Usted está aquí: domingo 28 de agosto de 2005 Cultura Bar celestial

Bárbara Jacobs

Bar celestial

Una mañana Lunas llegó al salón de clases con un libro en la mano al que antes de saludarnos le arrancó el plástico que por nuevo lo mantenía cerrado. Veloz y trémulo buscó las solapas. El profesor lucía tan perturbado que parecía no advertir en dónde estaba. Se detuvo apenas en su pesquisa y, al ver lo que vio, arrojó el volumen al piso y exclamó una vulgar increpación tan inusual en él que me niego a consignarla. Acto seguido se dirigió a la ventana y gritó, con los dientes apretados, "¡Ah, maldito!"

Sus alumnos quedamos atónitos. Unos dejaban salir risas nerviosas; otros esperábamos inquietos el desenlace de la rara actitud de nuestro profesor.

Cuando recuperó el control de sus emociones, nos refirió que camino a la preparatoria se le había acercado un hombre que le pidió un minuto de su atención. "Vestía traje y corbata", precisó Lunas, como si con estos datos quisiera calificar de decente a la persona de la que nos hablaba. "Soy catedrático de la universidad", se presentó el extraño al buen Lunas. Para avalar sus palabras abrió una carpeta que cargaba debajo de libros y papeles y mostró a Lunas una credencial que nuestro maestro ni siquiera pensó en examinar. El hombre insistía en que Lunas mirara los documentos que le mostraba, pero Lunas, según nos refirió, supuso que dudar de las palabras de un ciudadano de aspecto decente equivalía a insultarlo y, reiteradamente se inhibió de revisar las hojas que el otro le extendía.

"Me acaban de asaltar", clamó éste. "Corrí en busca de auxilio hacia una patrulla cuyos ocupantes creyeron que me brindaban suficiente socorro al enviarme a levantar el acta correspondiente", se explayó. Aquí, de acuerdo con nuestro maestro de literatura, la mandíbula del asaltado se destempló y se soltó a temblar cuando, acto seguido y con voz quebrada éste pidió ayuda económica a Lunas para acudir a la delegación.

Lunas admitió haberse conmovido con la historia, de modo que extrajo su cartera del bolsillo trasero del pantalón y tendió un par de billetes al desafortunado a la vez que lo conminaba a tranquilizarse. Entonces el supuesto catedrático exigió que Lunas aceptara el libro que a cambio de su generosidad él quería obsequiarle. Nuestro profesor se resistía a tomarlo, pero las nuevas palabras del desconocido lo convencieron de que rechazar el intercambio heriría al universitario. "Tómelo, señor; soy el autor."

Finalmente Lunas lo recibió y, se disponía a seguir su camino, ahora con prisa, pues el incidente lo había atrasado en sus precisos y valiosos tiempos, cuando oyó a sus espaldas que el individuo por el tono con que vociferaba lo obligaba a que, además de aceptar el libro, lo leyera. "Y protéjase", advirtió por último. En lo que le faltaba a Lunas de trayecto hacia la preparatoria, alcanzó a ver el título del libro en cuestión, Bar celestial, que provocó que Lunas se decepcionara y, lo peor, empezara a sospechar que acababa de ser timado. Al advertir que el nombre del autor era extranjero, sus sospechas aumentaron pues, aun cuando todo es posible como verdadero eso de que las apariencias engañan, el personaje con el que se topó, decente o no, era un nacional.

De acuerdo con el proceso de pensamiento del maestro, sólo si en alguna de las solapas aparecía la fotografía del autor del libro sabría si sus sospechas se confirmaban o no. El desenlace lo presenciamos nosotros. Por los gestos y exclamaciones de Lunas, desprendimos que la fotografía del autor de Bar celestial no correspondía al hombre que lo detuvo en la calle. Inútilmente Lunas se preguntó en voz alta, "¿Por qué no quise examinar los documentos que me mostraba? ¿Por qué un catedrático habría de llevar consigo una prueba de identidad para que nadie dudara de ella en ninguna imprevisible circunstancia?"

Intentamos consolar a nuestro profesor. Algunos contaron de ocasiones en las que habían sido timados, dando a entender que era cosa común y que lo sensato era no darle importancia. Entonces Lunas nos desafió: "Agradezco su solidaridad, muchachos; pero, ¿admitirían cuál fue el monto económico del timo del que fueron víctimas?" Se escucharon de nuevo risas nerviosas entre los alumnos. Y Lunas nos puso a pensar por qué, cuando uno es burlado, en efecto admite que lo fue, pero nunca por cuánto. "Y lo peor, jóvenes, es que Bar celestial es basura, y yo, a mi edad, con mis principios y mi experiencia, pagué por hacerme de ella."

 
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