Usted está aquí: viernes 19 de agosto de 2005 Opinión Novela en imágenes

José Cueli

Novela en imágenes

Freud y Cervantes ponen en evidencia, a lo largo de sus obras, que justamente en lo no dicho es donde radica lo esencial. La multiplicidad de las significaciones es infinita. Al someter la realidad a lo ideal, requieren usar un lenguaje que no puede ser interpretado literalmente, porque cada uno de los términos está encajado dentro del otro en una sucesión interminable, sin origen.

Esto evoca la manera de funcionamiento del inconsciente y el mecanismo de la figurabilidad en la formación del trabajo del sueño. El miramiento por la figurabilidad o el cuidado por la representabilidad es una función que lleva a cabo la transposición de los pensamientos en imágenes, fundamentalmente visuales, permutación de la expresión lingüística por medio de un desplazamiento a lo largo de la cadena asociativa. El desplazamiento se consuma, por regla general, siguiendo esta dirección: ''una expresión incolora o abstracta es trocada por otra figural y concreta".

Si bien el descubrimiento del inconsciente y la monumental obra de La interpretación de los sueños fueron las genialidades de Freud, la de Cervantes en El Quijote fue la de ser capaz de fraguar una novela en imágenes, lo que, al igual que el sueño, da paso a múltiples lecturas en las que lo trágico se devela como única verdad universal y necesaria, capaz de deslizarse y sortear cualquier vano y equívoco intento de racionalización; lecturas que llevarán inevitablemente el estigma del drama de la realidad, de la totalidad escindida, magistralmente captada, asimismo, por la mirada de Francisco de Goya en el contraste entre luz y sombra, vida y muerte, comicidad y tragedia.

Asimismo, El Quijote muestra huellas cartesianas. Sin embargo, no se resigna a su destino y se inventa, se escribe y se sueña a sí mismo. Por tanto, la máxima ambigüedad humana se encuentra recogida en la novela y oculta para la filosofía; la ambigua acción de inventarse a sí mismo. En ella, el hombre se confunde con su sueño. Exquisitez cervantina para plasmar la ambigüedad. Traspaso del tiempo, permutación de espacios. Así, en Cervantes, mientras en el mundo de la fábula y la fantasía el hombre interviene en un tiempo que traspasa, cual viajero a través de uno de los ''agujeros gusano" de Hawking.

Don Quijote juega a inventarse a sí mismo, a identificarse con su ensueño, y se vislumbra como enajenado por querer ser él mismo, para adueñarse de su propia ambigüedad. A decir de María Zambrano, su esperanza se resuelve en el delirio, y ¿no es el momento analítico, un instante fugaz, un delirio compartido?

Si el hombre consigue soñar e inventarse a sí mismo, ¿habrá conseguido la conquista de su ambigüedad? Según Zambrano, si se logra ese intento, la novela no comportará una condenación, será entonces punto en el que coincidan filosofía y poesía. Si las cosas son tales, ¿no podrá ser entonces el espacio analítico un sitio delirante y poético? Fugacidad del instante que inútilmente intentamos apresar.

Machado, también heredero de Cervantes, supo de la fugacidad del instante. También, como Cervantes, supo de soledades y exilio, y en consecuencia pensaba: ''Sólo en el silencio, que es el espacio sonoro de la nada, puede el poeta gozar plenamente del gran regalo que le hizo la divinidad, para que fuese cantor, descubridor de un mundo de armonías".

Tanto Machado como Cervantes se debatieron en la noria del pensar, pero no se dejaron apresar por la razón y fueron tejedores de formas fantásticas en un mundo atravesado por el flujo de un tiempo atemporal que se teje y desteje, se hace y se deshace incesantemente porque nunca se sacia la sed de alteridad.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.