Usted está aquí: lunes 15 de agosto de 2005 Mundo El verdadero Irak, indiferente a los esfuerzos por redactar una Constitución

La federalización del país, el verdadero tema detrás de la nueva Carta Magna

El verdadero Irak, indiferente a los esfuerzos por redactar una Constitución

Para los iraquíes de "la calle" no hay reconstrucción, sólo miedo, opresión y violencia

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Un iraqu�ristiano es consolado por un religioso luego de colocar en una camioneta el ata�n los restos de su hermano, baleado en su autom� cuando se dirig�a su trabajo en Bagdad FOTO Ap Foto: Ap

Bagdad, 14 de agosto. Detrás de barreras de concreto y alambre de púas, los artífices de la nueva constitución iraquí luchaban este domingo por evitar (o lograr, según el caso) la federalización de Irak, mientras sus compatriotas en las calles calurosas y fétidas no mostraban interés por sus esfuerzos.

Se supone que este lunes es el día "C", según el presidente estadunidense George Bush y todos los demás que invadieron ilegalmente este país en 2003. Sin embargo, en la "verdadera" Bagdad -donde Bush y el primer ministro británico Tony Blair jamás ponen pie- las preguntas se refieren a seguridad, electricidad, agua corriente, a cuándo terminará la ocupación, cuándo se pondrá fin a los asesinatos, a los secuestros.

Se habla con gran facilidad del "fallido" gobierno de Jaafari, electo con tanto descuido por chiítas y kurdos en enero pasado. "Fallido" porque no puede proteger a su pueblo, porque no puede reconstruir su capital, la cual sólo divisa entre las ranuras para ametralladoras de las murallas del complejo, y porque no puede entender, ya no se diga atender, las demandas de la "calle".

En el Irak que es el país de las maravillas de Bush y Blair -habitado también, por supuesto, por el gobierno electo de Irak y sus redactores constitucionales, así como por buen número de periodistas occidentales- no existen semejantes problemas. Los acondicionadores de aire soplan a todo lo que dan -poderosos generadores proporcionan energía las 24 horas- y casi todos los altos funcionarios tienen sus residencias palaciegas en la fuertemente resguardada Zona Verde que fue alguna vez el complejo de palacios de Saddam Hussein. Para ellos no hay cortes de energía, ni largas filas para abastecerse de gasolina, ni secuestros o asesinatos.

Como me dijo el domingo un académico iraquí que acaba de regresar de París y Bruselas: "Los europeos entienden la política por medio del nivel de la Zona Verde. No tienen idea del resto de Irak, que, salvo el Kurdistán, es un lugar de anarquía y muerte. Uno me preguntó: '¿Cree usted que el federalismo es un peligro para los sunitas?' Yo le respondí: '¿Y usted cree que el miedo constante a la muerte no es un peligro para los sunitas, los chiítas y los kurdos?' Su mirada se volvió a otra parte. No es eso de lo que quería hablar. Pero es de lo que nosotros hablamos."

Los pocos iraquíes que se molestan en leer la prensa oficial en Bagdad -cuya baja circulación refleja el mismo fenómeno de descrédito que existía en el régimen de Saddam- se enteran hasta de los más nimios detalles del debate constitucional. Ya se acordó el nombre del Estado ("República Iraquí"), la distribución de recursos financieros por zonas demográficas más que por provincias (mala noticia para los kurdos), y que el Islam debe ser "una" de las fuentes del derecho (mala noticia para los que quieren una república islámica).

Existen un "comité constitucional" y una "comisión constitucional" (que constan de 55 diputados parlamentarios) con 15 sunitas no electos (porque la mayoría de la población sunita boicoteó las elecciones de enero); cada comité está dividido en cinco subcomités, cada uno encargado de un capítulo de la constitución. Los verdaderos redactores de este monstruoso documento -se dice que hay al menos dos profesores- permanecen en el anonimato por "razones de seguridad". Y todos viven en la Zona Verde, más o menos a salvo de los iraquíes comunes y corrientes, quienes tienen que soportar la violencia de la ocupación estadunidense, la opresión de los insurgentes y la amenaza cotidiana del crimen masivo organizado.

Todo el mundo conoce, por supuesto, el verdadero tema detrás de la constitución: ¿permitirá que las tres principales comunidades iraquíes -chiítas, sunitas y kurdos- formen sus propios estados federales? Y de ser así, ¿significará el desmembramiento de Irak? Los sunitas, los únicos de los tres cuyos hogares no se asientan sobre reservas petroleras, están naturalmente en contra de tal división, la cual, por cierto, permitiría a estadunidenses y otros occidentales, quienes aún afirman que hay que liberar a Irak para la "democracia", alcanzar acuerdos petroleros con dos entidades debilitadas y no con una nación iraquí potencialmente unida.

Añádase a esto la demanda del Kurdistán de que la futura demografía de Kirkurk -la población árabe inyectada por Saddam Hussein, la población kurda de la ciudad, exiliada por el ex gobernante, y sus turcomanos minoritarios- se defina antes de que quede escrita la constitución, y se tendrá una buena idea de la razón por la cual hasta los estadunidenses comienzan a perder la paciencia. Los kurdos quieren que Kirkurk, rica en petróleo, sea la capital del Kurdistán, estado que ya existe aunque ningún iraquí parece preparado a admitirlo, y por lo tanto quede más apartada de la frontera entre el Irak "árabe" y el Irak "kurdo".

El problema es que todos estos asuntos se definen no en Irak, sino en el país de las maravillas ya descrito. Se trata de un sitio singular donde siempre se pronostica que el juicio de Saddam Hussein comenzará en un par de meses -o van por lo menos cuatro veces en que ocurre así-,donde la reconstrucción iraquí siempre está a punto de recomenzar y donde la fuerza de la insurgencia siempre está en declive.

En realidad los guerrilleros iraquíes atacan ahora unas 70 veces diarias a los estadunidenses -otros cinco soldados fueron muertos el sábado- y los altos oficiales del invasor tienen tanto miedo de un mayor incremento en las agresiones, que ésa se ha vuelto la principal razón para evitar la difusión de otras 87 fotografías y videos sobre tortura y abusos en la prisión de Abu Ghraib. Si salen a la luz, dijo el general Richard Myers, presidente del estado mayor conjunto, habría más "motines, violencia y ataques insurgentes".

En el Irak de verdad nada de eso significaría mayor diferencia. Para "la calle", Saddam es historia, no hay reconstrucción y la suciedad de Abu Ghraib no causa gran sorpresa, porque la mayoría de los iraquíes sabían de ella meses antes de que Occidente abriera sus ojos horrorizados a las imágenes.

En cuanto a la constitución, este domingo pregunté su opinión a un viejo amigo iraquí. "Claro, es importante", dijo. "Pero mi familia vive con el temor de los secuestros. Yo tengo demasiado miedo para decirle a mi padre que trabajo con periodistas; sólo tenemos electricidad una hora de cada seis, y ni siquiera podemos evitar que la comida se eche a perder en el refrigerador. ¿Federalismo? El federalismo no se come ni sirve para que el coche camine o para que funcione el refrigerador."

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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