Usted está aquí: lunes 22 de agosto de 2005 Deportes Otra buena faena de Paul Cortés y petardo del juez Ricardo Balderas

En la duodécima novillada volvió a prevalecer el triunfalismo sobre la bravura

Otra buena faena de Paul Cortés y petardo del juez Ricardo Balderas

Indultó indebidamente un novillo boyante más que bravo

Tres buenos astados de Rancho Seco

Con la muleta el joven sigue consolidando sus buenos procedimientos

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Caleserina de Paul Cort�al noble Dulcero, de Rancho Seco, en pleno triunfalismo FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Como dijo el parafraseador: "Si algunos empleados mentirosos metidos a seudopromotores taurinos ladran, señal es que los semianalfabetos también nos leen, aunque no entiendan".

Y es que difamación no mata resultados, por lo que así se declaren las patrañas más torpes y se insulte a diestra y siniestra, o se sabe hacer las cosas con profesionalismo o no, y entonces tanto los taurinos mexicanos de la revista Forbes como sospechosos operadores que dicen trabajar 24 horas en beneficio de la fiesta, sirven para lo que se le unta al queso, como solía decir el inolvidable Lumbrera.

Ya podrán decir misa e intentar justificar sus torpezas y enjuagues de mil maneras, que los pobres efectos de sus acciones seguirán desmintiéndolos, a la vez que exhiben su irremediable nivel de incompetencia y continúan sumiendo a la fiesta de toros en una frivolidad galopante.

Entre boyantía y bravura

Precisamente como parte de esa frivolidad de los nuevo ricos taurinos -adinerados sin sensibilidad, pero exhibicionistas y fatuos- es que hace años en México se confunde la boyantía con la bravura. Basta con que un burel acuse un juego fácil, alegre y claro y acepte hartos muletazos para que público y juez lo consideren indultable, independientemente de si acomete con bravura o sólo con docilidad repetidora.

Dulcero, del hierro tlaxcalteca de Rancho Seco, con 422 kilos, cárdeno y apretado de cuerna, discreto de hechuras y jugado en quinto lugar en la duodécima novillada de la Plaza México, hizo una salida alegre y acudió con prontitud al capote de Cortés, quien no logró acomodarse en las verónicas, pero sí al llevar el novillo al caballo por parsimoniosas y precisas tapatías, rematadas con impecable caleserina.

Pero en cuanto el de Rancho Seco sintió la puya se quedó dormido bajo el peto, como sus hermanos, sin recargar ni humillar, y desde luego sin haber acudido de largo al encuentro, signo evidente de una bravura rebajada, no así de un buen estilo que acabó de aflorar tras el único puyazo. Las cosas como son.

Apoteosis con alfileres

Quitó Paul Cortés con una lucida combinación de suertes, echándose el capote a la espalda para ligar hasta en dos ocasiones con la caleserina y rematar con una brionesa. Tras lucido cuarteo, Alfredo Acosta salió a saludar al tercio. El ambiente iba in crescendo, gracias, repito, al buen estilo de la res, más que a su bravura y a su fuerza, pues el animal rodó por la arena en el segundo derechazo para después aguantar una prolongada y lucida faena por ambos lados, con temple y estructuración por parte de Cortés.

Con la muleta el joven sigue consolidando sus buenos procedimientos, no así su expresión interior, que contrastó con la tauridad del novillo, alegre, fijo y repetidor. Después de tres circurrets -creación de Curro Rivera en que el derechazo se remata por alto-, vecinos, amigos, porras y paisanos de Paul, así como familiares y amistades del ganadero, empezaron a ondear sus pañuelos, y con una rapidez digna de mejores causas el matador en retiro Ricardo Balderas ordenó que se le perdonara la vida al alegre y dócil Dulcero, que necesitó de un solo muletazo para meterse solito por la puerta de toriles.

Recorrió el anillo Paul en compañía del ganadero Sergio Hernández, no en apoteosis unánime, sino entre división de opiniones, pues aún asisten a la desprestigiada plaza uno que otro aficionado con elementos de juicio para distinguir entre boyantía y bravura.

Lo demás fue lo de menos. El primero de Paul fue repetidor pero deslucido y el joven mexiquense no quiso ajustarse en los muletazos, no más de tres por tanda, y mató peor, no sin caer en el tono de maestrito.

Sus alternantes, en otro enigmático cartel de la autorregulada empresa, el capitalino René Muñoz, ya con 27 años, y el debutante colombiano José Arcila, con 21, poco pudieron lucir con sus respectivos segundos novillos, los mejores junto con el indultado.

Muñoz, con calidad pero sin sitio, se la pasó entre desarmes y un revolcón, hasta escuchar gritos de ¡toro!, y el paisano de Rincón, con valor y voluntad, se recetó una vuelta por su cuenta en su primero y en el que cerró plaza fue prendido en dos ocasiones, no sin que alguien gritara: "Señor juez, ¿este no lo va a indultar?"

 
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