Usted está aquí: martes 16 de agosto de 2005 Economía China-Japón: el rencor de los vecinos

China-Japón: el rencor de los vecinos

La batalla por la supremacía en el Lejano Oriente ha deteriorado las relaciones entre ambas naciones

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen A pesar del avance econ�o de China en Asia, un acercamiento comercial con Jap�esulta indispensable FOTO Ap Foto: Ap

Durante el año pasado las relaciones entre las dos más importantes potencias del Lejano Oriente, China y Japón, se han deteriorado en forma espectacular. Las raíces del rencor son de larga data. A pesar de que sus diferencias durante la Segunda Guerra Mundial son las mejor conocidas, tienen un papel secundario en la batalla que libran los dos países por influir en el horizonte geopolítico de Asia, hoy en rápido desarrollo. De cualquier manera, aunque se avizora un irresistible dominio chino en el entorno económico, militar y político de la región, ambos países, pero en particular China, tienen razones imperiosas para buscar un acercamiento.

La actitud de Japón, por ejemplo, será determinante en la rapidez con que China concrete su supremacía. Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón optó por establecer una alianza militar con Estados Unidos para su defensa. Esta postura resultó conveniente para China, porque, aunque hubiera preferido no tener bases militares estadunidenses en Japón, el quid pro quo es que este último país fracasó en crear una defensa e incluso una política exterior independientes.

Debate sobre defensa

Esto, sin embargo, está cambiando. Impulsado por el gobierno de George W. Bush, quien desea ver su retorno al estatus de "país normal", Japón se ha ido liberando de las limitaciones de posguerra impuestas a sus medios de defensa: es de observar que se ha involucrado a profundidad en sistemas de defensa contra misiles balísticos con Estados Unidos y ha estrechado su relación de seguridad con ese país. La gradual adquisición japonesa de una capacidad de defensa más fuerte e independiente limita en forma directa la seguridad nacional de China y, por lo tanto, su influencia regional.

Japón también trata de limitar la influencia de China de manera institucional. En un nivel regional, la competencia comenzó en los últimos años de la década de los noventa, cuando los intentos de establecer organismos comerciales y financieros multilaterales se fueron a pique y China y Japón optaron por la vía del bilateralismo como estrategia para concretar tratados de libre comercio (TLC) con socios comerciales importantes. Aunque el propósito aparente de la estrategia japonesa en los TLC es cimentar lazos con esos socios comerciales, existe también una implicación política: cualquier relación comercial que Japón pueda formalizar bajo sus propias condiciones dificultará a China hacerlo en términos similares.

Como ni Japón ni China han buscado comprometerse en serio uno con otro en la discusión de un TLC, es posible asegurar que cada uno percibe esos tratados como parte de una batalla más amplia por establecer su influencia.

Nacionalismo en aumento

Los cambios en la percepción del nacionalismo en ambos países complican aún más el panorama y dificultan el acercamiento. El nacionalismo japonés reviste diversas formas, la más obvia de las cuales sustenta la popularidad de políticos como el excéntrico gobernador derechista de Tokio, Shintaro Ishihara, o de Shinzo Abe, figura relevante en el gobernante Partido Democrático Liberal y uno de los aclamados favoritos para suceder a Junichiro Koizumi como primer ministro cuando deje el poder. Menos perceptible, pero tal vez más importante, es que muchos japoneses creen que Japón tiene que convertirse en un "país normal" y adoptar un papel decisivo en los asuntos mundiales; por ejemplo, enviando tropas al extranjero. Muchos piensan también que las contribuciones financieras de Japón a los organismos internacionales le dan derecho a mayor participación en esas organizaciones: por ejemplo, la tentativa reciente para ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Por ahora, tanto los chinos como los coreanos estiman que la desconfianza hacia Japón es parte de su identidad nacional y no pueden simplemente hacer a un lado sus resentimientos. En China (y en las dos Coreas) el nacionalismo en general y el sentimiento antijaponés en particular son instrumentos útiles para la retórica del gobierno. Resultan rentables en vista de las presiones que en este momento ejercen sobre la sociedad el paso arrollador del cambio económico de los años recientes y la posibilidad de un impacto desestabilizador derivado de las reformas económicas, como el cierre de las empresas estatales improductivas. Esto explicaría el aparente aliento gubernamental a las protestas antijaponesas en China a principios de 2005.

El contacto norcoreano

El tema que une el nacionalismo japonés y el creciente debate sobre defensa y, por tanto, la más grande amenaza a las relaciones sino-japonesas, es Corea del Norte. A pesar de que China ha tenido un papel de importancia en el regreso de Corea del Norte a la mesa de negociaciones y obtenido por ello prestigio internacional, no ha logrado usar su influencia económica como el mayor benefactor de ese país para disuadir a Pyongyang de mejorar su tecnología nuclear y balística. Cada vez más Japón se ve a sí mismo como el blanco más viable del creciente poderío nuclear de Corea del Norte a largo plazo: preocupaciones que se incrementaron por los tres lanzamientos de misiles que Corea del Norte ha realizado en aguas cercanas a Japón de 1998 a la fecha.

Japón puede escoger entre dos formas de responder a esa amenaza, ninguna de las cuales beneficia a China. La primera es acercarse aún más a EU, que es lo que está haciendo. Esto podría, sin embargo, poner en riesgo una de las metas más acariciadas de la política exterior china, así como incrementar la influencia de Washington en la región. Aquí el tema de Taiwán cobra relevancia, en particular si una estrecha alianza militar entre Japón y Estados Unidos intentase incluir a Taiwán de manera más explícita en su ámbito. Que eso todavía puede ocurrir quedó claro en febrero de este año, cuando Japón y EU anunciaron que la paz en el estrecho de Taiwán era un "objetivo común".

La otra es que Japón desarrolle su propia amenaza disuasiva nuclear. Aunque Japón está bajo el paraguas nuclear estadunidense, EU podría no estar tan dispuesto a responder a un ataque nuclear a Japón si Corea del Norte no tiene la capacidad de construir un misil que realmente pueda alcanzar una ciudad estadunidense. En consecuencia, la negativa constante de Pyongyang a abandonar su programa nuclear, aunada a una mayor beligerancia, podría persuadir a Japón de iniciar su carrera nuclear. Esto podría reducir de manera notable la superioridad militar de China y, lo que es peor, podría disparar una carrera armamentista en la región si Taiwán y Corea del Sur se sienten obligados a concretar su latente potencial nuclear.

Cambio de alianzas

Debido a la desconfianza entre Japón y China, un acercamiento a corto plazo parece poco probable. Por el contrario, es de presumir que la política del Lejano Oriente continuará polarizándose, con Japón y Estados Unidos de un lado y China del otro. Corea del Sur, que también tiene importantes dudas acerca de la dirección que está tomando Japón, podría incrementar su acercamiento con China y alejarse de EU. Todo esto garantiza que en los años venideros Asia Oriental continuará siendo, en materia política, una de las regiones más volátiles del mundo.

FUENTE: EIU

 
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