Usted está aquí: lunes 15 de agosto de 2005 Opinión El abandono de la ciencia en México

Editorial

El abandono de la ciencia en México

La ciencia en México se encuentra en un estado lamentable que poco beneficia al país. En 2003, el gasto del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt) fue de 5 mil 76.7 millones de pesos, cifra insuficiente para cubrir las necesidades de investigación científica de la nación. Mientras tanto otras áreas reciben excesivos recursos, como el presupuesto total concedido al Instituto Federal Electoral y a los partidos para sus campañas presidenciales de 2006, que asciende a 13 mil millones de pesos, lo que convierte a las elecciones mexicanas en una de las más caras del mundo.

Asimismo, los apoyos de la iniciativa privada son prácticamente nulos y la ciencia se encuentra desvinculada de los procesos productivos, lo que fomenta una onerosa dependencia de los avances alcanzados en el extranjero. Al mismo tiempo se pone poco énfasis en la enseñanza de las materias científicas en el sistema educativo y hay continua fuga de cerebros ante la falta de espacios para la investigación.

Los problemas de la ciencia se dan en buena medida debido a que los sucesivos gobiernos han carecido de una política de de-sarrollo a mediano y largo plazos que tome en cuenta un sustancial incremento en las inversiones en este rubro, así como una estrategia que la vincule con los sectores productivos. Otros países, incluso más modestos que México, han entendido la importancia de estos factores. Es el caso de la industria informática de Costa Rica: desde 1974 el gobierno de ese país recurrió al financiamiento internacional para fortalecer el Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), el cual es ya una de las escuelas de software y computación más avanzadas de América Latina.

Además el ITCR tiene un envidiable programa de vinculación con el sector privado: muchos de sus graduados ya trabajan en empresas locales. Por otra parte, en 1985 Costa Rica redujo impuestos a la importación de computadoras, lo que dio fuerte impulso a la industria local, al grado de que algunas empresas del país han comenzado a expandirse a Europa y Sudamérica.

Este caso revela una estrategia a largo plazo para fomentar el desarrollo tecnológico y una política de estímulos efectiva. En contraste, México parece retroceder. La directora adjunta de Formación de Científicos y Tecnólogos del Conacyt, Silvia Alvarez Bruneliere, declaró a La Jornada que 420 proyectos de posgrado fueron rechazados del Programa de Fortalecimiento al Posgrado (Pifop). Esto afecta a varias de las instituciones de mayor prestigio académico del país, como el Instituto Politécnico Nacional, con 11 proyectos fuera del Pifop, lo que implica que 250 estudiantes se quedarán sin beca.

En materia de incentivos fiscales hay que señalar que no son eficientes debido a la excesiva y compleja burocracia que desalienta a los empresarios a invertir en ciencia y tecnología. También falta fijar convenios de colaboración entre industria y academia, impulsar el desarrollo tecnológico de pequeñas y medianas empresas, destinar recursos federales a áreas estratégicas del conocimiento, proteger los derechos de propiedad sobre desarrollos tecnológicos y patentes, así como abrir espacios de divulgación científica en el país.

Ante este panorama no es de extrañar que los egresados de doctorado opten por emigrar debido a que no hay empleos adecuados ni suficientes espacios en el área de investigación. Las cifras son alarmantes: de mil 200 que se gradúan cada año 600 se van.

La consecuencia de estos rezagos es que México es cada vez más dependiente de la investigación científica y tecnológica que se hace en el exterior. Esto implica que el país deja de lado un importante factor de crecimiento económico y social, sin el cual nunca se alcanzará el desarrollo sustentable.

 
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