Usted está aquí: viernes 19 de agosto de 2005 Opinión J. Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica

José María Pérez Gay /III

J. Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica

Ampliar la imagen Robert Oppenheimer, en imagen de Yousef Karsh, tomada del libro Karsh: The Art of de Portrait

El mes de mayo de 1926, J.Robert Oppenheimer concluyó una serie de investigaciones donde explicaba cómo la mecánica cuántica resolvía un gran número de cuestiones muy complejas de la estructura atómica. Sus investigaciones llamaron la atención de Max Born, otro de los grandes físicos alemanes, y como un reconocimiento personal le ofrecieron la candidatura al doctorado de física en la Universidad de Göttingen. Así comenzó el intercambio de ideas entre Oppenheimer y Werner Heisenberg, así como también con Niels Bohr y Enrico Fermi, que mantenían una constante correspondencia con los físicos de Göttingen, ya que Bohr vivía en Copenhague y Fermi en Roma. La mecánica cuántica era algo tan nuevo y se desarrollaba tan de prisa, que un físico nuclear con talento y al día en las investigaciones podía contribuir a su desarrollo.

En poco tiempo Oppenheimer entró en las ligas mayores de los científicos, publicó 3 trabajos con Paul Dirac y Max Born. De 1926 a 1929 escribió 16 ensayos importantes en torno a la física cuántica, seis de ellos escritos en un alemán impecable. La aproximación "Born-Oppenheimer" es, por ejemplo, uno de los conceptos centrales de la mecánica cuántica. Pero la contribución más importante de Oppenheimer fue, sin duda, la aplicación de la mecánica cuántica al spin del electrón -un electrón gravita sobre su propio eje al mismo tiempo que gravita alrededor del núcleo atómico, como la Tierra que al gravitar en torno al sol gravita sobre ella misma. El spin del electrón era la piedra que faltaba para terminar el edificio de la mecánica cuántica. Había sido postulado por Dirac como principio "estético", pero su significado práctico lo adquirió en el campo de la teoría magnética. En 1927, Oppenheimer recibió el título de doctor en física de la Universidad de Göttingen con todos los honores.

A su regreso a Estados Unidos ocupó el puesto de profesor adjunto en la -entonces poco conocida- Universidad de Berkeley, había decidido trabajar también en el Instituto de Tecnología de California, el Caltech de Pasadena, que con el tiempo iba a transformarse en uno de los centros de investigación más importantes de Estados Unidos. Mientras se dedicaba a la investigación se dio cuenta una vez más de su dominio insuficiente de las matemáticas, obtuvo una beca de investigación para perfeccionar sus conocimientos y, en septiembre de 1928, se embarcó rumbo a Liverpool. Conoció todos los centros de investigación europeos, se detuvo en Leiden y Utrecht, recorrió sus sistemas administrativos y aprendió el holandés en unos meses. En la Eidgenössiche Technische Hochschule de Zürich, alguna vez el alma mater de Albert Einstein, entabló amistad con el físico suizo Wolfgang Pauli, otro experto en teoría cuántica.

Oppie, como llamaban sus alumnos a J.Robert Oppenheimer, adquirió no sólo un gran prestigio entre sus alumnos, sino se convirtió con el tiempo en una figura de culto del Caltech de Pasadena. El joven profesor de ojos color azul helado, fumador de tres cajetillas diarias de cigarrillos, que se comía las uñas con una prescisión matemática, se convirtió de pronto en un maestro carismático cuyos alumnos asistían a sus cátedras llenos de temor y fascinación. Oppenheimer no sólo había publicado investigaciones con Max Born y Paul Dirac, discutido con Niels Bohr sobre la mecánica cuántica, sino también dominaba 8 idiomas a la perfección, conocía a los clásicos de la filosofía griega, citaba larguísimos diálogos de Shakespeare de memoria, leía las novelas contemporáneas -gran admirador de William Faulkner- y citaba el Bhagavadgita en sánscrito. Sus alumnos eran un grupo extraño y heterodoxo, todo lo contrario a Oppeneheimer y sus orígenes. En los años 30, en plena depresión económica, una corriente de migrantes y fugitivos invadió el sur de Estados Unidos. Philip Morrison, uno de los alumnos estrellas de Oppie había sobrevivido a la parálisis infantil y a la miseria de California como la describió John Steinbeck en Las viñas de la ira: Rossi Lomanitz, una joven de 14 años, inteligencia matemática sin par, había emergido del desierto de Oklahoma; Hartland Snyder que trabajaba como conductor de camiones de carga en Utah, y más tarde Bernhard Peters, un joven judío, sobreviviente de Dachau, el campo de exterminio nazi, después estribador en los muelles de Nueva York y que al final emigraría a California. Todos ellos -y muchos otros- fueron educados por Oppie y llegaron a ser físicos de primer orden. La educación elitista había logrado entre otras muchas cosas educar a los más difíciles y talentosos. Oppie era sin duda un ser extravagante: fumaba como enloquecido en el salón de clases, traía el pelo muy largo para esos tiempos, la camisa azul de obrero, los jeans inevitables y las manos manchadas por la tiza blanca con la que escribía en el pizarrón.

Sin embargo, no todos compartían ese entusiasmo ni se dejaban impresionar por el profesor Oppenheimer. Muchos alumnos que tomaban distancia veían grandes debilidades en esa estrella de la ciencia. Su mirada fija y a veces perdida, el carácter errático y desesperante de su vida diaria revelaban a una persona en constante discordia consigo mismo, con una permanente guerra civil en la conciencia. Nadie que gastaba tanta energía en preparar sus "martinis" de esa y "no de otra manera", y que además estudiaba días enteros con pasión el sánscrito, podía ser un verdadero científico; sin duda, podía tener intuiciones luminosas, pero no soportaba el ritmo de la investigación, publicaba artículos largos, pero sin cálculos extensos ni variables enigmáticas. Quizá su entusiasmo por la ciencia no era sino fuego de paja, cortina de humo para uso exclusivo de los demás. La arrogancia intelectual de Oppenheimer enfermaba a muchos, no lo soportaban, sus citas constantes, sus referencias secretas, sus lecturas escogidas. Quien no participaba de su pasión intelectual era lanzado a la cuneta del camino. "Quién era el verdadero Oppenheimer -se pregunta su biógrafo David Cassidy-, ¿el genio brillante, una de las cabezas lógicas más serias de estados Unidos o el actor calculador y arrogante?

Oppie era también un maestro en el arte de ocultar sus emociones y sus amores. A principios de 1936 se enamoró con la pasión de un adolescente de la sicóloga Jean Tatlock, una mujer fuera de lo común, de pelo oscuro y ojos verdes, miembro activo del Partido Comunista de Estados Unidos, una militante contra la voluntad de su padre, un reconocido profesor de Berkeley, conservador y anticomunista de profesión. Al llegar Jean Tatlock a su vida todo cambió de golpe. El resto de sus días se vieron envueltos en los círculos de la izquierda internacional. Pero esa transformación no se debió a la presencia de una nueva mujer en su vida, pues se conocieron en una de las reuniones de los intelectuales de izquierda de Nueva York contra la guerra civil en España. Había llegado el tiempo del cambio más profundo con Jean Tatlock; sus extravagantes inquietudes que todos criticaban, por ejemplo, aprender sánscrito para leer el Bhagavadgita en original, cedieron lugar a la investigación académica y la asistencia constante a sus estudiantes posgraduados. Jean Tatlock era en esos años la puerta de la reconciliación con el mundo. Oppie se dio cuenta de que los hilos de su relación se enredaron en una maraña de intrigas y rumores. Los chismes de sus "amigos" cercanos lograron su propósito: separarlos. No reprobaba su curiosidad; lamentaba el hipócrita escándalo. Por primera vez reconoció que se había quedado solo, se arrepintió de haber abandonado a Jean. Una mujer generosa, inteligente y sensible. Más que pena, sentió vergüenza. ¿Cuándo se rompió el encanto? No de golpe: poco a poco. Todo los separaba. Jean desaparecía semanas y Oppenheimer enloquecía de celos. Cuando ella regresaba a casa prendía fuego a la hoguera del odio, y entonces le contaba de las aventuras que había vivido, los hombres iba conociendo en el camino. It takes two to tango. Jean se había enamorado de un pájaro muy extraño, una especie en extinción: J.Robert Oppenheimer. Dos veces se comprometieron y dos veces se separaron. Ambos comenzaron a beber en exceso, las borracheras eran cada vez más agresivas y dolorosas. Oppie se convirtió en un fumador todavía más compulsivo y maníaco, el tabaco se transformó en una grave y mortífera adicción. Jean Tatlock sufría de profundas depresiones, neuralgias y se sometió a un tratamiento siquiátrico. En 1937, Julius Oppenheimer, su padre, murió de un ataque al corazón y dejó una enorme fortuna. Frank, su hermano menor, y Robert se repartieron la herencia, pasaban largas temporadas en su rancho de Nuevo México y Oppie regresó entonces a la universidad.

Por esos años, Oppenheimer conoció a Albert Einstein en el Princeton Institut for Advanced Studies y a Niels Bohr que se encontraba de visita en Estados Unidos. Le escribió a Enrico Fermi, Leo Szilard y Eugene Wigner. Antes de que el gobierno de Roosevelt le propusiera la dirección científica del Manhattan Proyect, Oppenheimer había abandonado ya la física nuclear y se había vuelto hacia la cosmología. Las nuevas hipótesis cosmológicas introdujeron al tiempo en la especulación científica, vale decir: el cosmos tiene una historia y uno de los objetos de la ciencia es conocer esa historia y contarla. En mayo de 1939, J. Robert Oppenheimer y Hartland Snyder publicaron On continued Gravitational Colapse, donde volvían a la teoría de la relatividad de Einstein, quien afirmaba que la luz, cuando pasa cerca de un gran cuerpo celeste, se desvía. Según Oppenheimer, la física se había vuelto crónica del cosmos, las nuevas preguntas se dibujaban en el horizonte. La dirección de la flecha del tiempo y la curvatura del espacio. Pero el azar o el destino le tenía dispuesta a J.Robert Oppenheimer otra historia, que comenzó la noche del 3 de noviembre de 1941, cuando se entrevistó por primera vez con el general Groves, el director militar del Manhattan Proyect. ¿Qué llevó a Oppie a aceptar el proyecto de construir la bomba atómica?

 
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