Usted está aquí: viernes 19 de agosto de 2005 Mundo Saddam Hussein todavía logra ganancias para sus antiguos enemigos

Calificados antes de "basura", sus objetos y regalos son ahora muy requeridos

Saddam Hussein todavía logra ganancias para sus antiguos enemigos

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 18 de agosto. Ridha Abu Mohamed sabe bien a que he venido a su tienda, ubicada en la calle Al Salman Faiq. Con sonrisa de acreedor, abre una caja de relojes, todos ellos agraciados con los rasgos de la Bestia de Bagdad. Saddam de uniforme, Saddam de traje, Saddam llevando una boina verde, Saddam sonriéndole a su pueblo.

"Diez dólares", dice Abu Mohamed. Es el precio de posguerra, por supuesto. Las masas árabes no compraron esta "basura" cuando el líder del Partido Socialista Arabe Baaz estaba en el poder. Están hechos en Japón, pero no son tan elegantes como los nuevos encendedores fabricados en China.

"Ansiedad paz nosotros" se lee en inglés incomprensible en la parte de abajo del encendedor. El artefacto en sí es una chifladura, en todos los sentidos de la palabra. Al levantar la tapa, nos muestra un avión bombardero Mig que deja caer sus bombas sobre un objetivo anónimo. Cada bomba es una luz roja parpadeante y cada explosión enciende una luz azul.

"Los rusos son los que más gustan de estas cosas", informa Abu Mohamed. "Nos dicen en árabe que Saddam se parecía mucho a Stalin; ambos destruyeron a su pueblo con guerras sin fin. También a los franceses les gustan estas cosas, pero no les entiendo cuando hablan".

Me pregunto si podrá existir, en el atiborrado emporio de Abu Mohamed, cierta admiración jacobina por la sangre que derramaron las incontables revoluciones de Saddam Hussein.

"¿Le gustaría ver ahora lo mejor de todo?", me pregunta el vendedor. Desde luego que quiero. Aparece ante mí una lujosa caja de Cartier. "Esto se encontraba en un palacio de Saddam, es su estuche de afeitado". Abro la caja, es genuina, y en su interior brilla un rastrillo de oro sólido, pesado y bellamente diseñado.

"Pasha de Cartier", dice el grabado debajo de la tapa, listo para recibir a la hoja modelo G-11. Pongo la rasuradora junto a mi mejilla. Así que esto cortaba los bigotes del hombre hallado escondido en un hoyo en la tierra, en 2003.

Pero esto no es todo. Jardineros y demás empleados de los palacios republicanos de todo Irak se robaron lo que pudieron tras la caída del régimen, y estos objetos terminaron, vía convenientes transacciones, en manos de Abu Mohamed.

Tiene un surtido de relojes Longines para hombre y mujer, a 500 dólares para quien esté interesado, y cada uno tiene por carátula una cabeza de Saddam Hussein. El precio es ligeramente inferior en los relojes para dama.

Estos eran los pequeños "regalos" que Saddam daba a sus fieles, o a los más aduladores diplomáticos, funcionarios y -me atrevo a sugerir- periodistas.

Fue un jardinero el que dio con el pequeño tesoro. En una buena semana, Abu Mohamed puede ganar con esto hasta 5 mil dólares. No gana nada si la semana es mala.

Hay también grandes paquetes con monedas del régimen depuesto que muestran a un juvenil Saddam de pie y orgulloso delante de una presa (en los billetes de 250 dinares) o en la Torre de Babel (en los de 10 mil dinares).

También hay fotografías de los antiguos billetes con la efigie del rey Feisal I, el ejecutado presidente Kassim y el mandatario Bakr, predecesor de Saddam ("la figura del tío abuelo"), quien sabiamente renunció al poder, en vista de que no hacerlo le iba a costar la cabeza.

Uno de los más absurdos regalos de Abu Mohamed es un encendedor decorado con las caras del presidente George W. Bush y un tal Moqtada Sadr, el único clérigo chiíta musulmán que ha desafiado a la ocupación estadunidense, y al mismo a quien un vocero estadunidense una vez prometió "capturar o destruir".

Claro, por supuesto que esto último nunca se cumplió y Sadr vive feliz en Najaf. "No, no a Estados Unidos" dice, en árabe, el grabado del encendedor.

¿Pero acaso el hombre que gana tanto dinero a costa de Saddam le tiene algún afecto al viejo bandido? Abu Mohamed no vacila al responder: "Soy chiíta de Ciudad Sadr. Durante mucho tiempo no lo quise. Mató a muchos de nuestros imanes". Aun así, parece que sigue dando ganancias a sus antiguos enemigos.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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