Usted está aquí: lunes 15 de agosto de 2005 Opinión Globalización del terror contra la migración

Ana María Aragonés

Globalización del terror contra la migración

Los bombardeos ocurridos el pasado 7 de julio en Londres han puesto en evidencia lo que desde los primeros ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos se vislumbraba. Por un lado es que "gracias" a la forma en la que Estados Unidos ha decidido luchar contra el terrorismo, es decir, atacando y destruyendo a un país como Irak, que ni tenía armas de destrucción masiva ni vínculos con la red terrorista Al Qaeda, el mundo no es ni mucho menos más seguro, como afirma de manera constante Bush, sino todo lo contrario. El camino planteado genera un efecto contrario y la sociedad estadunidense empieza a sentirlo en carne propia cuando cada día regresan algunos de sus marines en ataúdes.

Los actos terroristas continuarán, pues para revertir esta tendencia habría a su vez que revertir la estrategia policiaco-militar puesta en práctica por Estados Unidos y Gran Bretaña que está llevando a excesos terribles, según demuestra la muerte de ese ciudadano brasileño que simplemente por no detenerse fue ultimado por la policía inglesa. Y lo peor de todo es que de acuerdo con el jefe de Scotland Yard estos errores se van a seguir dando, ya que no piensan variar su política contra el terrorismo, es decir, tirar a matar cuando haya un supuesto peligro. Posición que mantiene también Estados Unidos en palabras del halcón de los halcones Donald Rumsfeld: "que nadie se equivoque: somos una nación en guerra... esto es una guerra". Y éste es uno de los elementos que se hallan en el centro de esta negativa a buscar nuevos caminos que no sean los militares, pues tienen la guerra que les faltaba para continuar incrementando su industria bélica que tan buenos oficios realiza en la economía de Estados Unidos.

El mundo enfrenta mayores violaciones a los derechos humanos y el racismo tiene tintes cada vez más oprobiosos. No es infrecuente ver grafitis en España con sentencias tales como "fuera de España extranjeros", o los incidentes racistas que se han incrementado en 600 por ciento en Gran Bretaña y que han llevado a la muerte a un joven negro (La Jornada, 4/8/05).

Los discursos políticos y mediáticos están fomentando este racismo, tal como el histérico conductor Bill O'Reilly, de la cadena estadunidense FOX, que no tiene el menor empacho en señalar que la American Civil Liberties Union (ACLU) -conocida por su dedicación a proteger las garantías individuales en Estados Unidos, es la mayor aliada de Osama Bin Laden-, mencionando además que uno de los mayores peligros son los 11 millones de indocumentados que viven en el país vecino.

Y nuevamente los migrantes aparecen como los chivos expiatorios de los problemas que son creados por las grandes potencias. El lenguaje terrorista se enfila contra la agenda migratoria, y las políticas de seguridad fronteriza que están adoptando todos los países justifican controles más duros contra la migración en general, aun cuando no se haya podido comprobar que exista ni un solo sospechoso de terrorismo entre estos indocumentados, pues los terroristas viajan con documentos legales y pertenecen a una clase económica distinta a la de los migrantes, o como en el caso de Gran Bretaña que se trató de ciudadanos ingleses.

El presidente Fox acepta esta situación, pues la seguridad regional pasa por la regularización de los millones de indocumentados que viven en Estados Unidos y por una verdadera reforma migratoria que dé certeza a los flujos y no por establecer controles fronterizos cada vez más rígidos que sólo propiciarán más muertes y violaciones a los derechos humanos, como se ha aceptado ya en la llamada Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).

De esta forma se empieza a globalizar el terror, pero contra los migrantes al establecerse un injusto y peligroso vínculo entre terrorismo, migración y seguridad con lo cual se justifica la violación a los derechos humanos de los ciudadanos en general y en particular de los migrantes.

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