Usted está aquí: martes 16 de agosto de 2005 Opinión Lo menos peor

Marco Rascón

Lo menos peor

El pensamiento por el "menos peor" conduce a la derrota y a lo peor. Es el suicidio de un país. Por fuerza conceptual siempre será más fuerte lo peor que lo menos peor. El mal es imperfecto, pero no mediocre. Nunca como ahora, ni en 1988, hubo tantas condiciones para que la izquierda ganara la Presidencia de la República, pero tampoco se había caminado hacia una derrota tan estructurada como ahora. La ocupación del PRD y su candidatura por el neoliberalismo se hizo no para ganar, sino para obstruir esa alternativa. Son largos los antecedentes de pactismo cupular y traición. Sería tonto tratar de argumentar desde la lógica formal que lo más peor es mejor que lo menos malo. Pero ¿qué pasa cuando lo peor y lo menos peor son lo mismo en conductas y destino?

El llamado a votar por "lo menos peor" es en el fondo una claudicación y una posición cínica de abandono de las conviciones propias. Es un acto de complicidad con quienes ofertan que para llegar al poder (que está tan cerca) hay que despojarse de principios y convicciones: dejar de ser. El triunfo de lo menos peor sólo es posible si se deja de luchar por lo mejor.

Para quienes llaman a votar por "lo menos peor", la búsqueda de "lo mejor" es una aberración imposible, ¿por qué? Las ideologías son sistemas de pensamiento, por lo que definirse de "centro" o de "izquierda" implica cambiar de historia. "Lo menos peor" es una doctrina del determinismo; es un sistema de pensamiento para justificar el cambio de propósito por el de triunfo y que la claudicación sea eficiencia y razón. La esperanza se nutre de renuncias a nosotros mismos; ser sepultureros de nuestra memoria.

Antes "la mayoría" decía que votaba por el PRI porque ganaba. El medio era fin. "Va a ganar", decían con Fox.

En la moral de "lo menos peor" la única crítica legítima es la lucha salvaje por candidaturas, prerrogativas y puestos. Si la lucha lopezobradorista es con fraudes internos, como los protagonizados por el PRD hace una semana; si los insultos, bajezas y fraudes son por candidaturas y para negociar posiciones, los enfrentamientos son legítimos y dentro de su omertà (ley de la mafia) es un camino legítimo para arribar hacia "lo menos peor" que exige el viejo comportamiento priísta de salir todos sonriendo y con los brazos en alto gritando: "¡Unidad! ¡Unidad!" Para la moral del "menos peor" la crítica ideológica y política es dividir el voto y hacerle el juego a la derecha. Imitar a la derecha y el priísmo, no; criticar esos comportamientos en el interior, sí.

"Lo menos peor" es una religión vampiro: se adhiere y se es por el poder, convertido en fin. Hay que ganar, incluso vacíos de propósitos y convicciones. La fe une, la crítica divide. Denunciar y argumentar sobre el estado general de descomposición política e ideológica y las imposiciones "hace peligrar" el triunfo.

Si la derecha descubre la corrupción es complot; denunciarla y críticarla desde la izquierda es unirse con la derecha, pues el llamado del "menos peor" está para ocultar los peores vicios. Don Benito y Fermín están atrapados en las redes de "lo menos peor" de un partido al que entraron y el que ahora es.

La posición del "menos peor" es la versión vulgar del voto útil. Es ofrecer ganar, dejando de existir. Es un supuesto pensamiento "ordenado", "prudente", que trata de justificar la renuncia a los principios y las convicciones. Es la deformación teórica entre un supuesto "programa máximo" y un "programa mínimo". Es el miedo a la razón, sustituido por un pretendido pensamiento realista y del buen samaritano que ve la lucha del menos peor igual que la lucha por lo mejor como una sola.

El llamado a sumarse a la doctrina del "menos peor" es la trinchera de la deshonestidad intelectual, de la complicidad con la incongruencia. En el caso de la crítica, los intérpretes biblicos hacen llamados incoherentes a la unidad para salvarse ellos. El "menos peor" es la renuncia al pensamiento propio, es la base de los que pretenden deslegitimar la crítica en vez de responderla y demandan que se acepte que la historia depende de un puente o una encuesta.

Los 50 puntos son biblia cargada por los fariseos. Ahí van, entre otros, el fantasma de esa parte oscura del juarismo en la redición de los tratados McLane-Ocampo en los que se hacía entrega del itsmo de Tehuantepec, el principio de la relección santannista mediante consultas para refrendar el poder y ofrecer la disminución de salarios para atraer la inversión. Lo "menos peor" no piensa en conceptos, piensa en intereses. No piensa en política ni en país, piensa en lo propio. Lo "menos peor" es el imaginario del fracaso. Es el epitafio de los mediocres. Su enemigo principal es uno: él mismo.

Los perredistas víctimas de la memoria debemos una grande a los zapatistas, la Sexta y Marcos: se abrió el debate sobre "lo menos peor", lo mejor y el significado criollo del pejeliberalismo.

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