Usted está aquí: jueves 25 de agosto de 2005 Opinión La otra campaña

Octavio Rodríguez Araujo

La otra campaña

El sábado pasado fui a comer a uno de esos restaurantes que venden magníficos cortes de carne de res. Estaba disfrutando un buen filete cuando llegó un grupo de fanáticos de la comida vegetariana a gritar consignas en contra de los que matan vacas y a explicar los efectos nocivos que produce la ingesta de carne. Me dirigí a los vegetarianos y les pedí que nos dejaran comer en paz. El dueño o gerente del local les pidió lo mismo. Alguien más les dijo que no estaba en contra de los vegetales, que de hecho los comía, pero que también le gustaba la carne y que lo que estaban haciendo era echarle a perder su comida al referirse a la carne como cadáveres en putrefacción y otras "delicadezas" de ese tipo.

Los vegetarianos dijeron que no estaban en contra del restaurante ni llamando a que la gente se abstuviera de comer carne u orientando a los comensales a que dejaran de comer, sino que sólo estaban advirtiendo sobre los peligros de comer carne y de la suciedad de buena parte de los rastros y de las moscas que se le paran a los animales descuartizados antes de ser empaquetados para su venta en limpios supermercados.

-¿Y por qué no se van a otra parte a hacer su mitin o por qué no lo hacen mañana, antes de que abra el restaurante? -les pregunté.

-Porque aquí es donde está la gente comiendo carne. Si nos manifestamos cuando el restaurante está cerrado o sin gente no tiene caso.

-Nótese -me dijo uno que fumaba pipa- que no estamos llamando a la gente a que no coma carne ni los queremos convencer de que se vuelvan vegetarianos, simplemente queremos hacerles ver que hay otra comida, sin carne, que también alimenta. El resto depende de ustedes, discutan entre sí, con razonamientos, si les conviene seguir comiendo carne o si se vuelven vegetarianos.

-Pero millones de personas en el mundo comen carne, son más que los vegetarianos incluyendo entre éstos a muchos de los pobladores de la India -argumenté.

-Para nosotros no es un problema cuantitativo, sino de argumentos racionales -me dijo el mismo hombre de la pipa.

Me di la vuelta y regresé a mi mesa, pero ya no pude comer. Me echaron a perder la tarde. Luego me quedé pensando que la intención de los vegetarianos, además de oportunista al manifestarse ante un restaurante de carnes precisamente a la hora de la comida, era no sólo para frustrarnos ésta, sino para que el dueño del negocio perdiera clientes y quebrara. Observé que junto al restaurante de carnes había otros, comunes y no especializados, pero que también venden carne, y sin embargo a ésos no los molestaron ni les hicieron mítines. Pensé que quizá eran antiargentinos, pues el local en que estaba era de tipo argentino, pero me dije que no, pues el dueño no es argentino y su restaurante sólo parece ser, por la decoración y el nombre de los cortes de carne, del país sudamericano. Al no encontrar una explicación lógica para que se manifestaran en ese restaurante y no en otros, tuve que concluir, muy a mi pesar, que se trataba de algo personal. Quizá uno de ellos había comido ahí y le había hecho daño al estómago, o quizá le pareció muy alto el precio y pasó vergüenzas al negarse a pagar el costo indicado en la carta. Pero no me convencieron mis hipótesis.

En la noche, mientras leía una novela, me asaltó una idea nueva: que el dueño de un restaurante vegetariano veía con enorme envidia que el restaurante de carnes siempre estaba lleno y hasta había fila para esperar lugares mientras que en el suyo no se paraban ni las moscas y estaba a punto de verse obligado a cerrar y a traspasar su negocio. Quizá entre los vegetarianos del mitin estaba el dueño de mi hipotético restaurante vegetariano y tal vez había convocado a otros vegetarianos o a quienes le habían expresado algunas simpatías para que lo acompañaran a manifestarse contra el restaurante de tipo argentino en el que yo había comido ese día. Esta hipótesis me pareció la mejor, pero a esa hora de la noche no tenía modo de comprobarla, por lo que opté por dormirme. Mañana sería otro día.

Al día siguiente fui, más por curiosidad que por comer en el mismo lugar, al restaurante de carnes. Y mi gran sorpresa fue ver, ante una mesa y un gran churrasco en las brasas, a varios de los que habían estado en el mitin de los vegetarianos.

-¿Y ahora, qué hacen aquí? -les pregunté. Y su respuesta no dejó de caerme en gracia: "Si tanta gente está aquí, y no en el restaurante vegetariano de nuestro amigo, quisimos saber por qué", me contestó uno de ellos.

-¿Pero no son vegetarianos? -volví a preguntar.

-Sí, pero no fanáticos. Llegamos a la conclusión de que se pueden comer vegetales y de vez en cuando carne de res, no son incompatibles para el organismo -me contestó mi interlocutor.

Salí del restaurante y caminando comencé a reírme solo. No pude evitar la evocación de la otra campaña, curiosamente de un hombre que también fuma pipa. Pero a diferencia de la campaña contra el restaurante, para la otra campaña no tengo hipótesis sólidas, pues me cuesta trabajo aceptar que se trate de motivaciones personales o de envidias. Algo más debe haber en la obsesión de criticar más a López Obrador y al PRD que a otros precandidatos y sus partidos.

 
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