Usted está aquí: viernes 26 de agosto de 2005 Mundo Jerusalén, ciudad sagrada con un futuro incierto

La arquitectura israelí demora o imposibilita un Estado palestino: Weizman

Jerusalén, ciudad sagrada con un futuro incierto

ANA LUISA VALDES ESPECIAL PARA LA JORNADA

Jerusalen, 25 de agosto. En 1930 la ciudad de Jerusalén estaba llena de pegregrinos de todas las naciones y religiones. El siquiatra Heinz Herman descubrió entre sus pacientes una marcada sensibilidad a la religión y a la fe. Había tenido que tratar a gente que se creía una rencarnación del Mesías o creían que San Juan Bautista o María Magdalena los habían elegido como mensajeros. Llamó a esa enfermedad el síndrome de Jerusalén.

Los síntomas eran una urgente necesidad de lavarse y de vestirse con ropa blanca. Muchos que habían venido en grupos o con sus familias los dejaban, se sumergían en fuentes y en arroyos. Tenían visiones y oían voces.

La ciudad de Jerusalén no deja a nadie indiferente. La ciudad que es sagrada para las tres religiones monoteístas del mundo es hoy una ciudad dividida con un futuro incierto. Tanto los palestinos como los judíos reclaman la ciudad como su capital.

La iglesia del Santo Sepulcro, construida por los Cruzados y de dimensiones monumentales, es disputada celosamente por todas las religiones de la Cristiandad, católicos, protestantes, coptos, griegos ortodoxos y maronitas tienen acaparadas las esquinas de la gigantesca iglesia y los domingos es una torre de Babel que huele a incienso y a mugre milenaria.

En 2002 los arquitectos israelíes Rafi Segal y Eyal Weizman ganaron un concurso que consistía en preparar una exposición y un catálogo acerca de la arquitectura israelí. Su propuesta, que analizaba el papel de la arquitectura israelí en el conflicto de Medio Oriente, no fue aceptada y con la excusa de problemas económicos la exposición fue suspendida y 5 mil ejemplares del ya impreso catálogo fueron destruidos.

La tesis de Eyal Weizman, que desarrolló en el ensayo La política de la Verticalidad*, consiste en afirmar que la arquitectura israelí ha desempeñado un papel preponderante en la historia de Israel, desde 1949 hasta nuestros días.

Weizman ve la construcción de Israel como un proyecto inmerso en la Modernidad, que se ve a sí mismo como la antítesis de la barbarie. La sociedad medieval representada por el Islam tiene que ser obliterada para dar lugar a ciudades brillantes y anchas carreteras. Este era el sueño de Marinetti y de los futuristas, una tierra en donde la velocidad y el espacio dieran a sus habitantes la máxima felicidad.

En los sucesivos proyectos de Estado Palestino que se han discutido en Camp David, en Oslo y en Taba, hay un denominador común, Israel conserva el control del espacio aéreo y de las reservas de agua subterráneas. El concepto de soberanía, en donde un Estado tiene el control sobre tres planos: tierra, aire y los yacimientos minerales o reservas de agua debajo de la tierra, es cuestionado si las demandas de Israel son reconocidas.

Con ayuda de una sofisticada matriz de caminos, puentes, muros y carreteras Israel construye un sistema que encierra a los palestinos en guetos y a los asentamientos judíos detrás de barreras electrónicas. Los controles de caminos imposibilitan a los palestinos moverse libremente entre sus enclaves y ciudades.

Pero además de las explicaciones religiosas y escatólogicas la función de la arquitectura se muestra en varios niveles, el agua y el sistema de cloacas que corre a través de Gaza y Cisjordania son también parte de una detallada matriz de control, como sostiene el antropólogo estadunidense-judío Jeff Halper.

El ensayo de Weizman es fascinante, a través de una narrativa en donde los cartógrafos y urbanistas mueven los colonos y los asentamientos como si fueran piezas de ajedrez, se entiende entonces la estrategia que consiste en la demora o imposibilidad del surgimiento de un Estado palestino y que establecen y perpetúan la dominación israelí sobre la región.

Como los viejos castillos de los cruzados, los asentamientos, situados en la cima de las montañas, se convierten en fortalezas panópticas en donde los soldados y los guardias pueden controlar desde arriba los moviemientos en los valles en donde los pueblos árabes se sitúan.

La arquitectura que traza líneas y construye barreras y puentes y carreteras para impedir el contacto entre dos poblaciones es una aberración.

El sueño de la gran Jerusalén y del gran Israel dominan todavía el discurso en el Medio Oriente.

*El ensayo de Eyal Weizman, Politics of Verticality se puede leer en:

www.opendemocracy.net

Fotos del Muro se pueden ver en: http://this.is/TheWall

 
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