Usted está aquí: miércoles 7 de septiembre de 2005 Opinión Dilemas sobre bioética*

Arnoldo Kraus/ I

Dilemas sobre bioética*

Para mí, el primer dilema de la bioética es la falta de consenso acerca de una definición apropiada sobre esta disciplina. Muestra de ello es el gran número de definiciones que intentan explicar el significado de la materia que hoy nos reúne. Aunque no entraré en esta discusión, ni intentaré delimitar lo que es la bioética, es sin duda interesante cavilar en algunas de las razones de este intríngulis. Argüir que se carece de definición por ser la bioética una ciencia joven no es una explicación adecuada. Han transcurrido 34 años desde que V. R. Potter describió esta disciplina.

Más que incapacidad intelectual o científica, el hecho de que no exista una definición precisa de los linderos de la bioética es consecuencia de los cambios que imponen las ciencias, la economía, el terrorismo y la globalización sobre el ser humano y el globo terráqueo. Es reflejo, asimismo, de los problemas que emanan continuamente por el crecimiento ilimitado del conocimiento científico.

Para hablar de algunos de los dilemas de la bioética, y en particular sobre las controversias acerca de las células troncales, plantearé ocho escenarios cuyos vínculos son el disenso, la duda, la pregunta y la incertidumbre.

Primer escenario

Muchos científicos, e igual número de eticistas, han cavilado acerca de los enfrentamientos reales o hipotéticos entre ciencia y ética. Quizás uno de los primeros en advertir acerca de las posibles colisiones entre ambas fue Albert Einstein. El Premio Nobel sostenía que la única fuerza que podría detener el crecimiento de la tecnología, y por ende los problemas derivados de ésta, era la ética. Por ser este brete cada vez más patente y más tangible es imperativo que se medite con profundidad acerca de los daños emanados por ese desencuentro.

Este primer dilema podría resumirse de la siguiente forma. Es evidente que el conocimiento científico es imparable. Es igualmente claro que no todos los científicos se preguntan si todo lo que se estudia es útil y si tiene sentido o no seguir realizando determinados experimentos. Por su parte, los eticistas y la ética saben que la ciencia carece de límites, por lo que suelen preguntarse hasta donde es ético y lícito seguir investigando y si tiene o no sentido investigar "todo lo que se desee". El reto se sintetiza en una pregunta: ¿cómo podrían conciliarse las posturas éticas y científicas con respecto al uso, al valor y a los límites del conocimiento?

Segundo escenario

A pesar de que el panorama del mundo contemporáneo invita al escepticismo. A pesar de que el alma de cualquier ser humano consciente y mínimamente "comprometido" debería tener una buena dosis cioranesca y dostoievskiana de la vida, y a pesar de que sólo sean los políticos la única subespecie humana que sigue reproduciéndose ad nauseam y que sean los mismos políticos el único ejemplo viviente de clonación humana reproductiva espontánea creo, contra muchas evidencias, que debemos seguir bregando por que la ciencia sea, hasta donde sea posible, "neutral" y "humana". Entrecomillo las palabras neutral y humana porque entiendo bien que peticiones de esa índole pueden parecer absurdas, ridículas o imposibles.

Lo que es imperativo es no dejar de inquietarse por la forma en que se utilizan muchos de los recursos de la ciencia en un mundo tan dispar. Joseph Brodsky, premio Nobel de Literatura, lo dice mejor que yo. En 1980, en un ensayo intitulado The Power of the Elements, escribe: "La mejor forma de no repetir errores cuando se piensa en el futuro radica en percibir el mundo a través del prisma de la pobreza y de la culpa".

La investigación a partir de células troncales es, por supuesto, bienvenida. Como es sabido, su posible utilidad es inmensa, ya que abarcará muchas enfermedades cuyo tratamiento probablemente beneficiará a millones de seres humanos. La pregunta incómoda que me hago y que deseo compartir es la siguiente: ¿debe o no tener prioridades la ciencia?

Bajo las palabras bienhechoras y cuestionadoras de Brodsky, y a sabiendas de que fallecen aproximadamente 2 millones de seres humanos cada año por malaria, cuyo tratamiento cuesta 30 dólares anuales por persona, que mueren, asimismo, 3 millones por tuberculosis, 3 millones por hambre y más de 8 millones de seres humanos cada año debido a problemas que tienen solución con tan sólo 10 mil millones de dólares anuales (frente, por ejemplo, a los 500 mil millones que Estados Unidos destinará en 2005 a la guerra en Irak), es obligatorio preguntar, ¿qué debe hacer la ciencia para reconciliar el estudio del conocimiento profundo contra las muertes por circunstancias evitables o tratables?

* Fragmentos del texto Controversias sobre células troncales, discutido el 25 de agosto en el Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, dentro del coloquio internacional Dilemas sobre Bioética. Las próximas dos semanas se publicarán otros dos artículos.

 
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