401 ° DOMINGO 28 DE AGOSTO DE 2005
 

Informe presidencial
5 años sin rumbo

Arturo Cano

El mensaje es previsible: buenos indicadores económicos, una medalla cortesía del Banco Mundial y si acaso alguna tímida autocrítica en el tema de la inseguridad pública.
Tres asuntos distintos y una sola línea que defender verdadera: al gobierno de la alternancia le debemos las libertades y le deberemos una tersa elección en 2006.
Así lo ha dicho el Presidente en la televisión y así lo podrá repetir a los legisladores de oposición que lo increparán el próximo 1 de septiembre: "A veces me preguntan si no me molesta cuando me critican los medios. Psss claro, ¿a quién le va a gustar?"


El presidente a cuadro. "A veces me preguntan si no me molesta cuando me critican los medios. Psss claro, ¿a quién le va a gustar? Pero me voy a morir en la raya defendiendo el derecho de todos a hacerlo, porque cuando tú votaste por mí me quedó muy claro que mi responsabilidad histórica como el primer Presidente del cambio era cambiar la censura por la libertad, y aunque duela, de ahí nadie me va mover".


Es Vicente Fox en la víspera de su quinto informe de gobierno, machaque y machaque con sus anuncios en televisión. Es el presidente "del cambio" empeñado en vender al país como logros de su gobierno los avances alcanzados por la sociedad en su conjunto.

La libertad de expresión y el fin de la presidencia autoritaria como divisas, a falta del cumplimiento de las promesas que, un informe tras otro, el Presidente ha hecho a los mexicanos desde la "más alta tribuna de la nación".

2000. La reinvención de México

La lista de promesas comenzó el 1 de diciembre de 2000, por supuesto no en un informe presidencial, sino en el discurso de toma de posesión.

Si se deja de lado su socarronería (saludar a sus hijos antes que al Honorable Congreso de la Unión), la pieza oratoria fue registrada por sus ofertas de cambio y por una frase que le han cobrado al guanuajuatense año tras año: "El Presidente propone y el Congreso dispone".

Vicente Fox se alzaba entonces con una altísima popularidad, como el primer Presidente no priísta en la historia del país. Y prometía en grande: siete "reformas estructurales": consolidar el avance democrático, combate a la pobreza, educativa, económica, federalista, de transparencia en el gobierno y, por último, la reforma de la seguridad pública para abatir la inseguridad y cancelar la impunidad.

Curiosamente, en el último trecho de su sexenio, Vicente Fox ha visto mudar las preocupaciones de los mexicanos. A lo largo de los últimos años, ciertamente, los ciudadanos mantuvieron la opinión de que el principal problema del país es la inseguridad pública.

Esa percepción ha influido, sostienen los demóscopos, en la disminución de la aprobación ciudadana sobre la actuación del presidente Fox.


La gran reforma del Estado –eje central en la toma de posesión– nunca ocurrió. "El gran reto, dijo Fox entonces, es inaugurar un nuevo futuro político después de 71 años. Ello nos obliga a ser audaces para romper paradigmas, inercias y atavismos de una cultura política que ha visto en el acuerdo un acto de capitulación, y en la coincidencia política prueba plena de cooptación..."

Con el paso de los años, una y otra vez Fox acusó al Congreso –en el cual su partido nunca ha tenido mayoría– de entorpecer o de plano obstaculizar las reformas requeridas por el país.

Del lado de sus críticos se plantea que Fox dilapidó su capital político y nunca tuvo la audacia que ofreció en su discurso inaugural. Un botón: uno de los pilares del viejo sistema que Fox tanto despreció como candidato, el sindicalismo corporativo del PRI, se ha mantenido intacto en estos años de gobierno "del cambio". En un hecho emblemático, el Presidente acudió recientemente a las exequias del dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Leonardo Rodríguez Alcaine, y ahí aprovechó para exaltar las virtudes democráticas del sindicalismo practicado por el extinto líder. Un sindicalismo, diría el presidente, "cada vez más democrático, más independiente, más participativo y comprometido con la democracia".

En la cascada de promesas conviene recordar la oferta de que no se repetirían los errores del pasado en materia de manejo de los recursos públicos. "La corrupción ha dejado exhausta la credibilidad social en el gobierno".

El sexenio, que ha sido pródigo en denuncias de excesos y malos manejos de funcionarios de todos los niveles, entra en su recta final en medio de señalamientos sobre el presunto enriquecimiento inexplicable de miembros de la familia presidencial.

En una más de sus ofertas –hacer suya la iniciativa de la Cocopa sobre derechos indígenas y enviarla al Congreso– el Presidente se habría de topar con su propia frase: los legisladores terminaron aprobando una ley indígena rasurada que no satisfizo a los actores del conflicto chiapaneco.

Quizá, sin embargo, las frases que deberán ser más recordadas de aquel discurso son las siguientes: "¡Tengo las botas bien puestas sobre la tierra! A la realidad la veo de frente y nunca le doy la espalda".

La evasión, el autismo político, no obstante, terminaron siendo las divisas del primer gobierno de la alternancia.

2001. Todo va bien

El presidente Fox tenía apenas nueve meses en el poder y le tocaba rendir su primer informe a la nación. Todos los problemas eran, entonces, cosa de tiempo. "No es posible consolidar una cultura política en el transcurso de unos cuantos meses", decía el mandatario. Muchos, todavía, le daban la razón.

Y el Presidente pedía al Congreso no convertir el ejercicio democrático en una "torre de Babel".

¿Logros? Los mismos que promueve por estos días en sendos anuncios de televisión: el fin del autoritarismo, el acotamiento de la presidencia todopoderosa y la disposición al diálogo.

Y más, como es de prever que suceda el próximo 1 de septiembre: haber conseguido que los cambios ocurran sin sobresaltos, sin inestabilidad.


Vicente Fox era aún acompañado por el gabinetazo en pleno. Faltaban largos meses para que el equipo con el que gobernaría todo el sexenio comenzara a desmoronarse.

En tribuna, el concesionario del PVEM, Jorge Emilio González, anunciaba que su partido abandonaba el barco del foxismo. A esa temprana baja había que sumar otra: el carácter rijoso del presidente Fox, que en su toma de posesión se había permitido burlarse de los legisladores del PRI: "Juárez, Juárez...", les diría con sorna. En su primer informe, Fox comenzaba a ponerse serio. Y urgía de nueva cuenta al Poder Legislativo a tomar "ese acuerdo explícito que defina las grandes líneas nacionales".

Se quedaría esperando mientras, ese 1 de septiembre de 2001, su amigo Lino Korrodi estaba lejos de caer en desgracia por el escándalo de los dineros de campaña. Korrodi se solazaba con los reporteros: "Las cosas han ido bien, muy bien".

2002. El regalo de Beatriz

En un día de aguacero, Beatriz Paredes –entonces diputada y hoy aspirante al gobierno del DF– le hizo un regalo a Vicente Fox: un discurso de respuesta terso que motivó la protesta de legisladores del PRD y el PRI.

Apenas lo requerido para un jefe del Ejecutivo que ya para entonces comenzaba a denostar a sus críticos –o, visto por sus críticos, a alejarse de la realidad. En la víspera de su informe, y en el mensaje mismo, Fox actuaba el personaje que ya lo ha hecho célebre: el que ve los cambios que nadie más percibe. Ante integrantes de la comunidad judía había dicho, por ejemplo, que en el país todo andaba bien "aunque ustedes no lo noten".

El presidente Fox sí lo notaba. Y presumía cifras de empleo y de recuperación del salario real. Con el paso del tiempo se haría costumbre que las mismas instituciones gubernamentales encargadas de proporcionar los números desmintieran las afirmaciones presidenciales.


Tensas sus relaciones especialmente con el PRI, por el Pemexgate y las investigaciones sobre la guerra sucia, Fox aseguraba que no habría excesos ni ánimos de venganza. Mi gobierno, juraba, no será "de ajustes de cuentas".

Intocados siguen los responsables del Pemexgate –si obviamos la millonaria multa al PRI– y exonerados han sido el ex presidente Luis Echeverría y sus colaboradores.

No estábamos para saberlo en aquel segundo informe, cuando Fox aceptaba que muchas de las metas de su gobierno no se habían cumplido. Eso sí, para no desanimar a los confiados en la alternancia, completaba con la idea de que muchos de los cambios ocurridos "no son cuantificables".

Los "15 minutos" de Chiapas habían quedado en el olvido y no pintaban en el horizonte, menos con elecciones enfrente, las grandes reformas prometidas por Fox. Y sí había asuntos "cuantificables": pese a las promesas, ningún pez gordo de la corrupción había caído.

2003. El presidente derrotado

Su partido acababa de ser barrido en las elecciones federales intermedias.

Y el Presidente no dejaba la ya entonces patentada cantaleta de su gobierno: "Son imprescindibles reformas estratégicas que liberen el gran potencial, fortalezcan al Estado, generen condiciones que estimulen el crecimiento económico y transformen la incertidumbre en confianza por el futuro del país". Lo escuchaba un Congreso, otra vez, de mayoría opositora. Con su partido, además, menguado en su bancada de diputados. Pero algo había cambiado: uno de los sitios estelares del salón de sesiones de San Lázaro era ocupado por su amiga y aliada, la profesora Elba Esther Gordillo, quien más de una vez le había prometido andar juntos el camino de las "reformas estructurales".

Quizá confiado en que ahora sí tendría algo que presumir en los siguientes meses, Fox se daba el lujo de dar un jalón de orejas a su gabinetazo y reclamarle mayor eficacia.

Pero el centro del discurso eran las "reformas postergadas": "Si fallamos, el reclamo no sólo será justificado, ¡será histórico!"

Y luego las cifras y la burla opositora ya hecha costumbre cuando el Presidente hablaba de la creación de empleos y del incremento del salario real: "¡Deja de soñar! ¡Eso será en foxilandia!"

El mismo Vicente Fox les daría algo de razón al trazar un oscuro panorama para el país, en caso, claro, de no aprobarse las cacareadas "reformas estructurales" (que no se aprobaron ya en este sexenio).

Ya para entonces el Presidente había echado a andar la sucesión. Quizá por ello hablaba de un gobierno que apenas y sentaría bases para que el país camine "a partir de 2006 por la senda del futuro".

La aliada que haría posible tal desenlace fue destituida de su cargo unos meses después.

2004. La frase borrada

Fue uno de los informes presidenciales más vigilados de la historia. Los cronistas relataron que el primer cuadro de la capital del país estuvo prácticamente sitiado, debido a las protestas de trabajadores del Seguro Social acompañados de otros contingentes.


Además, la sombra del desafuero ya perseguía a un Vicente Fox que se empeñaba en pelear con el entonces jefe de Gobierno del DF: "No podemos responsabilizar a los demás de nuestras acciones u omisiones".

Y también fue el informe de la frase borrada. En el texto entregado a la prensa estaba una frase que el Presidente omitió: "Es hora de asumir costos".

Vicente Fox pagó esa tarde de hace un año. Primero con la interminable gritería de los diputados de las oposiciones:: "¡Otra, otra, otra, otra mentira!", fue lo más suavecito que le lanzaron. Y luego cuando buena parte de los legisladores de plano le dio la espalda.

No alcanzaron los gritos de los panistas ("¡Vicente, Vicente!") para opacar el desaire. No se cansaba el Presidente de pedir acuerdos una vez más. Ni de derramar optimismo frente a una realidad hipotética: "Hemos sentado bases firmes. Tenemos la solidez y la energía para salir adelante. ¡Lo mejor está por venir!"

La respuesta estuvo a cargo del desaforador diputado Manlio Fabio Beltrones. Se le recuerda por una frase de Perogrullo: "El reloj de su gobierno está a punto de marcar el cuarto para las doce".

Este jueves suena la campanada.

2005. La caída y la inseguridad

El terreno se ha preparado en las últimas semanas, con varios anuncios en los que el presidente de la República valora los logros de su gobierno, en un tono pretendidamente "muy francote" que ha merecido severas críticas de quienes serán sus principales escuchas el próximo 1 de septiembre.

En efecto, legisladores de los partidos de oposición han calificado de "soberbios", "mentirosos" y prueba de que el Presidente "sigue viviendo en foxilandia" los spots con los que los estrategas de Los Pinos han preparado el terreno para el penúltimo informe de Fox (el último, conviene recordar, ocurrirá cuando su sucesor ya haya sido electo).

Los legisladores se han extrañado de frases "ligeras" o inconvenientes viniendo de la boca del Presidente, como "me voy a morir en la raya" o "nadie me va mover".

Otro de los anuncios ha sido tomado como una alusión a Andrés Manuel López Obrador, porque desde Los Pinos se ha insistido en asociar al ex jefe de Gobierno con un retorno al pasado populista. En este anuncio, que en la página electrónica de la presidencia se llama "Antes", el Presidente dice: "A la gente se le olvida que antes no había seguro popular, que antes era muy difícil hacerse de una casita, que antes se nos devaluaba el peso a cada rato, que antes a los medios de comunicación se les tapaba la boca. A mí no se me olvida porque llevo cinco años trabajando para que este país no sea el de antes. Espero que a ti tampoco se te olvide porque el que se olvida de su historia está condenado a repetirla".

En sus anuncios de televisión, el Presidente ha dibujado el tono su próximo mensaje a la nación, mensaje que, por lo demás, estará marcado por el proceso electoral ya prácticamente en marcha.

En reiteradas declaraciones, Fox ha insistido en que su gobierno garantizará la imparcialidad y la equidad en los comicios de 2006, y ése será sin duda uno de los puntos ineludibles y centrales de su mensaje. A falta de otros resultados, y con su popularidad a la baja, Fox insistirá en colgarse las medallas de la democracia electoral.

Otra medalla le cayó recientemente, por cortesía del Banco Mundial que en un informe asegura que la pobreza bajó de una tasa de 24.2 a 17.6% en los últimos cuatro años. La principal disminución, afirma la institución multilateral, se dio en el medio rural, donde se pasó de 42 a 27.9%.

De estas cifras se apañará el Presidente para, al igual que en otros años, presumir buenos indicadores económicos que, sin embargo, chocan cotidianamente con la realidad de miles de hogares mexicanos.

Sus cifras optimistas se toparán de nuevo con la burla de los congresistas, sin duda. Y lo mismo ocurrirá cuando aborde el tema de la democracia. La "normalidad democrática" que presentará Fox está, sostienen diversos analistas, lejos de la crispación política que ocurre en la realidad y de serios riesgos por las contiendas internas en los principales partidos. Sin reforma del Estado ni reforma electoral, la contienda electoral es ya rehén del dinero y de poderosos intereses que rebasan el ámbito político.

El principal dolor de cabeza foxista en la víspera del informe es, sin embargo, el tema de la inseguridad pública. El creciente clima de violencia, sostienen los demóscopos, le ha costado al Presidente estar por debajo de sus niveles de aprobación de los dos años anteriores.

Según una encuesta de mayo pasado, realizada por la empresa Consulta Mitofsky, este año la inseguridad pública pasó a ser el principal problema del país en la percepción de la mayoría de los ciudadanos (en los años anteriores eran el desempleo y la crisis económica).

Igualmente, en la disminución de la aprobación ciudadana de Vicente Fox, la consultora destacó entonces que la caída más pronunciada se dio entre los jóvenes y entre los sectores con mayores niveles de educación. Así, entre los jóvenes Fox cayó de 64 a 54%, y entre los ciudadanos con "universidad o más" pasó de 65 a 44% (21 puntos menos). Un dato más: en la región sur del país la caída fue de 67 a 51% (16 puntos).

Ni rey ni dictador

Otro anuncio de Fox: "Muchos mexicanos piensan que les tengo que dar órdenes a los diputados, ¿por qué lo creen? Porque así era antes. El Presidente hacía lo que le daba la gana, pero cuando tú votaste por mí entendí que mi responsabilidad era ser el primer Presidente que respetara a los demás poderes. Claro que sería más fácil gobernar con poder absoluto, pero tú no elegiste un rey ni un dictador. Tú elegiste un presidente demócrata, y por ti, aunque cueste más trabajo, eso es lo que soy y voy a seguir siendo".

Con ese tono llega Vicente Fox a su quinto informe de gobierno. Un informe del que ya nadie parece esperar grandes revelaciones ni anuncios que refundarán al país.

Eso voy a seguir siendo, dice el Presidente. Y podría completar, como lo ha hecho, culpando al Congreso de las promesas incumplidas. Es decir, eso seguirá siendo aun al costo de incumplir las grandes promesas de 2000, año en que todo era risa en el rostro del Presidente. Y lo seguirá siendo aunque algunos diputados y senadores respondones insistan en seguir la paliza de todos los septiembres.