Usted está aquí: lunes 29 de agosto de 2005 Cultura Los abejorros se suman al club de admiradores de Vincent Van Gogh

Un grupo de éstos prefirió Los girasoles del pintor holandés para posarse sobre él

Los abejorros se suman al club de admiradores de Vincent Van Gogh

Científicos descubren que el cuadro atrajo a los insectos aunque jamás habían visto una flor

MARTIN HICKMAN THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen La firma de Van Gogh atrajo a los insectos FOTO Archivo Foto: Archivo

Con su estilo vertiginoso y expresivo, y ante el atractivo de la perturbada sique del autor, las pinturas de Vincent Van Gogh han decorado durante décadas las paredes de estudiantes de arte, bohemios y románticos fanáticos de los artistas atormentados.

Ahora, a los grupos anteriores se puede añadir otro colorido conjunto de admiradores: los abejorros.

De acuerdo con un nuevo estudio científico, una selección de Bombus terrestris prefirió posarse en la obra del maestro holandés denominada Girasoles, por encima de otros cuadros igualmente vívidos.

El segundo lugar en la gran prueba de arte del apiario lo obtuvo la única otra pintura floral de la muestra, el cuadro de Gauguin llamado Jarrón de flores.

Los científicos tienen una respuesta a posibles comentarios cínicos de que los insectos productores de miel sencillamente se posan en esas pinturas porque muestran plantas ricas en néctar. Estos abejorros no trabajaban de memoria: eran especímenes que nunca habían visto una flor de verdad.

Un equipo de "ecologistas conductistas" del Colegio Reina María, de la Universidad de Londres, llevó a cabo la serie de insólitas pruebas en un intento por explorar las relaciones entre arte y biología.

Cuatro reproducciones se desplegaron en el trayecto de vuelo de los abejorros: el de Van Gogh, el de Gauguin y dos trabajos más modernos: Bodegón con tarro de cerveza, del pintor cubista francés Fernand Léger, y Cerámica, de Patrick Caulfield, artista pop inglés.

Los investigadores registraron cuántas veces los insectos de seis patas se acercaron a cada pintura y en cuántas se posaron en cada pintura.

Girasoles, uno de la serie de cuadros que Van Gogh pintó en 1888, cuando alquilaba la Casa Amarilla en Arles, en el sur de Francia, logró el mayor puntaje. El cuadro, de tonos anaranjados y amarillos, fue al que los abejorros se acercaron más, en 146 ocasiones, y 15 veces se posaron en él.

Al cuadro de Gauguin, pintado en Tahití en 1896, se acercaron casi la mitad de veces (81). Sin embargo zumbaron sobre él la impresionante cantidad de 11 veces.

Quizá el gusto abejorril contemporáneo se mostró menos convencido con los artistas del siglo XX, aunque los insectos los observaron con mucha atención. Volaron 138 veces cerca de la pintura de Caulfield, que muestra tarros entrelazados, y 117 del trabajo geométrico de Léger, pero sólo se posaron cuatro veces en cada uno.

Partes de los cuadros, sin embargo, resultaban de particular interés para ellos, en especial las áreas azules, lo cual, creen los investigadores, podría deberse a la vinculación con el color azul de las flores que producen la mayor cantidad de néctar.

Así, los industriosos abejorros fueron atraídos a la firma de Van Gogh, de vigorosos trazos en azul; a los capullos azules de Gauguin y a los cuadrados azul pálido de Bodegón con tarro de cerveza.

El profesor Lars Chittkam, de la Escuela de Ciencias Biológicas y Químicas Reina María, sugiere que los hallazgos indican una inclinación innata de los abejorros hacia las flores, y que Van Gogh y Gauguin capturaron la esencia de las mismas, a pesar de ser artistas sumamente expresivos y emotivos.

"Los resultados demuestran que los cuadros de flores han capturado la esencia floral desde el punto de vista de los abejorros, hasta el punto de que sus texturas son reconocidas por los que nunca han sido expuestos previamente a las flores", sostiene Chittkam, experto en el vuelo de estos insectos.

Explica: "Las flores contienen todos los elementos que un abejorro necesita para obtener el polen y el néctar; en consecuencia, el proceso de selección natural ha favorecido a esos insectos con 'preferencias estéticas' por las flores que ofrecen las mejores oportunidades".

El académico cree que los humanos también podrían tener buenas razones evolucionarias para relacionarse con las flores, lo cual podría explicar el prominente lugar que ocupan en la historia del arte... a pesar de que no pueden comérselas.

Es probable que en los primeros tiempos las flores funcionaran como señales coloridas que marcaban el camino hacia las indispensables fuentes de alimento. Según Chittka, "las flores apuntan a recursos importantes, por ejemplo la presencia de agua y la accesibilidad futura a frutas y miel".

Los hallazgos aparecen en el Diario de tecnología óptica y de láser.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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