Usted está aquí: viernes 19 de agosto de 2005 Opinión Racismo: la otra cara de la guerra antiterrorista

Editorial

Racismo: la otra cara de la guerra antiterrorista

La xenofobia y el racismo aumentaron considerablemente en Gran Bretaña a raíz de los atentados terroristas del 7 y el 21 de julio pasados, y el electricista brasileño Jean Charles de Menezes fue una víctima de esta situación. El 22 de ese mes, ese joven fue abatido de ocho disparos por la policía en el Metro de Londres, una muerte que las autoridades británicas justificaron en su momento al afirmar que De Menezes actuó sospechosamente. Sin embargo, recientes revelaciones de la prensa y la televisión británicas indican que la policía mintió en sus informes preliminares, lo que apunta a un crimen motivado por la apariencia física del brasileño. Este caso exhibe un clima enrarecido en el Reino Unido derivado de una guerra contra el terrorismo que vulnera los principios de una sociedad democrática, como el respeto a los derechos humanos.

Scotland Yard había afirmado que el joven llevaba un abrigo pesado pese al clima estival, se saltó el torniquete de acceso al Metro y corrió hacia un vagón, ignorando a los agentes, que le ordenaron detenerse. Pero informaciones policiacas filtradas a la prensa indican que el brasileño ingresó con su boleto al Metro, tomó un diario gratuito y se dirigió tranquilamente al vagón. Una vez adentro, fue abordado por un policía y segundos después llegaron otros dos agentes, quienes abrieron fuego contra él, a pesar de que no ofreció resistencia. Asimismo, imágenes transmitidas por televisión demuestran que la víctima vestía una ligera chaqueta que difícilmente podría ocultar una bomba. La prensa también informó que la oficial a cargo de vigilar el edificio donde vivía De Menezes, en donde residían algunos sospechosos de perpetrar los ataques del 21 de julio, ordenó a los tres agentes que lo detuvieran vivo, orden que no fue acatada. Los policías actuaron amparados en la directiva "tirar a matar" en caso de un inminente atentado suicida, una de las nuevas disposiciones británicas antiterroristas.

Para Harriet Wistrich, abogada de los familiares de De Menezes, la policía "intentó confundir a la opinión pública". En este contexto, cabe preguntarse por qué Scotland Yard quiso ocultar las verdaderas circunstancias de este crimen. ¿Será porque se trató de un asesinato motivado por el color de la piel de la víctima? Esa no sería una razón fuera de lugar en un país donde la mitad de la población piensa que vive en una sociedad racista, de acuerdo con un estudio de 2002 de la BBC. La discriminación y el odio se han incrementado tras los ataques de julio: las agresiones contra la comunidad musulmana aumentaron seis veces, con un total de 269 casos. La situación podría ser peor pues muchos episodios de xenofobia no son reportados. Esto ha provocado que la comunidad musulmana esté a la defensiva: el presidente del Consejo de Mezquitas e Imanes, y jefe del Consejo Musulmán de Londres, Zaki Badawi, recomendó a las mujeres ya no portar la hijab, el tradicional velo que les cubre la cabeza y el rostro.

Este ambiente racista no sólo afecta a los musulmanes. Según el doctor Abdul Bari, del Consejo de los Musulmanes de Gran Bretaña, "todas las comunidades se sienten bajo presión". De hecho, la organización antirracista The Monitoring Group aseguró que sólo una de cada seis personas agredidas es musulmana, "el resto sufren agresiones simplemente por ser más o menos morenos o 'raros'".

El gobierno británico ha propiciado de alguna manera este clima de chovinismo y marginación. Luego de la muerte de De Menezes, aparecieron en estaciones del Metro carteles oficiales con la leyenda "no corra por los pasillos o andenes, especialmente si usted lleva una mochila o tiene aspecto de extranjero". En consecuencia, es evidente que el brasileño no es la única víctima de las leyes antiterroristas: los derechos humanos y el espíritu liberal de una sociedad democrática también están en riesgo por la orden de "tirar a matar".

 
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