![]() Germaine Gómez Haro DE VORACIDADES Y EXCESOS En el Museo Carrillo Gil se presenta la exposición Voraz fuego ebrio, titulada a partir de una sugerente cita extraída de un poema del autor chino Tu Fu. La amplia y heterogénea muestra pictórica integra cien obras de quince artistas de diferentes generaciones, elegidos por los curadores Carlos Ashida y Dulce María de Alvarado. La gama de participantes que va de José Clemente Orozco (1883) a Saúl Gómez (1980) es propositiva, aunque la calidad formal y conceptual de los trabajos dista de ser homogénea.
En este sentido, los lenguajes pictóricos de los diferentes participantes van del expresionismo de Orozco en dos de sus obras ya "clásicas", Cabaret Popular y La Victoria, emparentadas por su espíritu salvaje con las de Gironella y Germán Venegas, cuyo trabajo resulta, a mi parecer, el más impactante de esta muestra. Se trata de un conjunto de cuarenta magníficas pinturas de diferentes formatos inspiradas en fotografías eróticas, realizadas a manera de variaciones sobre un mismo tema, excelentemente museografiadas en un original montaje que se antoja un tanto escenográfico, pero muy acorde a su esencia "teatral". No sucede lo mismo con Helio Montiel, artista de trayectoria destacada que cuenta con trabajos mucho más interesantes que los elegidos para esta muestra, los cuales carecen de la fuerza expresiva que lo caracteriza. Manuel Mathar presenta unas escenas de ámbitos cotidianos inmersos en una "frescura" que no es del todo convincente, sin embargo se incluye un excelente autorretrato que remite a la atmósfera tenebrista de autores como José Gutiérrez Solana. En el terreno de la pintura de calidad dibujística destacan las atractivas piezas de Humberto Duque y Juan Kraeppellin, impregnadas de un divertido espíritu neo-pop cercano al humor francés de los artistas de la "figuración libre" como Hervé di Rosa y Robert Combas. Roberto Rébora sorprende con sus misteriosas obras realizadas al temple que revelan su sutileza y maestría técnica. El intrincado trabajo de José Luis Sánchez Rull es un contundente elogio al horror vacui, un viaje fantástico por delirantes laberintos de símbolos y analogías que atrapan por su capacidad de sugerencia. Más allá de las pinturas
sobre soporte plano bidimensional, se incluyó un atractivo montaje
de Cisco Jiménez integrado por pequeñas pinturas y sus conocidas
tallas, y las intervenciones sobre muros de Iván Villaseñor
y Charles Glaubitz, las cuales, junto con las pinturas de Álvaro
Verduzco y Balám Bartolomé no rebasan el mencionado terreno
de la ilustración. Aunque al parecer estos artistas recurren a la
estética del cómic y la manga japonesa con un afán
transgresor, sus obras no alcanzan a sacudir ni al espectador más
despistado. Saúl Gómez nos arranca una sonrisa con su pintura
El
Paisa, un homenaje a la glotonería que tiene como contraparte
una intervención en el piso cuyo título lo dice todo: La
guácara. Aquí, el humor redime el mal gusto, y nos invita
a imaginar que, si André Breton visitase esta muestra, nos repetiría
su gran sentencia lapidaria: "La belleza será convulsiva o no será."
|