsible enamoramiento. Hur utiliza una trama similar a la fallida Random Hearts (1999), de Sydney Pollack, pero consigue en cambio un sutil melodrama resuelto en pequeños gestos y lo no dicho. Por desgracia, una música digna de telenovela mexicana subraya los sentimientos que el director apenas sugiere, arruinando en parte su delicado trabajo.

Para seguir con el tema de las personalidades vistas casualmente, hoy se paseaba Rachel McAdams por el centro comercial donde se encuentran las salas Varsity, el gueto de la prensa e industria. "¿Quién es Rachel McAdams?", se preguntará con razón el lector. Es la joven actriz canadiense que fue objeto de la pasión en Diario de una pasión, de discreto éxito en México el año pasado, la heroína del nuevo thriller Red Eye, y que, durante el festival, funge como jurado en la competencia de cortos canadienses. La distancia que le falta para ser realmente famosa podría medirse en el aburrimiento del robusto guarura que la seguía de cerca. Nadie en el mall se molestaba siquiera a voltear a verla.

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