Usted está aquí: lunes 29 de agosto de 2005 Opinión La economía ante el Informe

León Bendesky

La economía ante el Informe

El modo en que funciona la economía mexicana muestra que la estabilidad financiera no es una condición suficiente para el crecimiento. Este año, y mientras se exponen con mucho entusiasmo desde el gobierno las virtudes de la estabilidad, se estima que el producto no alcance una tasa de expansión de 3 por ciento. Con ello, el promedio de crecimiento en lo que va del sexenio sería apenas de 1.9 por ciento, muy por debajo de las expectativas fijadas por este gobierno al comenzar su mandato.

Las bases para el crecimiento no provienen sólo de un menor ritmo de la inflación, junto con la restricción fiscal y monetaria, ni del extraordinario ingreso de divisas por el elevado precio del petróleo y las remesas de los trabajadores, con lo que se mantiene alto el valor del peso frente al dólar y bajo control las tasas de interés.

Hay muchas otras cuestiones que se requieren para que aumente el producto que se puede generar. Unas de ellas tiene que ver con la estructura de la economía, que haga posible aumentar la inversión y, sobre todo, la productividad; otras tienen que ver con el entorno institucional. Un caso entre muchos que ilustra la deficiencia en este último terreno es el reciente decreto para legalizar los autos de procedencia ilegal en el país.

La estructura de esta economía no alienta el crecimiento, las expresiones de esta limitación son muy diversas, pero hay datos muy básicos que ilustran el débil sustento para elevar la producción y la eficiencia del uso de los recursos. La política económica no favorece la superación de este obstáculo y se reproducen las condiciones del estancamiento, de las fluctuaciones erráticas de la actividad económica y de la propensión a las crisis.

El Censo Económico de 2004, que ofrece la información de 2003, muestra datos relevantes al respecto. Se indica en el censo que había ese año 3 millones 5 mil 157 unidades económicas, que comprenden establecimientos de tipo fijo, semifijo y con operación en viviendas; esto excluye a los puestos ambulantes y, por lo tanto, capta sólo en parte el fenómeno creciente de la informalidad.

Prácticamente la mitad de los establecimientos censados en todo el país se concentran en las actividades del comercio al por menor y abarcaban 25 por ciento del personal ocupado total. La industria manufacturera representó 11 por ciento de las unidades económicas y otra quinta parte de la ocupación. Pero mientras este último renglón generó 29 por ciento del valor agregado y dio cuenta de 34 por ciento del total de los activos fijos, el comercio al menudeo significó 10 por ciento del valor agregado y 6 por ciento de los activos.

Estos datos dan indicio de por qué 90 por ciento de las actividades reportadas en el censo corresponden a personas físicas y sólo 7.5 por ciento a sociedades mercantiles. Además, se advierte que 95 por ciento del total de las unidades económicas tienen hasta 10 personas ocupadas, y 90 por ciento ocupan menos de cinco personas, sean o no remuneradas, ya que 26 por ciento de las unidades censadas operan sin personal remunerado. Estas condiciones se asocian con bajos niveles de productividad, muy poca capacidad de inversión y de incorporación de tecnología, es decir, que generan una muy limitada contribución al crecimiento agregado.

El censo deja ver también que seis de cada 10 unidades económicas tuvo una esperanza de vida de menos de cinco años. Esta elevada tasa de mortandad es signo adicional de la precariedad de las condiciones de producción y de la ocupación de la gente en la mayor parte de la economía nacional. Este hecho se asocia con la gran concentración de la riqueza y del ingreso y con la enorme desigualdad económica y social que existe en el país.

Este es el sustrato de la economía mexicana, poco propicio para el crecimiento y que se ha ido reforzando con los criterios impuestos a la política económica desde mediados de la década de 1980. Es una de las razones por las que se sigue hablando de la necesidad de crecer ante la incapacidad real de hacerlo de modo suficiente y sostenido; por las que se sigue debatiendo sobre la pobreza que persiste, a pesar de las sofisticaciones con las que se mide y cuya esencia no puede superarse; por la que no se genera empleo bien remunerado y con beneficios sociales. Es una de las razones por las que la estabilidad no rinde los frutos que ofrece y, en cambio, mantiene estas condiciones que favorecen a un grupo muy reducido de la población y sirven de base para la inserción de esta economía en los mercados globales, o sea, en su modo de integración con la economía de Estados Unidos.

En el Informe presidencial nada de esto tendrá espacio, pues son los ''prietitos en el arroz'' que tanto incomodan al gobierno. Hoy lo políticamente correcto es insistir en que las medidas que se aplican no son sólo las mejores y las más responsables sino las únicas posibles. La misma corrección política de la que participa el Congreso que oirá, tal vez interrumpirá, y responderá el Informe, pero que al legislar valida de modo constante las taras de la economía.

 
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