La Jornada Semanal,  14 de agosto de 2005        545


P O E S Í A
LA POESÍA PENSATIVA


BLANCA LUZ PULIDO
Gaspar Aguilera Díaz,
Los últimos poemas de Dante,
Colibrí/Secretaría de Cultura de Puebla,
México, 2004.
 

En este libro, Gaspar Aguilera nos muestra el espléndido oficio que ha sabido ir construyendo a lo largo de su obra, que abarca ya una decena de títulos, desde su primer Informe de labores, de 1981, hasta Imágenes del viaje, publicado en 2000. Oficio añadido a sabiduría, a profundidad no exenta de transparencia cuando es preciso, y que no renuncia tampoco a solicitar un lector atento y lúcido, sutil y obstinado, para una poesía concebida como un ejercicio donde la inteligencia y la pasión comparten igualmente el centro de la mirada.

Con paciente y demorada obsesión, Gaspar Aguilera se ha convertido en una voz de notas únicas dentro del panorama literario en México. La estrategia y hondura que despliegan los poemas reunidos en este libro es una buena prueba de ello.

El libro está dividido en cuatro secciones; la primera, "Los últimos poemas de Dante", es la principal, y por ello, la que da nombre al libro en su conjunto. Las otras secciones son "Impronta del vacío"; "La ciudad: sus héroes convocados", y "Certeza del desastre". Estas últimas tres secciones podrían leerse como breves poemarios hasta cierto punto autónomos de la parte principal del libro y, sin embargo, su reunión en estas páginas establece contigüidades y nexos interesantes con el conjunto total de los poemas. Por ejemplo, aunque la visión del amor del poeta en esta obra alcanza momentos de comunión y exaltación tanto sensuales como espirituales, no deja de teñirse con la certeza del olvido, del abandono, de la imposibilidad última que subyace en cada encuentro. Así, encontramos en varios momentos del libro la constatación de lo precario de la salvación por el amor, aunque sea ésta la única salvación que verdaderamente puede atenuar lo precario de la existencia, como afirma el mismo Gaspar en otro poema de uno de sus libros anteriores, Diario de Praga (unam, 1997), cuando escribe: "El hombre está en el mundo/ en absoluto desamparo/ y no tiene más refugio que otra piel/ lo precario del resto/ es una burda justificación/ de la mediocridad o el miedo."

Cito varios ejemplos: en "Impronta del vacío" se habla de la "infinita torpeza" de los seres humanos "cuando se enfrentan al amor", y de "la incolora barca del adiós"; en "Certeza del desastre" –seccion que contiene doce breves poemas, cercanos al epigrama y alados y poderosos como éste– encontramos los siguientes dos ejemplos, el primero de ellos, un poema en prosa: "Todo fue desolación, impronta del desastre, negación de la luz, gusano barrenador del recuerdo, corazón sin aliento...", y el segundo un dístico: "Odiar te duele/amar te mata"; donde además existe un evidente juego de palabras que apunta a otro de los aspectos más interesantes y dignos de mencionarse en la factura de este libro: la trama verbal misma de los poemas, la arquitectura de sus metáforas, de sus paralelismos tan bien empleados, su musicalidad y ritmo, que no se contraponen nunca a la inteligencia del poema sino que, por el contrario, conforman su tierra, su raíz y hasta la última nervadura de las hojas de los árboles que crecen a su sombra. Comprobamos así que en estas páginas acontece algo que sucede en toda alta poesía, pero que siempre es importante recordar y volver a experimentar: la absoluta unión entre lo que se dice y la manera en que se dice, la imposibilidad de separar el discurso de la expresión del discurso, de las palabras que lo constituyen.

Además de ser un libro donde buena parte de los poemas construyen un intenso discurso amoroso, en una historia que al mismo tiempo es la de Dante y Beatriz (así como la de otros amantes, que se filtra en algunos versos, si los sabemos leer, o la de todo amor destinado a tener un principio, una culminación y un final); además, repito, de esta preocupación y recreación de, sobre y hacia el amor, también podemos hallar una inquietud reflexiva alrededor de la poesía misma, de las palabras y su inutilidad para salvarnos de la ruina o el desastre de diversos signos. Ésa, por ejemplo, es la esencia del "Poema de las comparaciones inútiles", que conjuga, en un tejido de paralelismos y negaciones que se acumulan y se resuelven al fin de manera lacónicamente sabia, la alabanza de la amada y el vituperio de las palabras que no la alcanzan a aprehender, en medio de una paradoja final, que no deja de insinuarse: sólo mediante la poesía es posible renegar de las limitaciones de la poesía...

El título de esta reseña es "La poesía reflexiva", para hacer una alusión a una cita de Rilke que el autor incluye en la segunda sección del libro: "a veces los amantes o los escritores/ resucitan palabras que pese a borrarse,/ en el corazón dejan un dichoso sitio/ para siempre pensativo". La belleza de estas palabras del poeta alemán sólo puede equipararse con la pertinencia con que el mexicano las resucita, a su vez, en este libro, porque el efecto final, el sitio imaginario que esta poesía edifica es también un sitio pensativo, un lugar donde sensaciones y reflexiones van de la mano y quedan resonando en la dicha, si no de la experiencia vital, sí de su expresión.

"Oremos para que la pasión nos salve del olvido", ruegan los amantes, y sin grandilocuencia, con tenacidad extrema y al filo del rigor de su búsqueda constante, de la mano de todos sus dioses tutelares (entre ellos el mismo Dante, Rilke, Roberto Juarroz, los poetas latinos, y tantas otras voces cuyos ecos se escuchan en su poesía), Gaspar Aguilera se aleja del olvido, y mucho más gracias al ejercicio apasionado de su práctica de vuelo, convertida en palabras. Aunque las palabras, a veces, sólo sirvan para medir la estatura del desastre, su testimonio queda, y son la única manera de encontrar "la otra rosa", de la que habla otro poema que no oculta su influencia clásica, y también baudeleriana:

"Pulchérrima rosa// De pulcra humedad/ Está hecha la rosa:/ Si la tocas/ Siempre te dará frutos/ Si tu aliento la acaricia/ Su flor devorará flores del mal/ Si la besas/ De su rosa virginal y sabia/ Brotará otra rosa:/ La rosa verdadera."

La rosa profunda, la rosa del misterio. También Borges y tantos poetas que han hablado de la rosa, se asoman en estas líneas, y sin ocultarse, ya que la poesía de Gaspar Aguilera nos revela, a veces directa y en ocasiones indirectamente, sus obsesiones y sus ancestros. Pero todas las influencias están ya comprendidas, asimiladas, formando parte de la visión y del canto. Todo está naciendo en el poema, y el amor, el desamor, el fruto y la memoria de su muerte, la ciudad y sus nuevos y antiguos fantasmas. Sólo tenemos ahora que asomarnos a ese mar, naufragar para salvarnos, como nos invita el poeta en los últimos versos de este libro: "Todos/ Todos al mar/ A buscar/ Los amores náufragos." •