Usted está aquí: jueves 15 de septiembre de 2005 Espectáculos Visiones de mujeres

Leonardo García Tsao

Visiones de mujeres

Toronto, 14 de septiembre. Recién premiada en Venecia, Mary significa el regreso del neoyorquino Abel Ferrara a la vigencia cinematográfica tras varias películas francamente malitas. No se trata de una producción estadunidense sino franco-italiana y, por una vez, no hay asomos de su predilección por la violencia en esta meditación sobre el significado de Cristo en nuestros días. El eje de la historia se da entre el conductor (Forest Whitaker) de un programa de debate televisivo, el director (Matthew Modine) de una nueva y polémica película sobre Jesús, cuya actriz (Juliette Binoche) ha adquirido, al interpretar a María Magdalena, una nueva espiritualidad y se ha retirado a vivir a Jerusalén.

Siempre preocupado por los temas católicos de pecado y redención, Ferrara los echa a una mezcla ecléctica que también alude a la responsabilidad de los medios, la intolerancia ideológica y el machismo en la sociedad judeo-cristiana, entre otros. No todo funciona con la misma verosimilitud, sin embargo, es reconfortante comprobar que el realizador ha recuperado la intensidad y la energía formal de sus mejores esfuerzos.

Otro cineasta interesante, el francés Patrice Chéreau, ha vuelto a sus raíces teatrales con Gabrielle, una obra de cámara sobre la desintegración de un matrimonio francés a comienzos del siglo XX. En un tono descarnado que recuerda a Bergman, obviamente, Chéreau ha adaptado un cuento de Joseph Conrad en el que un burgués (Pascal Greggory) habla sobre la relación ideal con su esposa (Isabelle Huppert) sólo para ser desmentido por una nota en que ella le comunica que se ha ido con su amante. Sin embargo, el personaje titular vuelve a casa para uno de esos duelos escalofriantes de reproches. Auxiliado por el gran fotógrafo Eric Gautier, el realizador evita el concepto de teatro filmado con una muy cinematográfica resolución de los planos. El momento posterior al pleito conyugal, cuando las sirvientas apagan las luces de la mansión, alude precisamente a una convención teatral de fin de acto, pero es una bella secuencia de cine puro.

La paradoja es que el peor retrato de mujeres en lo visto hasta ahora en el festival ha venido de una cineasta, la china Ning Ying. Conocida por sus incisivas sátiras de implicaciones políticas, Por diversión y De patrulla (difundidas en el canal 22 de la administración pasada), Ning ha completado su llamada trilogía de Beijing con Wu Qiong Dong (Movimiento perpetuo), una mirada misógina a las actuales mujeres capitalinas que las reduce a burdas caricaturas. Por ejemplo, la directora dedica cinco minutos para mostrar, en grotescos acercamientos, cómo sus personajes devoran unas patas de pollo chupando huesos, cartílagos y hasta uñas. (La película es tan fea como sus sentimientos, pues está grabada en lo que parece ser video de baja definición.)

Aunque docenas de estrellas hollywoodenses han venido a Toronto para acompañar el estreno y promoción de sus respectivas películas, uno se entera de su presencia sólo por el periódico y la televisión. Las funciones para la prensa e industria se realizan en el eficiente gueto del complejo de cines Varsity, que no guarda relación alguna con las premieres de gala o las fiestas de lanzamiento. La casualidad es la única forma de toparse con alguna de esas presencias, y a mí me tocó cruzarme en un pasillo de hotel con el estupendo pero poco glamoroso actor Philip Seymour Hoffman (como siempre, resultó ser más chaparro de lo que se ve en pantalla). No quiso el destino que me cruzara con Charlize Theron o Kirsten Dunst, por ejemplo. Así es la vida.

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