Usted está aquí: jueves 25 de agosto de 2005 Capital Consignado, por defraudar con placas de taxis

Lo acusan 100 afectados

Consignado, por defraudar con placas de taxis

AGUSTIN SALGADO

Con la promesa de administrar automóviles de alquiler y conseguir los juegos de placas correspondientes, Rodolfo Cortés Salinas defraudó a más de 100 personas, la mayoría de ellas de la tercera edad, que le confiaron sus ahorros.

Cortés Salinas, quien ya fue internado en el Reclusorio Norte, enfrentará alrededor de 60 averiguaciones previas, en las cuales se le acusa de fraude y abuso de confianza.

"Placas y Taxímetros. Obtén 15 mil pesos mensuales o más. Automóviles de 2003 en adelante. Tezontle 36. Iztacalco. Cerca calzada La Viga", era el anuncio que el acusado publicó en las secciones comerciales de varios periódicos.

De acuerdo con las investigaciones de la Fiscalía de Delitos Financieros de la Procuraduría General de Justicia del DF, que presentó 27 averiguaciones previas en su contra, Cortés Salinas operaba desde hace ocho años, y recientemente empezó a comercializar ilegalmente juegos de placas para taxi. Es decir, vendía una misma matrícula a diversos "inversionistas".

"Dios te ama. Esta es la casa de Dios. Aquí vas a hacer tu mejor inversión para resolver tus problemas", era la leyenda con la que Rodolfo Cortés recibía a sus víctimas en su "oficina", una habitación de su domicilio en avenida Tezontle, donde había tres computadoras, las cuales eran operadas por mujeres "que hacían las veces de secretarias". Parte "del teatro" instalado por el presunto defraudador eran decenas de placas de taxis que colocaba en los escritorios de "su oficina" para ganarse la confianza de sus clientes.

Las sumas que solicitaba por cada juego de placas variaban de acuerdo con las posibilidades de sus clientes: algunos los vendió en 60 mil pesos y otros en 70 mil.

Con el pretexto de tener mucha experiencia en el negocio de los taxis, Cortés Salinas convencía a quienes les vendía las placas, de "administrarlas". Argumentaba que tenía flotillas de automóviles y choferes que estaban dispuestos a trabajar. Sin embargo, volvía a vender las matrículas y con el dinero obtenido pagaba por algunos meses las cuotas mensuales, que iban de mil 200 a mil 500 pesos.

 
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