Usted está aquí: lunes 15 de agosto de 2005 Opinión La inflación

León Bendesky

La inflación

Cualquier consideración sobre el comportamiento de la inflación, es decir, del ritmo al que crecen los precios, es de naturaleza relativa. Ese cambio debe ponerse en perspectiva con el desempeño de otras variables.

Cuando se habla de la estabilidad de los precios, se hace referencia a que el aumento de su nivel no constituye un factor que provoque la distorsión del tipo de cambio del peso con el dólar y de las tasas de interés que, a su vez, ejerza un efecto monetario y fiscal desfavorable y, con ello, un mayor desajuste agregado -o macroeconómico-. El objetivo de la estabilidad financiera es pues, en principio, relevante para la gestión de la economía.

Los datos de la inflación de julio, según la medida del Banco de México, indican un aumento del Indice Nacional de Precios al Consumidor de 0.39 por ciento. Este es el valor más alto para el mismo mes desde 2000 y, así, la inflación acumulada en el año fue de 1.19 por ciento, pero medida en términos anuales (de julio de 2004 a julio de 2005) fue de 4.47 por ciento.

El aumento de los precios es un proceso cuyos efectos se acumulan en el tiempo y que de tal forma afecta el valor real de los flujos de ingresos de las familias, de las empresas, de los ahorradores e inversionistas y del gobierno. Ese valor real se asocia con la capacidad de compra de esos ingresos, el aumento de los precios reduce esa capacidad y no todos pueden reponerla de la misma forma.

Así pues, la distribución de ese efecto adverso en el valor de los ingresos no es, por supuesto, equitativa. Los salarios no se ajustan con cada aumento registrado de la inflación, sino que lo hacen sólo en periodos más bien largos y de manera retroactiva y no hacia delante, o sea, su aumento tiende a ser compensatorio. No todos los precios de los productos en el mercado varían en la misma proporción con los movimientos del índice general de la inflación. En cambio, los intereses que paga el gobierno por su deuda o los que cobran los bancos por sus créditos son más flexibles y se acomodan para restaurar la pérdida provocada por el aumento de los precios. Y la inflación aumenta los ingresos del gobierno al afectar la base de los impuestos, lo que equivale a una transferencia de recursos del resto de la sociedad.

Entre enero de 2001 y julio de 2005, el aumento acumulado de los precios fue 22.14 por ciento. Esto ha ocurrido en un entorno de muy lento crecimiento de la producción, que durante este gobierno se estima que será al final del quinto año 1.9 por ciento en promedio anual; lo que significa que los precios crecen en una proporción que más que duplica el del producto.

El aumento acumulado del índice de los precios se compara desfavorablemente con el crecimiento de 9.6 por ciento del índice de volumen físico de la producción manufacturera en el mismo lapso, pero que, además, se acompaña de una caída de 14 por ciento en el índice de personal ocupado en ese segmento de la industria hasta mayo de este año. En el caso de las remuneraciones medias reales por persona ocupada en el mismo sector manufacturero, el índice en diciembre de 2000 era de 121, en diciembre de 2004 de 133.1, y había bajado a 97.3 en mayo de este año.

El producto crece poco, generando menos empleo y la "reducida" inflación no alcanza a mejorar el poder adquisitivo de los salarios en el sector formal, cada vez más disminuido y que no puede compensar el ingreso familiar mediante el empleo de más de los miembros de los hogares. Así, la estabilidad es relativa y se expresa en fenómenos tan claros como el aumento del sector informal, donde se refugia una parte creciente de la ocupación y de las transacciones de la economía. La estabilidad financiera no debe confundirse con una situación en que no pasa nada, sino que provoca acomodos en otros ámbitos de la organización social.

La inflación sigue creciendo en un entorno general en el que se dan otras condiciones en principio favorables para recuperar de modo más efectivo la actividad productiva y el empleo. Eso quiere decir que el aumento del nivel de los precios tiene que ver con cuestiones de índole estructural, que ya no dependen de las medidas de restricción monetaria ni con el celoso cuidado del déficit fiscal. Es notorio que el balance oficial del aumento de los precios se asocie de modo persistente con los productos agrícolas.

La creciente entrada de dólares por la exportación de petróleo, que puede llegar a 24 mil millones de dólares este año o más, ya que el precio del barril de la mezcla mexicana rebasó 51 dólares, más otros 20 mil millones de remesas, logran abaratar el precio del dólar, pero no inciden en un mayor producto que en la manufactura está sostenido por la maquiladora.

La acumulación de divisas tiene ahora al dólar en un valor de 10.64 pesos y las tasas de interés de los Cetes a 28 días en 9.61 por ciento. La estabilidad relativa de los precios conforma una situación paradójica en que también se mueven poco el producto y el empleo, lo que hace que el objetivo establecido por el gobierno para terminar su gestión sea muy costoso para la sociedad, mientras el sistema económico no logra acrecentar su nivel de productividad, que es la fuente primordial de la expansión.

 
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